Riojas con nombres y apellidos
Una Rioja que cada día emociona más
Catamos vinos con identidad de zona, pueblo y/o paisaje: nuevas propuestas que amplían desde el terruño el tradicional ‘estilo’ Rioja
Hace 20 años hubiera sido imposible hacer esta cata, con tres tandas diferenciadas por variedades, zonas, pueblos o productores. Hace dos décadas toda esta diversidad se ‘camuflaba’ en una botella de crianza o de reserva, pero hoy estamos recuperando esos vinos que se hacían en los pueblos, seleccionando parcelas y con botellas que, por primera vez, tienen nombre y apellidos de viticultores. Para mí, es el cambio más interesante que se ha producido en Rioja en los últimos años». Son palabras del profesor y bodeguero Juan Carlos Sancha tras la reunión del panel de cata de Diario LA RIOJA para probar una docena de ejemplos de vinos de ‘nueva generación’ que ponen el acento en zonas, comarcas y pueblos, en definitiva en la extraordinaria diversidad de la región vitícola.
Como es habitual, no es una cata para puntuar los vinos, sino para valorar un concepto y con precios limitados: desde los 12 hasta un máximo de 30 euros (salvo una excepción de 36). Rioja ofrece hoy una oferta de vinos más divertida y variada, que pone nombre a los viñedos y a los propios productores en las etiquetas, y la idea era testar estas nuevas intenciones.
La cata
Se estructuró en tres bloques: cuatro blancos, tres vinos de garnacha y cinco tempranillos. El objetivo común era encontrar el carácter de zona y la interpretación de cada lugar. Comenzó en la zona de los Obarenes, la más fría de Rioja, con Pretium Blanco 2019, un vino de viura, malvasía y calagraño de dos viñedos centenarios de la productora Berta Valgañón (Pretium), con bodega en Cuzcurrita, pero con viñas en Villaseca: «Un gran blanco gastronómico, con una finura exquisita y que demuestra qué poco caso hemos hecho a estos vinos en Rioja», apunta el bodeguero Basilio Izquierdo. Pretium es delicado, fresco, con un punto mineral muy atractivo y que, poco a poco, va ampliando matices en la copa: «A mí me encanta», añade Roberto Oliván (Tentenublo Wines). «Es un reflejo puro de la zona, sin apenas intervención».
«Antes el pequeño cosechero no tenía acceso al mercado, pero ahora lo tiene»
De los Obarenes, a Nalda, por encima de los 700 metros, donde Vinoteca Palacios (Nivarius) ha hecho una gran apuesta por la maturana blanca: «Esta uva es un ‘chollo’ frente al cambio climático, con pH muy bajo y una sensación brutal de frescura», indica el catedrático de Viticultura, Fernando Martínez de Toda. Fue el propio profesor, junto con Juan Carlos Sancha, quienes recuperaron esta variedad perdida por la erosión genética y de la que encontraron incluso citas documentales del año 1622, con la sinonimia rivadavia, y que ya se vinificaba en pellejos por separado del resto y con mayor precio. Nivarius Finca La Nevera es un 2017, íntegro en color, nariz y boca como si se hubiera vendimiado ayer: «Tiene cinco años, pero estará igual dentro de otros cinco», dice Juan Carlos Sancha: «La boca es impresionante: salina, sápida, larga..., y con una finura fantástica».
También la zona del Iregua, en Alberite la bodega y en Clavijo los viñedos, el viticultor Víctor Ausejo ha irrumpido con dos varietales de garnacha blanca que, como en su día hizo Basilio Izquierdo, reivindican un lugar para esta uva histórica pero muy minoritaria. El vino es Víctor Ausejo Garnacha Blanca 2020, con un ligero paso por barricas durante diez meses: «Se reconoce la variedad, con una muy buena integración de la madera», señala Basilio Izquierdo. «Es el blanco de más estructura, precioso». «La evolución de este chico –interviene el sumiller Raúl Martínez– es fantástica, cada año a mejor;la garnacha blanca es una de las variedades que más me seducen gastronómicamente».
«Hay una gran diversidad vitícola que en Rioja estaba hasta ahora sin explorar»
«Rioja es una gran zona y la gente está poniendo los acentos sobre las ‘íes’»
Basilio Izquierdo Pieles 2022 es un vino ‘orange’ en rama de una parcela de Cordovín. Una experimentación de la inagotable factoría de ideas del veterano enólogo: «Lo acabo de sacar de la barrica». Un vino que abre el debate sobre los ‘orange’: «Me gusta, muy limpio y con los cítricos anaranjados característicos, cuando hay muchos vinos naranja por ahí que dejan bastante que desear... Ahora bien, aquí más que zona o parcela, lo que manda es la elaboración y este está muy bien hecho», expone Roberto Oliván. Basilio y sus ‘cosas’, que ya en 2016 elaboró su primer A Codo Orange y que sigue vivo hoy en día, cuando muchos de estos vinos, tan de moda, no llevan bien el paso del tiempo: «Me cuesta entender los ‘orange’ pero en este caso creo que estamos ante uno que se entiende perfectamente», apostilla Raúl Martínez.
