LA RIOJA ALTA. HARO
Cada vino tiene su partitura
En La Rioja Alta, conjurando alguna ciencia ignota, los grandes vinos se anclan en tu cabeza y los evocas con el respeto que se le guarda a las cosas bien hechas
Cuando hablamos de vinos finos en el Barrio de la Estación cada uno tiene su definición. Puede que unos quieran potenciar más la fruta, otros la estructura, pero para nosotros siempre ha sido un tinto elegante, fácil de beber, con gran capacidad de guarda y que te dé placer. Eso para nosotros es una filosofía irrenunciable que se instauró en Haro desde final del siglo XIX», explica Julio Sáenz, director técnico de la centenaria La Rioja Alta, SA.
Algo que entiendes junto a él en la sala donde envejecen estos grandes reservas, por qué los vinos de esta casa entran en la misma coctelera que los de hace cuarenta o cincuenta años y no se sienten intrusos.
904 GRAN RESERVA
Precio 44 euros
Clásico 'vino fino' con el tradicional ensamblaje de variedades de La Estación.
«Son además una clase de vinos», afirma oxigenando un tempranillo de 2019 que dentro quizás de una década saldrá a la venta, «que los puedes disfrutar hoy, pero que dentro de diez años han evolucionado, han crecido y que te dan un enorme placer al descorcharlos. Eso es para Rioja Alta un vino fino: clase, singularidad y larga vida por delante donde van adquiriendo más matices y mayor complejidad». Amén.
Los vinos finos también, quede claro, deben partir de viñedos adaptados a ese tipo de producto. «Sí quiero decir con rotundidad que todo nace en el viñedo. Son parcelas que están en zonas altas, que tienen un componente de caliza notable e importante acidez. ¿El resultado? Tintos con frescura, alta capacidad de guarda, no excesivamente potentes en color ni en taninos, pero con un equilibrio excepcional. Y luego el tempranillo de esta zona, la verdadera base. Más tarde llega el conocimiento, la experiencia en el manejo de su crianza. El saber trabajar las trasiegas, en conocer y adivinar el tiempo exacto que debe estar en barrica…».
«El tempranillo y su excepcional equilibrio marcan estos vinos que nunca pasarán de moda»
¿Crianzas largas? «Los hacen crecer, sin duda, pero ese tipo de tintos se cimentan en el viñedo, en el tempranillo y en el equilibrio que esta zona ofrece». ¿Roble americano? «Yo creo que nosotros podríamos hacer un Viña Ardanza o un 904 perfectamente envejecido en roble francés, pero pienso que perdería parte del alma que tiene los vinos de La Rioja Alta. Cada bodega tiene su partitura, pero en nuestro caso el mejor roble americano resulta básico».
Termino con otro concepto importante, ¿evolución? «Sin duda, recuerdo el Viña Ardanza en los '80 y era un vino más abierto de color, con madera más presente, una acidez muy marcada y cierto toque de cansancio, por decirlo de alguna manera; sin embargo catas ahora las añadas de 2010 o de 2012 y las primeras impresiones marcan un cambio. Ese es el camino que queremos recorrer, mantener la identidad de siempre pero con una ligera evolución».
Eterna juventud a los grandes reservas. «Lo que sí quiero remarcar es que en esta casa las mejores uvas han ido siempre a estos clásicos, porque nunca han pasado de moda. Puede que ahora tengan un color más vivo, mayor intensidad y frescura, pero manteniendo ese paso largo y complejo de los vinos elegantes. El 890 de 2005, por ejemplo, ha estado seis años en barrica y otros tantos en botella, pero dentro de 15 años vas a poder disfrutarlo igual que ahora».