ontañón familia. Quel
Otros cien años más de garnachas
Queirón trabaja en un nuevo proyecto de suelos y nuevas garnachas en conducción vertical que reafirmen el significado de la variedad en Quel
Desde el mirador de La Pasada se alcanza a ver los Pirineos en días despejados. Impresiona. Escoltados por el monte Gatún y la Sierra de Yerga en el horizonte medio se adivinan Arnedo, Quel, Autol, Alfaro,… y los tonos rojizos de la hoja tempranilla que hace días que ha comenzado a caerse tras cumplir con su cometido. Es Ontañón, es Queirón, es Ontañón Familia. Mejor dicho, una parte de ella. «Mi sueño», el que Gabriel Pérez comparte con su familia.
El Arca viene del siglo XX y las nuevas garnachas deben alcanzar el XXII
La llegada hasta La Pasada no es sencilla. Lo fácil es perderse. Es una pasada estar allí, pero el nombre responde a un paso que te lleva hasta la cara sur de la Sierra de Yerga. Queirón es el resultado de la silenciosa iniciativa del patriarca, si bien en la familia Pérez Cuevas mandan las mujeres. Cuatro frente a dos, Incluso más. La Bartola, La Perdida, La María, La Pasada… son algunos de los nombres, femeninos de sus viñedos o parajes. Sorprende la presencia de El Poeta. El contrapunto. Y no sorprende en esta tierra la pasión por la garnacha, más sedosa y sensual que la tempranillo, rústica y de piel curtida. Es uno de sus últimos reductos en una Denominación que hace ya años apostó a la tempranillo.
En ese entorno, en el conocido como ‘el de las viñas’, en ese mar de majuelos que te lleva de Quel hasta la sierra, los Pérez Cuevas han encontrado el escenario perfecto para su proyecto de fortalecer lazos con el cultivo de la garnacha. Fortalecer, pues vienen de lejos. Al menos, desde que Lázaro Pérez, tatarabuelo de Gabriel, ya la trabajase en esas mismas tierras. Él en la viña y su hija en la venta. Y El Arca, hoy viñedo singular, como testigo. El Arca está en sus orígenes. Un viñedo centenario al norte del Cidacos que se ubica a 550 metros de altitud y que apadrina las nuevas plantaciones. El actual proyecto de Queirón es una veintena de hectáreas de cepas garnachas. Viejas y jóvenes, incluso recién plantadas. Vides por encima de los 550 y 650 metros. El Aniceto y Royal. Vasos cuyos brazos se retuercen fruto de la poda y del paso de los años se mezclan con nuevas vides que se levantan lozanas, orgullosas de la tierra que les ha visto nacer. Cultivo de la garnacha guiada por tutores. Uno por cepa.
Oferta enoturística
Garnachas de la casa, pues el material genético es propio. Leticia Pérez, una de las hijas de Gabriel y encargada de campo, está al frente de una forma de conducción que cada vez se ve más por tierras de Rioja, aunque con un matiz. Aquí no hay una elevación individual de masa vegetal de un vaso ya hecho al que se busca dotar de más luz solar y aireación, sino de una conducción vertical, buscando uvas a tres niveles de altura.
De nuevo el futuro se apoya en el pasado, porque la vid fue, es y será una planta trepadora. Muy difícil de domar, eso sí. La garnacha es la protagonista, pero no solo la joven, sino también la vieja. Sobrevive en tierras pobres, de secano, en el que más del 65% es arena.
El guardaviñas de Las mil y una noches
Este ha sido otro de los grandes trabajos de la familia: poner orden en los suelos, prepararlos para las nuevas plantas. Se han enriquecido con materia orgánica y se han oxigenado. Esas plantaciones aún con hoja, trabajadas con mimo a ojo de quien las mira hablan de futuro, futuro ecológico, en una tierra que combate el pasado agotado. «Cada finca que se ve abandonada es una familia que ya no la trabaja, que no vive aquí». Y es lo que no quieren los Pérez Cuevas para su Quel. Hace 100 años estaba la garnacha deEl Arca y trabajan porque dentro de 100 años siga viva.