Los vinos de las cuevas de Rioja Oriental
Leyendas y mitos llegan de Oriente: un territorio por descubrir
La Rioja Oriental, antes conocida como Rioja Baja, ni es baja ni árida ni monocromática como puede parecer a primera vista desde la autopista sino biodiversa, rica por su diferenciación y reivindicativa
Un paisaje por descubrir, una tierra que desmenuzar en las manos, unos viñedos de los que disfrutar con los ojos y unos vinos que saborear. La Rioja Oriental, antes Baja, es uno de esos territorios extensos, muy extensos, que sorprenden. Para bien. En Rioja Oriental conviven muchas contradicciones e incluso cierto ‘complejo’ de desventaja respecto a la Alta o Alavesa, aunque la realidad es que es un territorio diferente. Ahora anda embarcada en la búsqueda de nuevos horizontes amparada en la tradición, la savia nueva y caminos alternativos. El más claro, el varietal.
El debate entre Baja u Oriental se mantiene latente en los pueblos de una subdenominación que se extiende desde Albelda de Iregua hasta Alfaro o Cervera del Río Alhama. Extraño. Es el juego de las palabras, que en muchas ocasiones no están mal utilizadas, pero sí mal interpretadas.
El error del viajero de paso puede ser tratar de entender Rioja Oriental desde la autopista AP-68 que la parte longitudinalmente. No es la mejor de las vistas, como tampoco la que recuerda el ferrocarril, el poco que existe en esta región. Es esa imagen árida, de tierras pobres y monótonas cromáticamente, amén de construcciones inexplicables e inoportunas, la que induce al error.
Callejeando por carreteras comarcales, secundarias y caminos el viajero se adentra en un paisaje de altura, de enorme diversidad, en el que los colores rojizos, verdes o amarillos pálidos propios del viñedo en otoño se fusionan con el verde del olivo, las encinas o los robles. La imagen va cambiando. Hemos abandonado la autopista. Por suerte.
Rioja Oriental une sus uvas a la relación con los dinosaurios, la piedra y los viejos castillos y cuevas
Pero de esa aridez, de ese color tierra que puede parecer triste desde el coche rumbo al Este, se llega a la sorpresa al ver que ese color tierra, por ejemplo, representa la vida de Arnedo. Sus cuevas, cuando a los arnedanos les llamaban trogloditas por vivir en ellas. La cueva de los Cien Pilares, que domina Arnedo, es uno de sus mayores exponentes. Tan mágica como desconocidas. Cuevas no solo en las que vivir, sino de las que vivir. Elaboraciones de vinos, como en el barrio de las bodegas de Quel, fácilmente identificable por sus luceras, aquellas que permitían trabajar por gravedad, anhelo a día de hoy de bodegas muy tecnológicas. A Arnedo se le asocia al calzado, como a Cervera del Río Alhama, pero el vino comienza a cobrar protagonismo. Cervera, Valverde, Cabretón, la otra Rioja, la inaccesible. No por sus gentes, sino por la comunicaciones. Esa zona que mira hacia Aragón, Navarra y Soria es, sin duda alguna, la máxima expresión de las malas comunicaciones en La Rioja. Si vas es porque deseas ir, no porque el camino te lleve. Y es en esas carreteras olvidadas donde reside la belleza. Paradójico si se vuelve a pensar en la autopista.
Alejados de carreteras principales, se abren los países de sierras: La Hez, Los Agudos, Yerga o de picos o peñas: Isasa, Gatún. Por encima de los 1.000 metros de altitud. Sí, en Rioja Baja. Y a sus faldas se encuentran garnachas cultivadas a 800 metros. Viejas y jóvenes. Con una temperatura media inferior a la de Haro. Sorprendentemente. Desde esos viñedos no solo se visualiza un gigantesco valle con Arnedo, Quel, Autol, Aldeanueva, Alfaro... sino que la mirada alcanza a ver las siluetas de las montañas del Pirineo.
Paisaje en el que conviven la dureza de los pueblos, agrícolas en su pobre estética, el campo... y los popularmente llamados molinos de viento. No gustan, aunque el viajero ocasional no repara tanto en ellos. Puede más el otro paisaje.
Que Rioja Oriental es diferente es evidente. Y de esa diferencia mana la riqueza de Rioja. La orografía, las costumbres, las gentes,... y las variedades. Andaba Rioja indecisa en su caminar, indecisión que persiste ante nuevos cruces, cuando la tempranillo impuso su dictadura. Variedad más dócil en el campo y más demandada. Más rentable. La economía y la nueva Rioja que surgió con las concentraciones parcelarias acabaron con muchas garnachas plantadas por anteriores generaciones.
Tierra de historias, Verdi y Puccini hubieran firmado una magnífica ópera con Zahara y Fortún
Rioja Baja es tierra de garnachas. Ya lo era en el siglo XIV. Riqueza. Mazuelos, incluso blancos, de maturanas, gracianos,... y tempranillo. Rioja de toda la vida, de mezcla de variedades y de mezcla de tierras y territorios. Así se entiende que las generaciones más recientes reivindiquen nombre propio. «Esta entre las diez mejores regiones del mundo», dice Carlos Mazo, savia nueva e inconformista en Aldeanueva de Ebro. Se refiere a Rioja Oriental. Rioja, como tal, es demasiado grande.
En esa alzar la voz se busca el apoyo de la comarca. Desde la cueva de los Cien Pilares o el castillo de Arnedo. Tierra de castillos: Quel, Cervera, Cornago, Inestrillas...; de culto a la piedra, caso del Picuezo y la Picueza de Autol; de historias de amor y tragedia la historia de amor de Zahara, princesa mora, y el prisionero Fortún –Verdi o Puccini hubieran plasmado magníficas óperas– ; de tiempos muy lejanos, pues allí habitaban los dinosaurios y celtas e íberos, que echaron raíces en Leucade.
Rioja Baja, Rioja Oriental. El valor es el mismo. Está claro que no es baja, a tenor de su altitud, y que sí es Oriental si se compara con Alta y Alavesa. A Oriente viajó Marco Polo en busca de lujo; de Oriente llegaron historias y sueños como los de Las mil y una noches o las correrías de Aladino; y desde el lejano Oriente llegaron los Reyes Magos con presentes de enorme valor. Esta es la Rioja Oriental, la de descubrirla carreteando con tiempo, sin prisas.
Cueva de los Cien Pilares
Mención especial. Recuperada en los últimos años, su recorrido permite visualizar cómo se vivía en ellas e incluso cómo se trabajaba, sin olvidar su sentido religioso, con austeras celdas para orar y trabajar. Una de las joyas turísticas de Arnedo.
Entre dinosaurios
La Ruta de los dinosaurios dejan más de 140 yacimientos en La Rioja. San Vicente, Munilla, Enciso, Poyales, Navalsaz, Cornago o Enciso son algunos de las puntos en los que se pueden ver icnitas.
Aguas termales
Arnedillo es conocido por las bondades de sus aguas. Una gota que añadir a la oferta vitivinícola, gastronómica y paisajística.
Culto a la piedra
En Arnedo, en Quel, en Autol, con el Picuezo y la Picueza. Y por supuesto en Cervera, cuya peña divide en dos barrios, San Gil y Santa Ana, la localidad.