SONSIERRA. SAN VICENTE DE LA SONSIERRA
Los abuelos sí que sabían
Entrar en la nueva bodega de Sonsierra es sentir el palpitar de las familias, con más de 150 socios
Viñedos que siguen en propiedad, en muchas ocasiones, de los nietos de aquellos que las plantaron. Y los abuelos sí que sabían. «Sumamos 1.350 parcelas para unas 1.500 hectáreas, con una media de poco más de tres fanegas», comenta Rafa Usoz, enólogo de Bodegas Sonsierra. «Desde hace tiempo nos rondaba la idea de elaborar algunas por separado dada su categoría; hazte a la idea de que 198 de nuestras parcelas tienen más de 40 años».
«De las 198», continúa Rafa, «escogimos las que consideramos más representativas. Hasta nueve, de las que hicimos una nueva criba para presentar al Consejo en 2017 únicamente tres parcelas de viñedo singular; para la cosecha del 18 ya están las nueve y, en la del 2019 estamos elaborar como novedad uno de los singulares sin barrica».
PERFUME DE SONSIERRA
Precio 29 euros
Exclusividad con los mejores tempranillos de la bodega y con un diseño que seduce.
La nueva bodega es una verdadera cucada hecha a medida de los vinos singulares, todo a mano con la intención de cuidarlos con atención máxima. «Tenemos 23 depósitos de elaboración con ocho tinas –algunas de 1.000 litros, casi de juguete– y depósitos que nunca pasan de 8.000 litros. El parque de barricas es casi todo de roble francés, pero tenemos intención de criar uno de los tintos en americano. Y el que llega sin madera crece en huevo de hormigón». Trajes a medida.
«Manao, Gallocanta, Piedramiguel, Diasol, La Liende... De una simple fanega a una hectárea, producciones mínimas –400 botellas en esa fanega histórica– de viñas viejas que, en realidad, se autorregulan y se cuidan por sí mismas». En bodega entran cada año tres millones de kilos de uva, y a los singulares se destinan únicamente 14.000 kilos.
«Estamos», puntualiza Rafa, «en una tierra muy especial, de suelos únicos, de terrazas orientadas al sur, de saber hacer en el campo… y tenemos el Norte, ese viento que marca la diferencia. La calidad la tenemos. Lo que quiero de cara al consumidor de los vinos singulares es que sean diferenciables entre sí, que sean reflejo de la viña de donde salen: ser singular no es mejor necesariamente pero sí diferente. Es grandeza de los viñedos singulares».