tarón. tirgo

La belleza está en el exterior

El proyecto enoturístico de Tarón se expresa fuera de las paredes de la bodega, entre los viñedos centenarios y en los municipios que habitan los socios de una cooperativa ejemplar

TOÑO DEL RÍO Toño del Río Justo Rodríguez Justo Rodríguez
Paisaje de viñas con la ermita de Cillas, en Sajazarra, al fondo
Paisaje de viñas con la ermita de Cillas, en Sajazarra, al fondo.

El límite más septentrional de La Rioja lo ocupa un puzle de viñedos muy añosos que encajan entre caminos mil veces pateados y montañas rudas de piedra seca salpicadas de hayas y quejigos; de enebros y madroños, de aulagas, tomillo y espliego que ahorman el carácter geográfico de una zona a la que el antropólogo Luis Vicente Elías acertó en llamar ‘Territorio Tarón’. ‘Tarón’... será porque al sur de ese paraíso tan vacío de habitantes como colmado de belleza, el Tirón hace raya, marca frontera con otra Rioja, la Alta, que es la misma pero es diferente a la vez.

Es aquí donde dos centenares de viticultores prohijaron el proyecto de ‘Bodegas Tarón’. Una cooperativa cimentada en interés comunes y en las diferencias que, sumadas una a la otra, enriquecen una idea. Eso es ‘Tarón’. 700 hectáreas de viñedos ennoblecidos por el tiempo y repartidas en cuatro municipios: Cuzcurrita, Sajazarra, Tirgo y Villaseca. Y ahí descansa el proyecto enoturístico de ‘Tarón’, en la aventura de «poner en valor el territorio, cuenta el responsable de desarrollar ese proyecto Jesús Sánchez-Prieto. Porque bodegas hay muchas en la Denominación, «pero este territorio es único y nuestro deber es darlo a conocer», resume.

No le faltan razón ni argumentos. La belleza de ‘Tarón’ está en el exterior y Sánchez-Prieto lo sabe tanto que apenas deja que el periodista se acomode en una bodega que se presume moderna. A la carrera a la carretera.

Jesús Sánchez-Prieto (i) en el ábside de San Román de  Villaseca.
Jesús Sánchez-Prieto (i) en el ábside de San Román de Villaseca.

Aunque el sol del otoño se ha dejado ganar la partida por el cielo nimbado en gris de este día, lo mismo es salir al camino para enfilar hacia Castilseco que empezar a comprender y a darle la razón. El otoño se expresa aquí con toda su colorida pólvora. Sorprende la intensidad, incluso, en un año en el que la sequía ha apagado el pantone del agro riojano habitual de esta temporada. Y termina de convencer la primera parada, en Castilseco, la aldea de Galbárruli que exhibe la iglesia de San Julián, una de esas joyas del Románico que menudean en las faldas de los Obarenes y que forjan parte del carácter ‘Tarón’. Que no es sino naturaleza y patrimonio, viñedos y cultura, cepas centenarias y piedras talladas hace siglos.

Piedras talladas que saludan en el ábside de la iglesia de San Román, en Villaseca (aldea de Fonzaleche) y que alcanzan la esplendidez en Sajazarra, adonde el proyecto enoturístico de Tarón se asoma para terminar de sorprender al visitante poco avisado.

Luego de semejante menú, el regreso por caminos agrícolas, entre viñas preñadas aún de uvas de racima colma las expectativas más exigentes. Lo dicho: patrimonio y viticultura.

«En las faldas de los Obarenes, el otoño se expresa con toda su colorida pólvora»

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