El detalle marca la diferencia

« Conservar nuestras viejas garnachas supone respetar a nuestros mayores»

La ampliación de la bodega coloca a Martínez Alesanco en otra dimensión, con dos objetivos claros:trabajar mejor en la parte técnica para afinar todos los procesos de elaboración y crear un ambiente más cálido, cuidado al detalle, para que quien venga se sienta como en casa. «Tampoco para hacer nada nuevo –aclara Pedro Torrecilla– , ya que seguimos con nuestra filosofía de siempre, pero ahora tenemos la posibilidad de hacer las cosas con más comodidad, degustar los vinos en el jardín, en espacios abiertos y con unas vistas espectaculares».

La de los Martínez Alesanco siempre ha sido una bodega abierta: «En casa llevamos haciendo enoturismo desde antes de que se utilizara esta palabra. Abríamos los siete días a la semana, con mi abuelo Pedro y mi madre, Ángela, siempre aquí con las puertas abiertas. Venía gente del País Vasco a comprar y se les ponía un vino con un plato de chorizo y pan del pueblo». Enoturismo del siglo XX podríamos decir, más sencillo pero igual de efectivo que el actual: «Ahora cuidamos más el detalle, pero seguimos haciendo lo mismo, ya que los cuatro hermanos recibimos a la gente con nuestro vino y con productos de Badarán. Este verano hemos tenido más de 6.000 visitas, toda una satisfacción», detalla Pedro.

Oferta enoturística

Taller sensorial y curso de cata: Impartido por Pilar Torrecilla, enóloga de la bodega. 15 euros.
Visita a viñedo y bodega: Para conocer el proceso completo de la elaboración. Posibilidad de catar en bodega el vino del viñedo visitado. 20 euros.

Decía Leonardo da Vinci que los detalles hacen la perfección y que la perfección no es un detalle. Es lo que persigue esta familia del Alto Najerilla: «Nuestra visita es libre, no hace falta reservar, pero siempre siguiendo un mismo patrón. Aquí a todo el que llega se les explican los vinos y luego se les ofrece la posibilidad de probarlos. Es la manera de transmitirles nuestra forma de hacer el vino y, en el fondo, de vivir el pueblo y la comarca».

prevención pero, cuando se los explicas y les sirves una copa, siembras algo que con los años seguro que vale de mucho. Como mínimo ya los entienden». «Lo mismo pasa –continúa– con quienes únicamente asocian Rioja con el tempranillo; les haces una cata sencilla, con detalle pero con palabras que entiendan, de garnacha o de maturana tinta y encuentran otra Rioja que, además, quieren conocer en mayor profundidad».

¡Fuera corsés, fuera miedos!, parece decir Pilar y me gusta esta filosofía: «Tenemos una visita preciosa en la que subimos a la parte más alta de Badarán. Como aquí no ha habido concentración parcelaria paseamos por viejos viñedos y probamos las bayas de los vinos que luego podemos catar en bodega, mostos incluidos. La gente sale encantada porque vive el proceso del vino de la vid a la botella, sin maquillajes y viendo además el ecosistema que lo rodea y que lo hace sostenible.

Esto no es un wine bar: aquí se aprende

En Bodegas Martínez Alesanco no se quiere trabajar el concepto de wine bar. «No somos hosteleros, queremos explicar nuestra forma de trabajar. A partir de ahí, si nos preguntan, les podemos orientar, y si quieren probar tres, cuatro..., o toda la gama de vinos, la tienen a su disposición. Queremos que salgan con una idea definida de quiénes somos porque esto es una empresa familiar», explican Pilar y Pedro. Son las dos cuando terminamos las fotos, pero, por una vez, fui inflexible con los dos hermanos exigiendo pasar de la teoría a la práctica tomándome un tinto con ellos en la terraza. El vino hace olvidar las penas, pero, en un jardín como el de Martínez Alesanco, hace que incluso te reconcilies con muchas cosas del día a día.