ARADÓN. ALCANADRE

El sueño de un pueblo

Me gusta cómo cuenta las cosas Cristina Alesanco. Tranquila, sosegada, pero con una mirada limpia y la ideas claras, muy claras

Con una mirada semejante, supongo, a la que utilizó con los veteranos viticultores de Alcanadre cuando les planteó sus nuevos retos –mimar los viejos viñedos, pagar la uva por hectárea y no por producción…–, Cristina Alesanco, enóloga de Bodegas Aradón, hace toda una declaración de intenciones: «Cuando alguien tome uno de mis vinos quiero que sepa que nace en Alcanadre, que viene de La Subida a la Mesa o de Los Altos, de Marañón, de nuestros mejores viñedos. En definitiva, poner en valor nuestra comarca».

«A mí lo que me apasiona es la viña, porque para saber de vino hay que pisar el viñedo y meter muchas horas en el campo. Estudié Ingeniería Agrícola y más tarde Enología, y me fui un año a Francia y Ribera del Duero antes de volver a mi tierra. Los primeros meses me miraban con curiosidad y algo de distancia, ¿de qué habla esta chica?, como diciendo eso de 'aquí va a venir esta moceta a enseñarnos a hacer vino'». Pero fue un proceso de largo recorrido. «Lo primero que hice fue conocer a fondo nuestro viñedo y comenzar a seleccionar. Patear, ver qué te da una cosa, qué te da otra, estudiar las diferentes parcelas y variedades… Hicimos una clasificación de viñedo con cinco zonas delimitadas en función de altura y tipos de suelos con un denominador común, la pobreza».

LA GARNACHA PROMETIDA

Precio 33 euros

Cuatro parcelas elegidas para mostrar la esencia de la garnacha de Alcanadre
LA GARNACHA PROMETIDA

Comenzaban las sorpresas para los mayores, pero la incredulidad en algunos no había hecho nada más que empezar. «Luego seguimos con la teledetección, con una foto aérea para analizar el vigor de cada viñedo». La tecnología llegaba a Alcanadre como un vendaval «estableciendo grupos homogéneos de maduración y de calidad».

La idea de crear una gama de vinos que diera valora las peculiaridades de Alcanadre comenzaba a tomar forma: «Eso es lo que queríamos demostrar de verdad, el pasado de esta tierra, el legado de los mayores. Aquí, variedades como la garnacha blanca y tinta o el graciano se dan perfectas. Nos gustan los vinos frescos y afrutados sin tanto peso de barrica. Queremos volver, de alguna manera, a lo que hacían los abuelos del pueblo, que no solían equivocarse porque sabían lo que querían y cómo hacerlo».

Sólo faltaba ponerle nombre: «Y lo llamamos Parcelas de Aradón, compuesta por cinco etiquetas y con intención de crecer con otro monovarietal de garnacha blanca».

Cristina Alesanco, con el vino en una de las fincas de garnacha
Cristina Alesanco, con el vino en una de las fincas de garnacha.

«Hacer pueblo»

Junto al proyecto vitivinícola, otro con tanta o más importancia: «Este proyecto trae consigo la idea de hacer pueblo, de conseguir que los jóvenes se queden y se enorgullezcan al ver una de nuestras botellas, que también son suyas. En 1752 había censadas más de 300 hectáreas de viñedo en la zona, somos un pueblo de tradición vitícola cien por cien».

«Quien tome un Aradón tiene que saber que es vino de Alcanadre»

«Tenemos el saber hacer de tres generaciones de viticultores y lo que queremos es que, como mínimo, siga una más». Nos cruzamos con una cuadrilla de abuelos y saludan con ganas a la enóloga, y al de fuera. Se nota que la sorpresa inicial ha dado paso a la confianza en el sueño de Aradón. Posiblemente sean sus hijos los que lleven ahora las viñas que ellos plantaron, ¿pueden ustedes imaginarse algo más bonito?