OPINIÓN

Como bebíamos ayer

fernando bóbeda fernando bóbeda

Los vinos tienen un presente y un futuro, pero también un pasado. Y cada día más veo cómo muchos de ellos recuerdan a los que bebían nuestros abuelos. Y eso volví a pensar en esta cata de ‘vinos de paisaje’. La primera tanda de blancos nos dejó boquiabiertos por su heterogeneidad, frescura y profundidad. Vinos que, como dijo uno de los catadores, «eran imposibles de concebir hace quince años».

Desfilaron luego unas garnachas completamente dispares y que, a gritos, claman su casta: Baños, Aldeanueva y Viñaspre. Tres mundos en un panel riquísimo de matices que no cuentan el cómo, sino el porqué. Y finalmente llegaron los tempranillos, recuerdos más conocidos por todos y que dejaron un punto menor de sorpresa. Colores de Ábalos, Elciego, San Vicente, Quel y Haro que llenaron la sala, eso sí, de elegancia. Si debo elegir una tanda me quedo con la primera por la reivindicación de las viejas viuras y por las sorprendentes maturana y garnacha blanca. Vinos enormes a los que me gustaría ver en cata ciega con blancos de Borgoña, de Alsacia o del Loira. Iba a haber más de una sorpresa.