Bodegas Izadi. Vvillabuena

Un regalo para los sentidos

Despiertan en su ‘hotel’ los insectos de su siesta cuando llegamos al viñedo El Regalo, de Izadi. La bodega ya trabaja en ecológico todo su viñedo en propiedad

Roberto Vicente y Alfonso Garciniega. en el viñedo El Regalo.
Roberto Vicente y Alfonso Garciniega. en el viñedo El Regalo.

Tanto Roberto Vicente, enólogo de Izadi, como Alfonso Garciniega, encargado de viña, consideran que el campo necesita ir a su ritmo, respetando la vida que hay en él. «Ojo, no hagas mucho ruido para que no tengan un mal despertar, es un hotel cinco estrellas», advierte Alfonso entre risas. «Hay piedras, ladrillos para las abejas, cañas de bambú, paja, troncos perforados… aun así, y esto sí va en serio, el verdadero hotel de insectos es el viñedo en sí, que pasees por él y lo sientas vivo», explica.

Estamos en uno de los mejores viñedos de la casa y Roberto Vicente relata orgulloso el trabajo que viene realizando esta bodega enclavada en el triángulo mágico que conforman Villabuena, Samaniego y Ábalos. «En julio nos certificamos por ‘Wineries for Climate Protection’, que reconoce las prácticas sostenibles, pero todo el viñedo propio lo cultivamos en ecológico y empujamos a nuestros proveedores a una práctica sostenible. En este tipo de viñedos hay que actuar de otra manera.

Izadi El Regalo

Precio 27,5 euros

Proviene de un viñedo de 80 años en el que conviven distintas variedades tintas y blancas. Fiel reflejo de su zona.
El Regalo de Izadi

La gente está acostumbrada a seguir un calendario, llueva o truene, pero la viticultura ecológica es diferente porque dependes del tiempo, ya que utilizamos productos de contacto, preventivos: tratas el viñedo, pero si mañana llueve está desprotegido. La idea es que se proteja de alguna manera a sí mismo, persiguiendo mayor equilibrio y menor vigor».

«Si tienes una buena cubierta vegetal, si abonas menos, si los racimos son más pequeños y están más expuestos son mucho menos sensibles a cualquier enfermedad». Está casi todo ‘inventado’, la naturaleza es sabia y el buen viticultor lo sabe. Los problemas llegan cuando forzamos su equilibrio: «El concepto de cultivo», insiste Roberto Vicente, «es diferente y hay que adaptarse a él, comprenderlo y trabajarlo de otra manera. Si dices voy a hacer ‘eco’, pero no cambias el chip, fracasas».

 En detalle, el hotel de insecto.
En detalle, el hotel de insecto.

Es un convencimiento, una cultura de trabajo más que un carné. Es algo que se siente cuando recorres este tipo de viñedos históricos, como El Regalo de Izadi: se disfrutan con un punto de respeto y casi veneración, ya que estaba ahí antes de nuestra generación. «Es un viñedo plantado en 1936, pero por la guerra no pudo inscribirse hasta el 1940. Tiene diferentes clones de tempranillo, viura, malvasía, graciano y algunas cepas que no sabemos ni lo que son», describe el enólogo de Izadi. «El típico viñedo viejo de Rioja, que mezcla variedades en terrazas e incluso con dos orientaciones diferentes». Catando luego el vino en bodega lo adivinas respetuoso, importante, testimonio en definitiva de su zona. «Una parcela, una expresión», matiza Roberto.

El futuro

A la hora de la despedida, Alfonso resume perfectamente el espíritu que empieza a recorrer el Rioja que viene: «Cada vez hay más gente que entiende que el trabajo en ecológico es el futuro, cada vez hay más viticultores que rechazan los productos abrasivos que se llevan todo por delante. Rioja es una zona más complicada para trabajarla en ‘eco’ que por ejemplo Ribera del Duero, pero la mentalidad está cambiando. Antes la sostenibilidad era una opción, ahora es casi una obligación».

«La Rioja que viene trabajará en ecológico. De opción ha pasado a ser casi obligación»

Y es que este es un movimiento imparable que busca el equilibrio entre la cepa, la tierra, la fauna y la flora. Quien trabaja así quiere mantener el suelo vivo, igual o mejor que como lo encontró. Es La Rioja que quiere legar lo que recibió a quienes se asienten en el futuro.