Juan Carlos Sancha. Baños de Río Tobía
Las siete vidas del gato
La definición de ‘hombre renacentista’ se aplica a alguien con amplios conocimientos en diferentes artes: entre los renacentistas del vino está sin duda Juan Carlos Sancha
Viticultor, profesor de universidad, asesor, empresario, innovador, enólogo, investigador, mentor de jóvenes, amante de su tierra, ‘bon vivant’ cuando se tercia… Se me acaban los sustantivos para atribuir a este auténtico renacentista que pone en valor las garnachas del Alto Najerilla y que sigue batallando por colocar al Rioja en lo más alto del panorama vitícola. ‘Vita brevis’, debe pensar, porque apura los días como si duraran más de veinticuatro horas. Pero tiene suerte porque, jugando con la etiqueta de su colección de vinos Peña El Gato, este gato tiene siete vidas.
«El Alto Najerilla estaba desprestigiado; ahora grandes bodegas están comprando viñedo»
Dice un amigo que los mejores vinos proceden de la viticultura convencional que tira por el camino recto, sin rodeos innecesarios. Que el campo ejerce su derecho al pataleo, que la naturaleza quiere mantener el equilibrio que siempre tuvo. Y estoy convencido que Juan Carlos, desde Baños de Río Tobía, ha intentado seguir esta simple filosofía de la racionalidad. Si los abuelos plantaban garnacha en el Alto Najerilla, por algo sería; si lo hacían en las zonas más improductivas, tendrían sus razones. Si hacían las cosas como las hacían era porque la experiencia de los años así se lo dictaba en una relación entre hombre y tierra sin ruidos ni estridencias.
Garnachas de la tierra
Y ahí está nuestro protagonista, siguiendo su camino, con la recuperación de viejas variedades y de la garnacha. «El proyecto de recuperación de variedades autóctonas minoritarias lo inicié con Fernando Martínez de Toda en 1988 yendo a contracorriente porque la moda era plantar uvas foráneas. Y recuperamos una treintena. Mi lucha con la garnacha del Najerilla –en 1973 en Rioja había más garnacha que tempranillo– ha ido hacia su conservación, hablando con la gente para que no arrancara las viejas viñas. Creo que ahora sí hay conciencia de cuidarlas».
Todo ello en su comarca, el Alto Najerilla. «Antes esta zona estaba desprestigiada, pero el cambio climático la ha beneficiado y su futuro es más que prometedor. Todavía está por descubrir, pero grandes bodegas ya están comprando viñedo». Y es aquí donde el espíritu del veterano profesor sale de nuevo, como inspirador de las nuevas generaciones de viticultores. «Hay muchos chavales que están ahí intentando hacerse un hueco en su comarca y con sus vinos. Si me piden consejo se lo doy, pero vuelan solos iniciando caminos desde sus propias raíces. Me siento orgulloso si he podido dar algún pequeño impulso a gente más joven».
Oferta enoturística
Vamos sumando temas en la manera en la que entiende Juan Carlos su pasión. Ya van cuatro, quedan tres hasta completar el mágico número de siete, las vidas del gato. El quinto debe el futuro del Rioja. «Se está escribiendo. Hemos pasado de una etapa en la que mandaba un actor secundario como era la madera a otra en la que importa más el ‘terroir’ como unión de suelo y microclima, con ejemplos como los vinos de pueblo o los singulares». «También quiero decir –continúa [y es la sexta]– que estoy preocupado por el intento de la división de Rioja, un sinsentido porque no se atiende a la diferenciación de las viñas cuando las denominaciones nacen para preservar la calidad de un producto». Lo que nos pone a las puertas del capítulo final de este viaje en rojo cardenalicio –como le gusta definir el color de sus tintos–: el enoturismo: «Es una manera de compartir vivencias y, también, una oportunidad para conocer al aficionado al mundo del vino».
Enoturismo de viña, no de barricas
Cerro La Isa 2018
Viñedo singular