«El potencial de esta Rioja es brutal, y la tanda de blancos ha sido fantástica»
«Hace unas décadas toda esta diversidad se ‘camuflaba’ en botellas de crianza o reserva»
Las garnachas
Con una primera tanda de blancos de libro, la cata entra en territorio garnacha, con Custero 2021, en este caso con 60% y un popurrí varietal de tempranillo, garnacha roya y variedades blancas de los viñedos más jóvenes que Roberto Oliván ha plantado en los últimos diez años: «Creo que la mezcla es un acierto», indica la también bodeguera Bárbara Palacios. «Da más complejidad al vino –continúa–; está muy chulo y refleja muy bien la zona de Lanciego donde trabaja Roberto». «Domina la garnacha, pero con el resto de variedades es diferente y aportan más matices para un conjunto amable, vinoso, con un tanino un poco más rugoso y muy complejo en la boca; muy buen vino», sentencia Fernando Martínez de Toda.
De una zona fresca como Lanciego a otra cálida, Aldeanueva de Ebro, con Barrio Pastores 2020, donde Carlos Mazo (Vinos en Voz Baja) lucha contra el cambio climático con la garnacha, como variedad identitaria de la zona y con la idea de hacer un auténtico vino de pueblo: «El perfil es borgoñón y una garnacha que tira más hacia el pinot noir; es un vino más cálido, como no puede ser de otra forma siendo de esa zona, pero tiene mucho mérito», indica Basilio Izquierdo. El viaje de las garnachas termina en el Najerilla, con Peña El Gato Fernando Martínez de Toda 2019, un vino que elabora Juan Carlos Sancha de un viñedo centenario de su amigo en Badarán y al que, dentro de una colección de viticultores, bautiza con el nombre del mismo. «Madurez plena y una frescura espectacular. Muy buen vino, en este caso además con la frescura que ofrece la garnacha en la zona y que además recoge el paisaje a la perfección», dice Roberto Oliván. «Me gustan los tres, mucho este último, pero también el primero, Custero», completa Bárbara Palacios.
Los tempranillos
Y, para terminar, una última tanda de tempranillos, varietales o mayoritarios. Abeica Carronillo 2020 (88% tempranillo, más un poco de garnacha tinta y viura) sale de una parcela de viejos viñedos de la zona alta de Ábalos. Forma parte de la colección con la que ha irrumpido el joven Ricardo Fernández en la bodega familiar Abeica, echando ‘leña’ a la caldera: «Un vino precioso, no le sobra nada, con frescura y quizás al final un tanino un poco secante, pero largo y consistente», sostiene Basilio Izquierdo.
GR Contemplaciones 2020 es el nuevo vino de GR Viñedos de Paso, un reciente proyecto de Carlos Mendoza y Ana Benés en San Vicente. Procede de un viñedo de la zona alta de la localidad y es 100% tempranillo: «Notas minerales, una fruta muy agradable, bien integrada con el fondo de madera; un vino muy en la línea del anterior y también muy completo», describe Raúl Martínez.
El viaje por el tempranillo continúa en Elciego, con Caecus 8 2019, el vino de la familia Larrea (Pagos de Larrea), con una selección de viñedos del pago La Romañíguez en una terraza sobre el Ebro y todavía con meses por delante en botella antes de salir al mercado, por lo que seguirá afinándose: «Quizás se queda un poco corto respecto a los dos anteriores, pero en boca hay finura y mucha elegancia; cambiamos de zona pese a la cercanía en kilómetros y eso se nota», indica Juan Carlos Sancha.
«Es muy bonita la vuelta atrás y que los nietos hagamos vinos como los abuelos»
El cambio es más notable respecto al cuarto vino de la tanda: Queirón Mi Lugar 2020, un vino (90% tempranillo y 10% garnacha) etiquetado como de pueblo (Quel) por la familia Ontañón y con la selección de varias parcelas en altitud del municipio. Es potente, con fruta roja y negra madura y también con notas de buenas barricas: «La madera está presente pero bien integrada, quizás más cercano al ‘estilo Rioja’ más conocido en los mercados internacionales, pero un buen vino también», señala Basilio Izquierdo.
Y, para terminar, Barbarot 2016, el que más tiempo lleva en botella y caracterizado por un 15% de merlot, en su día experimental, añadido al tempranillo: «La gente siempre piensa que tiene más merlot de lo que lleva», explica su autora Bárbara Palacios. «Pero más allá de las variedades –continúa–, lo que define Barbarot es la zona, Haro y, de hecho, comencé elaborándolo de una forma más asimilable al ‘crianza’ hasta que me di cuenta de que necesitaba más tiempo en barrica y en botella». Es el más potente y con más envejecimiento de la tanda: «Para mí, Abeica y Barbarot son los mejores de la tanda y, eso sí, nada tiene que ver uno con el otro», indica Roberto Oliván. «El perfil, por la merlot evidentemente, pero también por el concepto del vino es más francés y entiendo que la gente piense que lleve algo más de merlot; en todo caso, para mí es el mejor vino de la tanda», apostilla Martínez de Toda.
La mejor conclusión es que lo mejor está por llegar