La ubicación de una bodega es uno de sus factores determinantes a la hora de explotar las virtudes de su entorno. Viña Ijalba conoce uno de sus valores diferenciadores y lo explota, desde su reconocible torre que supone un balcón al que asomarse para ver Logroño en toda su plenitud e incluso el perímetro de la sierra hasta donde alcanza la vista.

Una bodega con una mirada única, pero que se construyó basándose en la recuperación del terreno y de variedades de uva, con las que juega, solas o en compañía, en todos sus vinos. Dionisio Ruiz, fundador de la bodega en el año 1991, participó en un proyecto de recuperación de variedades autóctonas de blanco y tinto, por lo que uno de los elementos diferenciadores de Viña Ijalba es un pequeño banco de variedades, en el que están plantadas cepas de todo tipo, algunas incluso desconocidas. Es una visualización clara de su proyecto, ligado también a los vinos ecológicos y a la recuperación del terreno en el que se realizaron plantaciones de viñedo.

Viña Ijalba ofrece desde las tradicionales visitas con cata y aperitivo, las más demandadas, a otras iniciativas enoturísticas como la vendimia con la copa en la mano o los paseos en bicicleta por los viñedos, que reflejan la unión que la bodega siempre ha tenido con el deporte. «Tenemos vinos que no siguen lo que hace todo el mundo y nos diferenciamos por la recuperación de las variedades y el terreno», destaca Isabel Bobadilla, responsable de enoturismo de Viña Ijalba. La bodega ha emprendido su línea enoturística recientemente, pero ya valora positivamente su experiencia. «Ese carácter familiar de la bodega intentamos trasladarlo a las visitas. Un trato personal», concluye Isabel Bobadilla.