Altún. Baños de Ebro

Sentimiento, terruño, tecnología y atrevimiento

Iker y Alberto Martínez, Altún, investigan en la tierra y prueban en bodega hasta diferenciar en grand y premier cru sus viñedos

Alberto e Iker, a la entrada de la bodega familiar en Baños de Ebro
Alberto e Iker, a la entrada de la bodega familiar en Baños de Ebro.

Iker y Alberto representan la unión entre viticultura y vinicultura. Respeto máximo a la tierra, al viñedo, a la tradición, pero sin renunciar al estudio ni a la tecnología. No son conceptos antagónicos, sino complementarios. Ambos son Altún, firma que califica sus vinos como grand cru o premier cru. Diferencia, como no podía ser menos, que la marca el terruño: «Para nosotros el valor está en el campo. Mi padre comenzó a trabajar como agricultor con 13 años y siempre ha tenido un gran amor por lo que hace», dice con orgullo, Iker, el mayor de los hermanos y que centra su trabajo en la bodega, pero habla con igual pasión del viñedo. «Nosotros hemos contribuido a dar valor a esas parcelas que entendíamos que eran especiales. Valor comercial, pero también al elaborar, al trabajarlas por separado», añade.

De ambos sorprenden sus precoces personalidades. Evolución constante. Controlan 50 hectáreas repartidas en 29 parcelas. Elaboran 500.00 kilogramos al año, pero de bodega salen poco más de 300.000 botellas, de las que sus seis crus representan 76.000. Lo que no les gusta lo venden a granel.

Altún Vistalegre

Precio 210 euros

Un vino que procede de los suelos más pobres, pero a su vez más complejos de la zona.
Altún Vistalegre

«Hacemos vinos de pueblo y de parcela, pero antes de llegar a esa decisión analizamos las tierras porque cuanto mejor se conoce la viña, mejor sabes de sus necesidades y mejor la entiendes», apunta Iker. «Buscamos que el vino represente la parcela. Villacardiel transmite la elegancia de la sierra de Cantabria. La Cicatera, la garnacha de tierras muy pobres que hay que interpretar», interpreta Alberto.

Sus análisis les han permitido hacer su propio mapa de parcelas. Como en Francia. Grand cru es lo sublime;premier cru, casi lo sublime. «No lo hacemos por un afán de copiar. Son términos que se pueden entender mejor, aunque no sean habituales en Rioja. Los grand cru se centran en parcelas de más de 60 años, viñas que ya no se pueden crear. Las hemos encontrado y son joyas. Los premier cru han nacido con nosotros, hemos decidido todo y nos están sorprendiendo porque nos han enseñado que no por ser la viña vieja da buen vino y por ser joven da peor vino. No. Hay que trabajarla, elegir el portainjerto (poco productivo), el injerto, establecer la densidad (alta)… Cuestión de equilibrio», desgrana Alberto.

Alberto e Iker.

Ambos reconocen que Rioja «viene haciendo una labor espectacular desde años», pero no ocultan que los tiempos «cambian» y que debe adaptarse a los nuevos. «Todos podemos caminar dentro de Rioja, pero cada uno tiene su idea», dice Iker. Ahora andan inmersos en ubicar en cada parcela una estación meteorológica para aumentar el control sobre ella.

El resultado les gusta. Alguno de sus vinos ya supera los 200 euros la botella. «No da vértigo el precio. El mercado pide vinos especiales. Para llegar a ellos necesitas ese vino, pero también esa parcela y mucho trabajo como puede ser despalillar a mano el grano… Hemos catado muchos vinos que no son Rioja de alto nivel y hemos pensado que podemos estar a su altura. Pero claro, para hacer un calderito de Vistalegre paralizamos un día la vendimia, cincuenta personas se ponen a desgranar a mano, fermentamos en tina roble, usamos barricas de 500 para maloláctica y crianza,… Al principio daba vértigo hablar de precios altos, pero ahora mismo son vinos que se venden por cupo. Todos salvo Albiker, Altún y Villacardiel, que el año que viene «será también de cupo», revela Alberto.