Bodegas Javier San Pedro Ortega. Laguardia

Cuando creer lo es todo

Deprisa, deprisa. Así transcurre la vida de Javier San Pedro. Como en la película de Carlos Saura, a toda velocidad, sin apenas estaciones de paso, pero con la convicción de quien cree en lo que hace

Javier San Pedro. un día de noviembre en la viña.
Javier San Pedro. un día de noviembre en la viña.

Aaunque a veces funcionamos a impulsos, la fe es clave cuando das un paso que marcará tu futuro. «Cuando le dije a mi padre que quería elaborar mi propio vino, me miró como miran los padres a sus hijos cuando hacen una trastada, ¡qué chiquillo!, debió pensar. El día que le comenté que tenía 10.000 botellas de un blanco semidulce para vender sentí que ya me daba por perdido, pero lo peor fue cuando le solté que tenía pensado construir mi bodega, no sé cómo describir la mirada...»

Aun así, no se crean que un proyecto como el de Javier San Pedro es una mano de cartas al azar: «A los 17 años necesitaba hacer algo más, volar solo. Mi padre me ayudó: ‘Coge la viña que quieras y ahí tienes esos dos depósitos de mil litros, a ver qué haces’, me dijo». «Realmente no sabía nada, pero lo hice. Fue mi primer paso, pero quería más, no estaba cómodo. Hasta que un día tomé la decisión de cortar amarras». Textual: «Necesitaba saltar, aunque fuera al vacío. Veía que pasaban las vendimias y no hacía lo que quería».

Viuda Negra Nunca Jamás

Precio 12,5 euros

Laguardia embotellada en un tempranillo con 8 meses de barrica que se cría sin sulfuroso.
Viuda Negra Nunca Jamás

A toda velocidad

Javier San Pedro recuerda que «ahí estuvimos mi mujer y yo, solos. Fueron tres años complicados. Vivía a toda velocidad: por la mañana estaba en el campo podando, por la tarde embotellaba y al día siguiente me iba a vender vino a Logroño, ¡una locura! Elaboraba en un hueco de un almacén y ahí embotellamos mi primer Villahuercos 2013, un tempranillo blanco». Peñín nombró ese Villahuercos vino revelación y las cosas empezaron a ir mejor: «Ahora estoy bien porque, para bien o para mal, es lo que quiero hacer». «Cuando empecé en el pueblo la gente sabía que andaba ‘pelao’. No conseguía que me vendiesen uva, pero, hablando con uno y con otro, y contando las maravillas de los vinos que iba a hacer, empecé a cerrar acuerdos y a traer a casa uva de la buena». Se ríe Javier cuando me ofrece un vino para continuar con la ‘confesión’: el destino no hace visitas a domicilio, hay que ir a por él.

En la bodega, con las fermentaciones, 
remontados y descubes. En la bodega, con las fermentaciones, remontados y descubes.

Ahora tiene en su nómina viñedos de categoría. «Taconera es un viñedo de 1920 que es una rareza y es lo opuesto a Alpha, una garnacha a 700 metros de altura con seis años, que analíticamente da un vino al nivel de Taconera. ¿Qué quiero decir? Que la importancia de los suelos y la planta, el equilibrio, suman más que los años, que la vejez de la viña. La Taconera se equilibra sola porque es buena, no sólo por ser vieja; con buena agricultura y respetando la tierra, una viña joven puede dar también un gran vino».

«Yo quería quedarme en Laguardia, soy de aquí y aquí quiero hacer mi vida»

«Últimamente apunto todo lo que hago. Está mi mujer como nexo de unión con bancos y Consejo Regulador, organizando además los tratamientos de campo para eliminar sistémicos y herbicidas. Y detrás un equipo de 13 personas que dan la cara por mí, la mayoría del pueblo. Yo quería quedarme en Laguardia, soy de aquí y aquí es donde debía hacer mi vida». «No le voy a enseñar ahora todo lo que estoy apuntando, pero si me pasa algo, lo verá».

El joven bodeguero insiste en que «mi ilusión es ser un referente, que cuando alguien abra una botella nuestra vea que hay gente detrás, que hay alma. Si en treinta años he conseguido poner en valor esta zona privilegiada, mi pueblo, y que el aficionado pague 200 euros por los grandes riojas sin pestañear, seré un hombre feliz».