Cuando, hace aproximadamente dos años, Bodegas Valdemar decidió apostar de una manera firme por el enoturismo lo hizo con una idea muy clara: abrir la bodega a todo el mundo. Y lo ha conseguido. El pistoletazo de salida en la consecución de esa meta fue la puesta en marcha de las visitas familiares.

«Están pensadas para que las hagan toda la familia junta», expone Marisa Alonso, relaciones públicas y responsable de Enoturismo de la bodega de Oyón. Así, mientras los adultos conocen a fondo los rincones de Valdemar, los niños se convierten en exploradores que deben buscar las uvas mágicas a través de una divertida gincana. «Así, aprenden mientras juegan», recalca Ana Martínez Bujanda, propietaria de la bodega. Una vez comprobado el éxito de esa visita, en Valdemar decidieron dar un paso más y apostaron por crear una experiencia 100% inclusiva y accesible.

«Nos propusimos el gran reto de abrir nuestra bodega a cualquier persona, independientemente de su discapacidad», relata Martínez Bujanda. «Tardamos mucho tiempo en definir bien la visita, pero estamos muy satisfechos», añade. Así, la experiencia se basa en tres sentidos: olfato, gusto y tacto. «Son los que nos unen a todos y, por lo tanto, la visita consiste en oler, tocar y comer», señala Marisa Alonso. Además, todo el recorrido cuenta con un sistema de códigos QR que el visitante puede fotografiar para descubrir un vídeo en lenguaje de signos en el que se explica esa parte concreta de las instalaciones o del proceso de elaboración del vino.

«Aparte, tenemos muchos más materiales como un folleto de lectura fácil u otro en braille», destaca Alonso. «Y para elaborarlos hemos colaborado con muchísimas asociaciones», apostilla. De esta manera, las personas con discapacidad se sienten muy integradas durante la visita. «Y, además, la experiencia resulta también mucho más enriquecedora para el resto de los visitantes», destaca Martínez Bujanda, satisfecha de haber conseguido ese propósito de abrir las puertas de la bodega a todo el mundo.