álvaro forcada. Cervera de Río Alhama

La otra Cervera, la del vino, existe

Älvaro Forcada abrió en el año 2020 la única bodega de la localidad en un edificio que albergó antes una alpargatería y hasta el culto religioso

José Martínez Glera José Martínez Glera Justo Rodríguez Justo Rodríguez

Tomé la decisión acertada». No es la primera vez que se le escucha esta frase a Álvaro Forcada. Economista de profesión y vitivinicultor de cuna, hay que estar absolutamente convencido para emprender una aventura vinícola con la pandemia del COVID azotando y en Cervera del Río Alhama, tierra de uvas, pero no de bodegas. Dos años después de ese trabajo entre muros de piedra, vinos como Piedralén o Finca Los Miguelillos descubren que existe otra Cervera.

«Cuando empiezas a podar ya sabes lo que quieres hacer en esa cosecha»

«Pertenezco a una familia de agricultores en la que siempre hemos trabajado el viñedo, pero con el objetivo de vender a granel. De hecho, ahora mismo elaboro un 15 o 20% de la cosecha. El resto la vendemos», indica Álvaro. Ya se posiciona. Las mejores uvas, para sus vinos. Las menos buenas, para la venta. Ahí entra también la calculadora del economista que lleva dentro. Y más al precio que se pagan las uvas, las buenas uvas.

Álvaro Forcada, en la puerta de su bodega, en el casco urbano de Cervera.
Álvaro Forcada, en su bodega, en el casco urbano de Cervera.

Álvaro Forcada entiende que el origen de su proyecto está en el campo, aunque haya abierto una pequeña bodega en el casco urbano de Cervera del Río Alhama, la única que hay. Y por supuesto, con pasado alpargatero. «Es un edificio emblemático, que se restauró en 1896. Ha sido un lugar en el que se han hecho alpargatas, se ha elaborado vino e incluso acogió la ermita de San Miguel y, antes, la sinagoga», señala. De hecho, lo que se ve desde la calle San Miguel es la antítesis de lo que se observa desde dentro, con una bóveda de cañón impresionante que ha superado el paso de varios siglos.

La bodega es el final del trayecto. El inicio está en el campo, en ese viñedo que suele visitar con la familia, pero también a caballo. Paz y libertad. Quizá sea uno de los pocos viticultores que muestrea con montura. Diferente. «La viña es mi vida. Cuando estudiaba, siempre me dejaba una semana para vendimiar y los fines de semana para trabajar con el tractor. El vino se hace en el campo y quien no lo entienda es que se está perdiendo algo, porque con malas uvas no se pueden elaborar buenos vinos», relata.

Oferta enoturística

Alcanzada la treintena e inmerso en pequeñas pruebas de vinificación en silencio, a sus 32 años decidió dar el paso. Estamos en 2020. Planificar la cosecha desde cero, como siempre, pero con el proyecto de su bodega lanzado. Y en marzo cambia todo. Aparece el COVID. Ni un paso atrás.

De esa iniciativa han nacido vinos como Piedralén y Finca Los Miguelillos. «Son viñedos que están a 650 metros de altitud. Tempranillo blanco, graciano y garnacha, porque uno de los retos es recuperar esas garnachas que se estaban perdiendo. Aquí, en Cervera, Cabretón y las Ventas del Baño, tenemos suelos pobres, clima mediterráneo poco extremo y carecemos de regadío, pero es una zona con un enorme potencial», desgrana y alaba. Hasta le cambia el tono de la voz.

Su mente sigue en el viñedo. De él nacen esas 25.000 botellas que cada año saca al mercado. «Cuando comienzas a podar ya sabes lo que quieres hacer en esa cosecha. El trabajo en ese momento ya es diferencial. Viñedo, trabajo y zona se reflejan en las uvas. Piedralén expresa lo que es el vino de Cervera, una finca emblemática, pero también una garnacha trabajada sobre lías. Finca Los Miguelillos es tempranillo, reflejo de una parcela, pero no de una tierra más, sino de una que rinde a 2.500 kilogramos por hectárea», desvela. El viñedo. «Cuando llego al campo respiro, me entra esa sensación de libertad», concluye.

Kilómetro 0 y sin apenas vida virtual

Finca Los Miguelillos 2020

Garnacha procedente de una viña de más de 70 años y baja producción
Finca Los Miguelillos 2020