Un hijo de la necesidad... y del ferrocarril
El Barrio de la Estación ejerce de imán enoturístico de Rioja
Presume hoy con legítimo orgullo de concentrar el mayor número de bodegas centenarias del mundo; el Barrio de la Estación de Haro es, como indica su nombre, hijo del ferrocarril y primo hermano de una doble necesidad. Una, la que urgió a un puñado de avisados bodegueros franceses a adquirir en la ciudad jarrera vinos con los que suplir los que no les daban las malas cosechas que el oidium, primero, y la filoxera, después, habían provocado sucesivamente en sus viñedos galos. Y otra, la de acercar sus almacenes al espacio geográfico desde el que pudieran llevar ese vino a los mercados continentales; y este estaba en la zona de la nueva estación provisional jarrera: el Bario de la Estación.
La pionera fue López de Heredia, que abrió brecha en 1877 en el espacio donde hoy sigue defendiendo la filosofía que impulsó a Rafael López de Heredia y Landeta a desarrollar un proyecto cuando los comerciantes franceses ya habían regresado a su país. La veterana, sin embargo, crece ajena a la explosión enoturística del Barrio y de la región y advierte en su web que las visitas las limitan a los profesionales.
Luego se fueron sumando la Compañía Vinícola del Norte de España (CVNE, 1879 ); Gómez Cruzado (1886); La Rioja Alta (1890); y Bodegas Bilbaínas (1901). Ya más contemporáneas, la casi hoy centenaria Muga se trasladó al Barrio, cuya vecindad cerró, al menos hasta hoy, la jovencísima Roda.
Durante casi todos los años del siglo pasado, el Barrio vivió de espaldas a Haro. O quizás fue la ciudad la que se la dio, la espalda, a los del otro lado del puente. Hasta que alguien advirtió de su necesaria complementariedad si la que se anuncia como Capital del Rioja quería ser polo de atracción enoturística. La Cata del Barrio de la Estación que organizan y acogen desde 2015 es el mejor ejemplo de esa necesidad y el modelo de colaboración como imán para el turista del vino.