BODEGAS Y VIÑEDOS ILURCE. ALFARO
Se hace camino al andar
Mimando viñas heredadas durante generaciones y cuidándolas con el saber de la actual, los vinos de Ilurce reivindican la pureza de las garnachas del monte Yerga
Si mi abuelo viera cómo tenemos de cuidadas las viñas que injertó en 1918, no se lo creería. Pero, por muy bien cuidadas que estén, el mérito es suyo porque él las trabajó, las hizo crecer y aquí siguen cien años después», explica Amador Escudero, uno de los tres hermanos de la propiedad y concienzudo viticultor. Se hace camino al andar, que diría Machado.
En boca de Amador estas palabras resumen a la perfección la filosofía de la bodega de Alfaro. «Casi todo lo que se plantó más tarde alrededor enYerga, que solía ser tempranillo, prácticamente ha desaparecido. Esta zona de La Rioja Baja siempre ha estado muy centrada en el cereal y las viñas de garnacha se hincaban en zonas altas y pobres. Como son tan resistentes y agradecidas, ahí siguen, mejor que nunca».
EL SUEÑO DE AMADO
Precio 25 euros
Garnacha centenaria del monte Yerga, de cultivo difícil y respetuoso con el medio ambiente.
Y junto a la garnacha –con la que Ilurce elabora entre otros vinos su reputado rosado–, el graciano, en el que Amador confía plenamente: «Esta zona es también ideal para el graciano, yo lo planté hace 23 años con una selección clonal que venía, fíjate qué curioso, de Rioja Alavesa. Es una variedad difícil, pero si la cuidas da uvas extraordinarias; por eso me decidí a sacar un monovarietal, Sintauto, que tiene muy buena aceptación».
Ahí está el secreto de los viticultores valientes: estudiar tu tierra, ver lo que se da bien y tirar adelante con convicción. Y aún apuntaría más, la humildad de echar la vista atrás y ver lo que plantaron los mayores hace setenta u ochenta años, que del cultivo de la vid sabían un rato:«Las viñas del Sueño de Amado, nuestra garnacha de un viñedo centenario, las plantó en marco real el abuelo Amado en 1916, al volver de su viaje de novios, en la finca Cabezorroyo, en las laderas de monte Yerga a casi 600 metros de altitud». «En Rihuelo, cerca de la anterior –continúa–, tenemos el viñedo con el que elaboramos Ángel; esta finca la plantó en 1965 nuestro tío Ángel, también de garnacha, cuando acabó su servicio militar. Con ello te quiero decir que, en el fondo, mantenemos e intentamos mejorar un legado que nos ha llegado de generaciones anteriores».
Y es que ya lo decía el padre de Amador: «Me duelen las tripas de lo que hacemos en Rioja hijo, estamos dejando de atender las mejores viñas que son las garnachas por centrarnos en el tempranillo». Pero es lo que tienen las viñas viejas de calidad como estas garnachas de Yerga: «Son superagradecidas, ellas solitas se autorregulan y te devuelven unas grandes uvas con darles un poco de cariño».
«Mi abuelo vino de la 'mili' y plantó esta viña de garnacha para vivir, ¡no podía fallar!»
Mirando atrás
Charlando con Amador, me doy cuenta de que parecidas conversaciones a ésta las he tenido con un montón de viticultores que han heredado viñas de padres y abuelos. Está todo inventado, lo que hay que hacer es mirar atrás y tomar nota de los que sabían, ellos se jugaban el sustento con lo que plantaban. No podían fallar, y más de cien años después se ha demostrado que no erraron.
Si adaptamos lo heredado con el buen hacer y conocimiento de las nuevas generaciones, si aplicamos con sensatez la tecnología y los adelantos de los que disfrutamos actualmente, el boleto que compramos tiene premio seguro. El camino lo marcaron los más veteranos hace más de un siglo, ¡qué sabios!