Tentenublo Wines. Lanciego

El cosechero que cierra el círculo

Tentenublo Wines asienta en Viñaspre y Lanciego su proyecto en torno a diez hectáreas de viña y unas 50.000 botellas... si la añada lo permite

Antigua casa de aperos amurallada, que el viticultor ha rehabilitado con sus manos.

Roberto Oliván vive en Viñaspre, una pedanía de Lanciego, con su mujer Leyre y sus dos hijos, Aimar y Ángela, los dos únicos de la aldea. Trabaja diez hectáreas de viña en propiedad y elabora unas 55.000 botellas que se venden en mercados de todo el mundo: «Mi idea, cuando comenzamos en 2011, era recuperar la identidad del vino de pueblo, de Lanciego, que es donde tengo las viñas». Trabaja con pequeñas parcelas de viejos viñedos, y también otros de nueva plantación, aunque siempre en vaso, con material vegetal histórico de la comarca: «Para mí, lo más importante de la sostenibilidad es el compromiso social con tu territorio y, por ejemplo, las personas que trabajan en la bodega con nosotros son también del pueblo o de la zona».

Oliván forma parte de la nueva generación que ha llevado por el mundo la ‘otra’ Rioja, una forma diferente de hacer las cosas, con un respeto absoluto al paisaje y con la intención de que sus vinos embotellen el ‘terroir’, las características de los suelos y el especial microclima de Lanciego, donde la influencia atlántica y mediterránea se combinan, para elaborar vinos frescos y, sobre todo, con personalidad. Tentenublo Wines nació en respuesta a la crisis de los precios de la uva del año 2010 y Roberto Oliván alcanzó muy pronto el reconocimiento de la crítica nacional e internacional: «Es un impulso por supuesto, pero si no hay trabajo no sirve de nada; la cresta de la ola pasa rápido y en este negocio tienes que dar la cara todos los años ante tus importadores y clientes».

Custero

Precio 14 euros

Mezcla de hasta ocho variedades (tintas y blancas) de viñedos ecológicos, que se cría en barrica y hormigón. Fresco y frutal
Custero

De hecho, el viticultor está ahora elaborando vinos más sólidos que nunca, que superan aquel primer impacto de la novedad, tanto sus marcas con identidad de pueblo (con uvas de varias parcelas), como Xerico, Tentenublo o Custero, como en su colección de parcelarios que etiqueta como El Escondite del Ardacho: «Soy cosechero y pienso que el cosechero, una vez que consigues vender toda la producción de tus viñedos, es la única persona de la viticultura que puede ser un tío libre porque ha cerrado el círculo: cultiva, elabora y vende sus vinos», sostiene.

Despoblación

Oliván está comprometido con la despoblación rural y el pasado verano, junto con otras bodegas de la comarca (Ostatu, Loli Casado, Tierra, Abel Mendoza o Artuke) organizó unas jornadas en Samaniego para poner sobre la mesa estos problemas: «Invitamos a otros viticultores que viven también en nuestros pueblos y seguimos viéndonos todos los meses; la idea es exponer y compartir los problemas que todos tenemos en la comarca de Rioja Alavesa y la Sonsierra, entre ellos la despoblación y las dificultades de relevo generacional».

Uno de los invitados a la jornada fue el viticultor Julián Palacios, que ha convertido San Martín de Unx (Navarra) en un ‘ecopueblo’, donde, con el apoyo del ayuntamiento y bodegas San Martín, forman a jóvenes en viticultura y enología e incluso les ceden viñedos para asentar población: «Nosotros no somos competencia nuestra –explica Oliván– y nos gustaría fomentar este tipo de negocio porque ésa es la verdadera sostenibilidad». Tentenublo Wines trabaja desde su inicio la viticultura ecológica, en las últimas cuatro cosechas con certificación oficial, pero sobre todo con una conciencia que trasciende generaciones: «Yo pude empezar por el viñedo de mi abuelo, de mi padre y de mi tío y me gustaría que mis hijos se dedicaran también a esto». «No entiendo Rioja Alavesa sin el vino –continúa– y tenemos que ser capaces de fomentar estos pequeños negocios para evitar que la tierra acabe en manos exclusivas de multinacionales».