Los novísimos riojas
Catamos doce de los, hasta ahora, 27 únicos vinos de viñedo singular de Rioja. Propuestas que ponen el foco en la viña y que empiezan a llegar al mercado con cuentagotas.
Pese a que el Ministerio de Agricultura ha reconocido más de un centenar de parcelas de viñedo singular de Rioja, únicamente hay en el mercado 27 vinos que han logrado la certificación definitiva del Consejo Regulador. En parte, porque la categoría es nueva –la primera cosecha que pudo acogerse fue la 2017 y hay vinos en bodega esperando su momento–, en parte porque algunos productores están esperando a ver cómo se posiciona la categoría y en parte también porque, por primera vez en Rioja, se exige una segunda calificación en cata ciega con resultado excelente para obtener el distintivo.
Es decir, tener un viñedo singular no significa que el vino vaya a serlo, sino que cada cosecha debe someterse al examen de un panel externo y obtener al menos 93 puntos de acuerdo con la metodología de la OIV antes de salir al mercado.
De hecho, aproximadamente un tercio de los vinos aspirantes se ha quedado en el camino y deberá intentarlo en otra añada posterior. Mucho se ha escrito ya, y se escribirá, sobre si los vinos de viñedo singular son o no son los mejores de Rioja. Un debate estéril porque hay grandes vinos que, cumpliendo con las duras exigencias de cultivo y elaboración, no van a presentarse y porque hay también grandes vinos que mezclan uvas de parcelas y zonas pero no cumplen con los requisitos: ser de un único y especial viñedo.
En este sentido, los vinos de viñedo singular nacen con el foco puesto en la viña, en parajes excepcionales y con identidad propia por primera vez en los casi cien años de historia de la DOCa con el 'terroir' como gran protagonista: no todas las cosechas son iguales y el enólogo o productor tendrá que esforzarse cada año para bregar con los condicionantes y exigencias de cada añada.
En todo caso, lo que más interesa al consumidor es que la trazabilidad es absoluta (las uvas proceden de la parcela a que hacen referencia) y que el vino con dicha indicación será excelente para el panel de cata en el momento de salir al mercado, de forma que, si la añada no lo permite, habrá cosechas en que el vino no podrá etiquetarse como singular.
Con estos mimbres, el panel de cata de Diario LA RIOJA se reunió para poner a prueba doce de los 27 vinos singulares reconocidos hasta ahora, una muestra significativa con varios bodegueros elaboradores entre los invitados.
«Este camino, que debería haberse abierto antes, es positivo para Rioja»
«El viñedo es lo más importante, pero se ve también la mano de cada elaborador»
La cata
No se trata de puntuar los vinos, sino de recoger impresiones sobre la nueva categoría, con buen resultado en su conjunto: «Los vinos están buscando el origen, la vuelta a elaboraciones donde la uva y el terroir son lo importante y estoy convencido de que van a contribuir a hacer mejor el futuro de Rioja», explica Eduardo Hernáiz que, con Finca La Emperatriz, está pendiente de pasar el examen de cata para un nuevo vino de viñedo singular, La Emperatriz Gran Vino 2017, que saldrá al mercado en los próximos meses.
Quien ya comercializa vinos de viñedo singular es Juan Carlos Sancha, sus Cerro La Isa, tinto y blanco –que, por cierto, han pasado en las dos añadas consecutivas en que se han elaborado la prueba de cata de viñedo singular–. Cerro La Isa Blanco 2019 es uno de los vinos del panel, un vinazo espectacular de viura con pequeñas cantidades de garnacha blanca de un viñedo plantado por su abuelo en 1906. Grande.
Sancha, promotor de los vinos de viñedo singular, lo tiene claro: «Estamos ante un camino sin retorno de Rioja, en el que afortunadamente se ha puesto la mira en el viña, en el terroir, en lugar de la madera. La cata de hoy ha sido un exponente, con vinos con muchísima fruta, y en los que hay una expresión de ese suelo y microclima, que es el camino del viñedo singular».
«Son una minoría, pero pueden marcar un camino frente a la industrialización»
Valdemar Finca Alto Cantabria 2019 es otro de los blancos de la cata, un fermentado en barrica de un viñedo del mismo nombre en el Monte Cantabria, en Oyón, junto a los restos arqueológicos de Logroño. Es un viñedo plantado en vaso para un vino que ya existía –revolucionó en 1989 los blancos de Rioja al ser el primer fermentado en barrica– y que ahora la familia Martínez Bujanda etiqueta como singular en 2019. Elegante, impecablemente elaborado y con recorrrido por delante. Ojuel Carrasojuela 2019 viene de las cepas blancas de un pequeño viñedo del mismo nombre de Sojuela, que Miguel Martínez (Ojuel Wines) presentó para viñedo singular. Otro estilo totalmente diferente al anterior, un vino menos técnico, con una acidez más limitada pero de gran amabalidad en boca y, como todos los vinos del viticultor, interesante. Cosas bonitas de la cata: vinos muy diferentes pese a compartir variedad, la viura.
