Alberto Gil
Daniel Acevedo
De las crisis siempre salen nuevas oportunidades. Sucedió en varios momentos críticos del siglo XX, el pasado año 2010, cuando se derrumbaron los precios de la uva, y está pasando también ahora con la aparición de nuevos proyectos que intentan hacerse un hueco.
Rioja es una denominación histórica, pero también diferente, en la que 40 grandes compañías comercializan más del 80% del vino amparado, lo que facilita mucho la vida a miles de viticultores que trabajan como proveedores de uva y que ahora afrontan además un crítico problema de envejecimiento y dificultades de relevo generación. Al mismo tiempo, un grupo de exponentes de una nueva generación está intentando aprovechar las oportunidades que ofrecen las redes sociales para dar a conocer sus vinos. Emergen con nuevos proyectos e ideas, tienen formación, conocen mundo, piensan de otra forma, aspiran a vivir con pocas hectáreas de tierra, a hacerlo en su pueblos, respetando el territorio, es decir, con un concepto sostenible.
No hay páginas suficientes para mostrar a todos ellos, pero sí podrá leer una selección en la que podrá comprobar lo que sienten y qué aspiran a hacer. Son herederos de cosecheros, de viticultores sin bodega que luchan contra el agobio y la presión burocrática y que aspiran a poner nombre a los viñedos históricos, a los pueblos y a las personas sus nombres y apellidos.
Estos protagonistas quieren sentar las bases de un nuevo modelo con mayor importancia para los viñedos y para las personas, aunque quizá haya que esperar una o dos décadas para ver su encaje definitivo.
Rioja es la tierra de los mil vinos, con una gran diversidad de climas, suelos, viñas y talento. Tampoco han inventado nada. Una generación anterior de grandes nombres como Álvaro Palacios, Abel Mendoza, Miguel Ángel de Gregorio, Juan Carlos Sancha, Agustín Santolaya, Benjamín Romeo, Telmo Rodríguez, Pablo Eguzkiza, Juan Carlos López de Lacalle, Remírez de Ganuza..., por citar algunos, ya pusieron el foco en los viñedos y han demostrado las extraordinarias posibilidades de la región vitícola. Lo mismo, durante décadas y con anterioridad, las bodegas históricas, que llevaron el nombre de Rioja por el mundo. Pero estos jóvenes piensan de otra forma: abren sus bodegas, comparten experiencias, ceden sus instalaciones, animan a otros viticultores a seguir su camino...
Una generosidad que, quizás, no se había visto hasta ahora. ¿Hasta dónde llegarán? El tiempo lo dirá, pero el equilibrio territorial depende de ellos y de muchos más que se atrevan a dar el paso.
