Abel Mendoza y Jade Groos. San Vicente

El vino como camino hacia la felicidad

De la diplomacia giró a la alta cocina y ahora a cultivar la viña en San Vicente: Jade Gross recala en la Sonsierra por amistad con Abel Mendoza para elaborar su primer vino «sin tener ni idea»

Abel Mendoza, Maite Fernández y Jade Gross.

Jade Gross (Hong Kong, 1987) vive el presente. Y lo vive sin pensar en el futuro. A sus 34 años ha disfrutado de varias vidas, pero ahora está centrada en su proyecto en San Vicente de la Sonsierra. Tres días por semana desde el 2019, cuando comenzó a trabajar en su primer vino, un tempranillo que responde al nombre de Jade Gross. Su proyecto actual se resume en una frase muy sencilla: «Quiero hacer vino y ser feliz’». Y lo que tenga que venir, que venga. En su caso, y tras escucharle, haga lo que haga lo hará bien. Es lo que dice su pícara sonrisa.

Gross nació en Hong Kong. De padre estadounidense y madre china, a los 18 años se trasladó a Nueva York, donde estudió Ciencias Políticas. Hizo prácticas en Naciones Unidas y en la Corte Penal Internacional. «Era joven e inocente y pensaba que podía cambiar el mundo. No era para mí», admite. Se desencantó. Cursó un máster en Londres por deseo de su madre, aunque sabía que no estaba en el lugar que quería. «La madre en la cultura china tiene mucho poder», dice. Y mientras estaba en Londres pensó que su futuro pasaba por la cocina y por París, la cuna de la gastronomía mundial. Todo un reto para alguien que se movía entre fogones con su madre y su abuela, pero que carecía de historia culinaria. Solicitó una beca en Estados Unidos y una mañana se despertó en París. Eligió el restaurante más exigente que conocía, un tres estrellas Michelín (Alain Ducasse au Plaza Athénée) para sus prácticas. «Tenía 22 años y cada día era el más duro. Lloré mucho y quise dejarlo, pero mi madre me recordó que lo que se empieza, se acaba. Ahora sé de lo que soy capaz de aguantar», recuerda.

Jade Gross. Tempranillo 2019

Precio 35 euros

Vino redondo , rubí intenso. de frutas rojas maduras y carnoso y equilibrado por su tanicidad y acidez.
Jade Gross

Quiso seguir sus práctica en Can Roca, pero el destino le llevó a Mugaritz. Acabó sus prácticas. Tenía 22 años y se quedó. Con 26, era jefa de cocina. Luego pasó al departamento de I+D, tres años. El Mugaritz le sirvió para conocer a Abel Mendoza y a Maite Fernández. «Hablábamos mucho de hacer vino, pero yo siempre lo dejaba para más adelante», dice.

Pero llegó el día. Como en Hong Kong, Nueva York, Londres o París. Decidió dejar Mugaritz, donde lo tenía todo, y en 2019 se embarcó en elaborar su primer vino. Sin saber nada. «Con 3 años comencé a tocar el piano y con 33, a elaborar vino», dice. El piano y el vino marcan su primera etiqueta, un teclado que incluye brazas de cepa en las negras. En julio salió al mercado con sus primeras 888 botellas (el 8 es el número de la suerte en la cultura china). Para él ha utilizado uvas de un viticultor de la zona, al igual que en sus 1.200 botellas del 2020. En las 4.000 de 2021 ya incluye su viñedo propio, San Ginés. «Mi hermana pequeña», la mira y sonríe. También nació en 1987. Ahora bien, este 2021 es el de nuevas ideas: tempranillo de Labastida y de San Vicente frente a frente y garnacha. Tintas y blancas. Prueba y error. «Puse Jade Gross a mi vino porque por ahora solo tengo un vino, pero quiero que cada idea tenga su propio vino porque cada vino tiene su propio carácter. El nombre será Jade Gross, pero luego le pondré apellido», puntualiza.

Abel Mendoza. Jarrarte 2018

Precio 18,20 euros

ADN de la casa junto al Jarrarte maceración carbónica. Tempranillos cuidados con mimo.
Abel Mendoza. Jarrarte 2018

Gross ‘vive’ de alquiler y de momento no piensa en su propia bodega, sino en dar otro hermano a San Ginés. «Cuando llegué, no sabía hacer las cosas y no sé hacer vino, pero tengo claro que necesito hacerlo yo para entenderlo, no catar un vino de una barrica y ya está», reitera. Ahora bien, desarrolla todas las labores de la viña, salvo las propias del tractor («porque no tengo, que si no, también», afirma) y la poda. «No me fío de mí», admite.

Abel Mendoza la mira y escucha. Le tiene prendado. «Jade me mató cuando me dijo que quería comenzar de cero», señala. «Lo único que le dije al inicio de esta historia es que debía ser paciente y ha aprendido a tener paciencia, que es lo que más cuesta. Le gusta ver resultados inmediatos y no soporta no controlar determinados aspectos, pero debe acostumbrarse a que hay intangibles que no puede controlar ni ella ni nadie. Y ella me contestó que quería encontrar su vino. Debe buscarlo, aunque probablemente nunca lo encuentre. Se lo digo por experiencia. Siempre va a querer más. Probará muchas formas de elaborar, pero lo debe hacer ella, no que se lo haga otro. Yo no hago sus vinos», añade.

Abel Mendoza, Maite Fernández y Jade Gross.
Jade Gross.

La alumna ya bebe de las mismas fuentes de su maestro. Paciencia, prueba, error, personalidad del vino, importancia de la tierra. Hacer bien las cosas a la primera para no tener que hacerles dos veces. La cepa, que no la viña, manda. Porque cada cepa es un mundo. «Todo va sobre la marcha y adaptándose. Yo tengo que aprender a hacer vinos y espero que quienes beban mi vino aprendan conmigo. Cada año será un vino diferente», explica Gross. No le asusta el futuro. Queda claro.

«Estoy seguro de que Jade hará un buen vino. Es cuestión de tiempo» (A. Mendoza)

«Yo soy de los que cree que Jade hará un buen vino. Estoy seguro, pero es cuestión de tiempo. Y lo creo porque tiene actitud. Una de sus grandes virtudes es su perseverancia. Viene de muchos miles de kilómetros y se mete en un jaleo que no conoce», relata Abel. «Quiero elaborar vinos y ser feliz», insiste Jade.

«Para entender el vino tengo que hacerlo yo, no catarlo y ya está»