Adriana Laucirica (Bodegas Tobelos) acaba de lanzar Los Quiñones de Tobelos 2019, uno de los últimos vinos en conseguir la etiqueta de viñedo singular, procedente de un precioso viñedo viejo de Briñas, junto a la ermita de la Fonsagrada: «Mi intención es interpretar la uva y dar el 100% a la hora de poner la botella en la mesa; creo que en blancos se están haciendo las cosas muy bien en Rioja, con un cambio radical en los últimos años y hemos probado varios ejemplos en esta cata». Otro gran vino, Los Quiñones de Tobelos, con una marcada acidez que apunta a un precioso envejecimiento y a una interpretación de la viura diferente a los anteriores, marcada por la propia enóloga y el terruño (Briñas).
«Son vinos que reflejan el paisaje, pero también se ve la mano del elaborador»
Tras los blancos, la garnacha de Pedro Garnica (Planas Altas 2017), elaborada con uvas de una pequeña parcela de la sierra de Yerga. Sorprende por su rotundidad, su intensidad pese a ser un vino de 2017. Le cuesta abrirse pero acaba sacando unas notas de fresa ácida realmente interesantes.
La garnacha deja paso a una magnífica tanda de tempranillos, comenzando por Carraquintana, de Luis Cañas (Bodegas Amaren), procedente de tres pequeñas parcelas colindantes que apenas suman una hectárea. Viñas viejas de tempranillo con algo de malvasía blanca (originalidad) y unas pocas cepas de garnacha y graciano. Un vino sensacional, al igual que Laderas de José Luis, de Dominio de Berzal, en este caso 100% tempranillo de un viñedo de 50 años, con una enorme carga frutal e intensidad:vivo y exhuberante con una levemadera muy al fondo.
«Creo que Rioja está haciendo las cosas bien en blancos, y aquí hemos visto ejemplos»
Viña Gena 2018 es el vino singular de Viña del Lentisco, un proyecto de la familia Pérez Villota en el meandro de Laserna, que comparte con Contino, y marcado por el suelo pedregoso: elegante, largo, con un carácter más clásico y con la virtud de reflejar su propio terruño.
Sínodo Los Tollos 2017 es el vino singular (aunque próximamente habrá otro nuevo, Sínodo Raposeras) de Sínodo Vitivinícola, un pequeño proyecto de tres amigos, entre ellos Juan Antonio Blanco, quien recuerda que «trabajamos los vinos parcelarios desde 2014 y, cuando salió la categoría de viñedo singular en el 2017, nos enganchamos pero era algo que ya veníamos haciendo». «Para mí –continúa–, la cata es espectacular porque hemos probado vinos muy distintos y originales que demuestran el paisaje de donde vienen, la viña pero también la mano del viticutor o elaborador, y la clave en estos tipos de vino es ligar el origen y cómo éste guía al enólogo, junto con la propia añada». Redondo y pura fruta Sínodo Los Tollos 2017, cuyas uvas proceden de una vieja viña de Villamediana.
Caudum 2017 es una selección de una pequeña parcela de la finca de la familia Piserra en Cenicero que, pese a vender parte de la producción del viñedo, se lanzaron a elaborar pequeñas partidas de botellas seleccionadas. El vino, un tempranillo 100%, es el más intenso y rotundo de la tanda. Con una madera necesaria ante tanta estructura, la fruta también está presente con un profundidad importante en un vino que seguirá ganando con los años.
«Es un camino sin retorno; se pone la mira en la viña en lugar de en la madera»
La Taconera 2017 es la niña bonita de Javier San Pedro (Laguardia), apenas dos fanegas de un viejo viñedo que el bodeguero recuperó con sus manos: otro vinazo muy intenso que combina bien la fruta con la madera. Marqués de Riscal se ha sumado también a los viñedos singulares con Las Tapias 2017, un vino de una de las fincas de tempranillo más queridas por la bodega y de la que sacan el material genético. Largo, con intensidad, pero al tiempo fino y elegante. Una primicia que, pese a pasar la cata preceptiva del Consejo Regulador, para su reconocimiento como singular, aún no está en el mercado.
«Los vinos singulares van a contribuir a hacer mejor el futuro del vino de Rioja»
Más conclusiones
En resumen, un cata más que interesante de por dónde van estas nuevas elaboraciones de Rioja. Tal y como apunta el sumiller Raúl Martínez, «estamos hablando de una minoría de vinos que puede marcar una identificación frente a la industrialización de productos. Rioja tiene un potencial importante por este camino y lo que más me ha gustado es que sí he visto la singularidad, tanto en cuanto a la identidad de los viñedos como de las personas que elaboran los vinos».
Algo en lo que coincide el también sumiller Rubén Jiménez: «El viñedo es lo más importante, pero también está la mano del elaborador para conformar un todo que da la complejidad necesaria». «Me ha gustado todo, pero especialmente los tempranillos, que quizás son los vinos que mejor conocemos».
Basilio Izquierdo, enólogo y bodeguero, pone el broche final de comentarios: «Una cata preciosa; los blancos me gustan y el tempranillo en el nivel esperado, mientras que la garnacha me ha sorprendido por su intensidad, aunque quizá no era la tipicidad esperada». «Creo que este camino, que debería haberse abierto seis, ocho o diez años atrás, es positivo para Rioja».