En ocasiones, las bodegas no dan demasiada importancia al viñedo durante las visitas organizadas. Eso es algo que no ocurre a Juan Carlos Sancha, de Baños de Río Tobía, donde el mismo propietario se encarga de llevar a los turistas a descubrir un paisaje único de viñas centenarias. El enoturismo en Juan Carlos Sancha no camina por la línea habitual de gran parte de las bodegas de Rioja. «Siempre trabajamos con grupos pequeños y sólo con gente que este relacionada con el mundo del vino», señala el propietario, quien tiene en marcha dos interesantes proyectos.

«Por un lado, estamos trabajando por recuperar variedades autóctonas minoritarias que se han ido perdiendo con el paso del tiempo», apunta Sancha. «Por otra parte, estamos recuperando también los viñedos centenarios, que en el Valle del Najerilla son de garnacha en su mayor parte», añade. Esos líneas de trabajo son las que se les explican al enoturista, quien tiene la oportunidad de descubrirlas con sus propios ojos. «Tenemos un Hummer con el que subimos a uno de esos viñedos, el Cerro La Isa, que es de muy difícil acceso», expone. «Es un viñedo de 112 años».

Desde allí, el enoturista tiene unas vistas privilegiadas del entorno y de esas viñas de las que Sancha habla. De hecho, se ha habilitado un espacio, llamado el ‘Octógono’, para que los visitantes puedan sentarse para contemplar el paisaje de laderas casi imposibles y catar los vinos de la bodega. «También se pueden probar las uvas», apuntilla el propietario de la bodega, doctor en Viticultura y Enología y encargado de guiar a los turistas durante la visita. Sancha también ofrece a los visitantes la oportunidad de descubrir las vides salvajes, antecesoras de las cultivadas. «Es una manera de conocer el origen», señala el viticultor al mismo tiempo que añade que, una vez en la bodega, los turistas tienen igualmente la opción de catar uno de sus vinos desde la propia barrica.