bodegas Y viñedos Tritium. Cenicero
Maneras de vivir
Cuando se pisa Tritium, el visitante siempre se encuentra con una sorpresa: la manera de hacer los vinos de Javier Salinas y de Francis Rubio y de entender enoturismo es así: personal e intransferible
Fiel cumplidor del deber de todo buen anfitrión, Javier Salinas me recibe descorchando una botella de vino, nada nuevo. Dar de beber al sediento es una máxima en Bodegas y Viñedos Tritium, misericorde obra que nos puso en situación:«Aquí a todo el que llega se le invita a un vino, da igual si viene a hacer una visita o no. Hace el esfuerzo de acercarse a conocernos y lo menos que podemos hacer es agradecérselo con un vino».
«Queremos ser una referencia de los calados de Cenicero, aquí hay casi 300»
Maneras de vivir y de entender un enoturismo en el que la bodega de Cenicero siempre ha creído, desde su origen: «Nuestra idea era hacer un enoturismo a la antigua, como cuando yo iba con mi padre a las bodegas de Arenzana o de Tricio a comprar vino, algo familiar y muy cercano. Y ése ha sido nuestro éxito. O Francis o yo siempre estamos en el calado y nos pueden preguntar lo que quieran o tomarse un vino con nosotros. Eso crea cercanía y un vínculo que otras bodegas más grandes no pueden hacer».
De las visitas a la bodega en Tricio del abuelo Benito al proyecto en el que ahora anda embarcado el nieto en Cenicero ha pasado mucho tiempo. Y muchas cosas… «Ya desde que traíamos a nuestros distribuidores de Europa hacíamos lo mismo que ahora, enseñarles la bodega y comer con ellos, pero viajando por Francia o Italia vimos que allí estaban unos cuantos pasos por delante de nosotros y quisimos hacer lo que ellos para crear marca. Ahora estamos metidos en un proyecto con Francesc Rifé, un arquitecto de mucho nivel, integrando un calado anexo el doble de grande que el actual, donde queremos poner un wine bar y una sala de catas».
Oferta enoturística
Tradición y artesanía
Los calados son uno de los mayores patrimonios de Cenicero y eso es algo que en Tritium quieren preservar. «Hay casi 300 ‘calaos’ y cuando nosotros vimos el nuestro semiderruido nos dijimos que era una joya que había que restaurar. Y ahí estamos con Francesc, intentando ser una referencia, en nuestra medida, de los calados de Cenicero. Queremos jugar en otra liga, en un segmento alto». Hay dos opciones de enourismo en Tritium: la estándar, con visita a bodega y su precioso calado del XV con cata de 4 vinos y aperitivo, y una superior con visita al viñedo: «La más bonita es la segunda claro, pisamos la viña, conocemos el lugar del que nacen nuestras uvas y, además, en bodega catamos nuestros vinos premium».
Catalanes y americanos, principales visitas
La innovación en vinos
Javier Salinas mira a Francis Rubio, su socio, para hablar de vinos. Deja Francis, ‘El Largo’, el ánfora en la que anda enredando y se acerca. «De las 8 hectáreas de más de 90 años de calidad extrema que tenemos sacamos los vinos monovarietales, el supurao, el grano a grano, los biodinámicos criados en ánforas, los blancos especiales, las anforitas del mar, casi todos ellos con tiradas de 600-800-1.000 botellas». «Hemos –prosigue– vuelto al cemento, todo lo criamos en barricas de 500 litros..., también tenemos el mazuelo, que me salió como yo quería a la décima intentona. Una locura que hay que defender y en lo que creemos, uniendo artesanía de vino e innovación». explican los propietarios de Tritium. Contado así parece hasta sencillo, pero sin la curiosidad y el atrevimiento no hay milagros. Y en eso están los muchachos del calado de Cenicero.
Esencia 2019
Un blanco diferente