BODEGAS RIOJANAS. CENICERO

Fidelidad a los orígenes

Recuerdo el día en el que Felipe Nalda descorchó un Monte Real de 1964. Fue ahí cuando tuve la sensación de que en Riojanas siempre se había hecho vino, vino del bueno

Emilio Sojo, en la centenaria bodega de Cenicero
Emilio Sojo, en la centenaria bodega de Cenicero.

Lo que pretendemos es que el consumidor entienda que somos una bodega que arrastra, en el caso de Viña Albina, una historia desde 1901 que resume el nacimiento de Rioja, su auténtica esencia».

«Fue el modelo de los vinos finos» –me confía Emilio Sojo, director técnico de Bodegas Riojanas mientras abre un Monte Real para hacer más distendida la conversación–, «que se creó hace más de un siglo y que sigue plenamente vigente con vinos elegantes, aterciopelados, de largas crianzas en barrica y plenos en matices». Vinos clásicos hechos con trazo puntilíneo, tintos eternos, perfilados así porque siempre se han hecho de esta manera y porque con ellos el fallo no está ni siquiera contemplado.

MONTE REAL 125 ANIVERSARIO

Precio 59 euros

Un vino de celebración, paradigma del clásico tinto de Cenicero.
BODEGAS RIOJANAS

En Riojanas no hay prisas, nunca las ha habido, y no tiene por qué cambiar: «Los vinos crecen a su ritmo, la mejor fruta perdura con una cesión de componentes aromáticos pausada, paciente, prácticamente inexistente en el día a día. Son vinos de fondo. Es por ello que se exceden los tiempos de crianza en maderas incluso de tercer uso en los grandes reservas, para que la cesión de esos matices sean sutiles y la fruta se mantenga con vida».

La 'guerra de los robles' también tiene plaza en la bodega de Cenicero. Fiel hasta hace poco al americano, la 'infidelidad' ha llegado en la etiqueta Monte Real al utilizar un porcentaje de francés: «En boca, el americano aporta matices a los que se está más habituado y, aunque los tiempos cambian, es el trago hermanado al Rioja eterno».

Monte Real de 1964, uno de los iconos de la casa.
Monte Real de 1964, uno de los iconos de la casa.

«Aunque aquí lanzaría una controversia, con todo el respeto del mundo, hacia la gente que afirma que los vinos clásicos tienen un marcado carácter de madera. No estoy acuerdo y te pongo un ejemplo: nuestro icónico Monte Real 1964 estuvo más de cinco años en barrica y recuerdo una cata de Madrid, centrada únicamente en grandes reservas, donde una periodista defendió que era el tinto con una de las frutas más expresivas de la muestra». Imagínense ustedes, 60 meses en barrica, más de 50 años de vida ¡y dando lecciones de juventud! Está todo dicho.

Y de repente… «Sí, de repente llegó la moda de la concentración, de los vinos poderosos. No era ni nuestra guerra ni nuestra filosofía, pero ten claro que manejamos 1.750 parcelas de viña. Fíjate la grandeza que hay en ese viñedo, podemos hacer una selección impresionante, pero nuestro mercado está más en el segmento de las bodegas centenarias».

«Estos clásicos son vinos elegantes, aterciopelados, de largas crianzas y plenos en matices»

«De cualquier manera, hemos querido estar ahí con el Gran Albina o el Essencia, que ofrecen otro tipo de sensaciones. No queremos anclarnos en el pasado. Aun así, a pesar de que hay ciclos, el tipo de vinos finos y elegantes va a permanecer siempre porque llega un momento que la gente quiere volver a los vinos de sus padres, que no cambian y son un valor seguro». Intuyo que Emilio me habla de ese ritual tan íntimo de descorchar un clásico, en el que encontramos algo del bodeguero y, por qué no, algo también de nosotros mismos.

Recuerda con orgullo el de Cenicero añadas históricas de Monte Real como las de 1955 ó 1964, o incluso la de 1998 que sigue a la venta. ¿Cuántas bodegas tienen ese bagaje? Y, no contento, remata sacando a colación alguna de Viña Albina, como la 1942 o la de 1975… Me rindo a sus argumentos y reconozco que Riojanas es uno de mis pequeños vicios. Y tengo la costumbre de serle fiel a estas perversiones vitivinícolas que, para bien o para mal, son de lo más sólido que tengo.