Vinos y viñas por el Camino de Santiago

El vino también peregrina por el Camino de Santiago

Desde Logroño a Grañón, la Ruta Jacobea discurre entre grandes extensiones de viñedo y vestigios de un pasado de espiritualidad, y a veces, también de vino

César Álvarez César Álvarez
Ruinas del antiguo hospital de San Juan de Acre, ahora integrado en los jardines  de Bodegas Corral
Ruinas del antiguo hospital de San Juan de Acre, ahora integrado en los jardines de Bodegas Corral.

Desde antes incluso de abandonar Navarra, el peregrino compostelano puede intuir que se acerca a una tierra de viñedos por la numerosa presencia de cepas a la orilla del Camino. Algo se que se confirma cuando nada más entrar en La Rioja transita por delante de bodegas Viña Ijalba, donde si lo desea, puede degustar el néctar que embelesó a divinidades como Baco o Dionisios y del que, según las Sagradas Escrituras, el Apóstol Santo al que rendirán culto al llegar a Compostela, también disfrutó en la última cena.

A la capital riojana, el peregrino accede por el Puente de Piedra para tomar la calle Ruavieja donde puede recordar el pasado vitivinícola de la ciudad en su visita de dos de los muchos testimonios que el ‘sector’ dejó en el Logroño más añejo.

Ruinas del antiguo hospital de San Juan de Acre, ahora integrado en los jardines  de Bodegas Corral

Las ruinas del hospital de peregrinos de San Juan de Acre hoy son parte de Bodegas Corral

El Espacio Lagares y el Calado de San Gregorio son dos valiosos testimonios de un logroñeses que tenían en el vino su forma de vida y elaboraban y criaban intramuros, para vender luego las odres en los mercados. Ahora, ambos espacios albergan la exposición ‘Los caminos del vino’, en los que se relacionan el vino y el Camino de Santiago.

No hace tanto, también en la Ruavieja –lugar de paso de los caminantes– La Reja Dorada (antigua casa de la familia de Jacinta Martínez de Sicilia, Duquesa de la Victoria y mujer del General Espartero) exhibía también un calado de piedra de sillería, antaño reservado para el almacenaje de los aperos, y también para la crianza y venta de vinos, entre otros, a los peregrinos que pasaban por la puerta de la casona y que además, de alimentar el espíritu querían alegrar el alma con un trago.

Entretanto, los grandes templos aguardaban. Santiago El Real, Santa María de Palacio o la Concatedral de La Redonda, fueron –y siguen siendo– lugar de parada para los peregrinos durante su visita a la capital riojana. En muchos casos, antes de dar algunos pasos más por la calle Laurel, en un peregrinaje con diferente motivación a la que les lleva a Compostela.

El Camino y los caminantes abandonan la ciudad por el Arco del Revellín donde en El Cubo encuentran otro espacio expositivo que recoge la historia de la ciudad, muy cerca del todavía casi inexplorado, Yacimiento de Valbuena.

El Camino lleva al peregrino hasta Navarrete donde encuentra a su paso las antiguas ruinas del antiguo hospital de peregrinos de San Juan de Acre, que ahora forma parte de Bodegas Corral, una instalación que abre sus puertas al peregrino para ofrecerle una zona de aseos en el interior de los icónicos depósitos de hormigón que forman parte de la imagen clásica de la bodega.

Avanzando hacia la tumba del Apóstol, el caminante supera Ventosa, una localidad de tratantes y lechoneros en la que el vino formaba parte de la actividad doméstica de las familias, que combinaban la crianza de cerdos con el cuidado de los campos de vides que rodean la localidad y que servían para nutrir los modestos calados familiares.

En Logroño, el camino discurre por Ruavieja, una calle con añejos lagares y calados

En su avance hacía Burgos, el peregrino va descubriendo un paulatino cambio del paisaje. Todavía hasta Azofra, las viñas son mayoritarias a los lados de la Ruta, pero poco a poco a partir de esa localidad, el cereal va ganando terreno a los viñedos. El trigo y especialmente la colza cambian la fisonomía del paisaje mientras se entra en la ciudad que albergó la corte del Reino de Navarra.

En Nájera, Santa María la Real alberga el que sigue siendo el panteón de monarcas españoles más importante si se exceptúa el de San Lorenzo de El Escorial.

Los milenarios muros que en el siglo XI mandó levantar el rey Don García Sánchez III  custodian y protegen los mausoleos de los reyes e infantes del reino de Nájera-Pamplona, antecesor del que fuera reino de Navarra.

El siguiente punto del Camino de Santiago, aunque ya algo distante del ‘camino del vino’ sitúa al peregrino en Santo Domingo de la Calzada, un hito en la Ruta Compostelana en la que se puede admirar el único gallinero con animales vivos que aún pervive en un templo español.

El gallo y la gallina que protagonizan el milagro –y que van siendo sustituidos para que no acusen su cautividad en ese espacio reducido– ocupan un gallinero gótico, construido en piedra policromada en torno a la mitad del siglo XV. El papa Clemente VI autorizó la estancia de los animales en el templo.

La torre catedralicia exenta es otro de los lugares con los que el peregrino y el visitante se encuentra en las inmediaciones del templo. La localidad calceatense está marcada por el Camino y por ello abundan albergues y antiguas hospederías que, en muchos casos, aún ofrecen sus servicios al peregrino antes de que abandonen La Rioja por Grañón.

El ferrocarril modificó el mapa económico

El tren reunió a los productores en torno a grandes compañías en el eje más cercano al Ebro y casi paralelo a la Ruta Jacobea

El desarrollo del Rioja estuvo íntimamente ligado al del ferrocarril (o viceversa) desde finales del siglo XVIII, cuando el ingeniero alavés Echanove defendió la idea de un trayecto muy próximo al actual, por Haro-Cenicero-Logroño, pese a la oposición de los productores de Rioja Alavesa.

Ese desarrollo ferroviario hizo cambiar la fisonomía económica de la zona, en lo relativo al sector del vino porque según se ha explicado frecuentemente –y recogía Manuel Ruiz Hernández en la revista de la Academia Vasca de Gastronomía– «alteró el equilibrio de estructuras empresariales, implantando bodegas grandes, que en principio algunas se conocían como ‘almacenes’ y supuso la desaparición de parte de las bodegas familiares ancestrales».

Además de la evidente influencia en el desarrollo de las bodegas del Barrio de la Estación jarrero, el transporte ferroviario también tuvo un peso notable en localidades como San Asensio o Cenicero, que contaron con estaciones o apeaderos que daban salida a los vinos hacia otros mercados, ejerciendo así el ferrocarril de dinamizador económico y ofreciendo a una zona de enorme valor enológico la posibilidad de crecer económicamente si le acompañaban las estructuras empresariales necesarias para ello. Ahí está la clave de la presencia de algunas firmas en torno a esas poblaciones con enlace ferroviario directo y el malestar de las de Álava que lo único que pudieron hacer fue mejorar sus caminos para tratar de llegar a las paradas riojanas y poder llevar sus vinos a mercados más remotos (el puerto de Bilbao abría la posibilidad de continuar el transporte a través de navieras, como la que la familia Navajas abrió para exportar Montecillo).

Logroño sueña con convertirse en una enópolis de referencia