PRETIUM. CUZCURRITA

Con la verdad por delante

Luchadora incansable, practicante de la ética en el viñedo y la viticultura ecológica: las verdades de Berta Valgañón

Berta Valgañón, de Villaseca, en los Obarenes, y con bodega en Cuzcurrita, se mantiene fiel a sus principios. Los aprendió de su padre y no encuentra razones para cambiarlos. Considera que lo mejor viene del trabajo en el campo, que la bodega simplemente pone el punto final a unos vinos que, opinión personal, avanzan con paso firme.

«Todos mis viñedos están en un rango de apenas kilómetro y medio, pero cada uno es mundo. Y dentro de cada uno, más de lo mismo. La paz que te da recorrer El Carasol en esta época es maravillosa, ves unos colores que te emocionan. Rojos del tempranillo, ocres del graciano, verdes de la garnacha, amarillos de las variedades blancas… Eso es lo que más me gusta de viñedos como éste, su personalidad, tienen más de cien años de vida y hay que preservarlos como sea».

PRETIUM BLANCO

Precio 18 euros

Un vino muy especial tras pasar cinco meses con sus lías y diez en barricas de 500 litros.
PRETIUM BLANCO

Hace frío en los Obarenes… «Estamos en la región 1, según el índice de Winkler, como Borgoña o Champaña, un clima atlántico que hace que muchas bodegas hayan venido a la zona por la acidez y frescura de los vinos que salen de aquí. Los suelos son francos y calizos, con buen equilibrio entre arena, limos y arcilla, perfectos para la viña». describe.

Ecología y ética

Como fiel creyente de la ética en el viñedo, verdad número dos, Berta lo considera su aliado. Cuídalo un poco y te devolverá mucho más: «Siempre he trabajado en ecológico, hay que respetar la viña. Pero últimamente he ido un paso más allá: hago infusiones de cola de caballo, pulverizo un preparado de boñiga que ayuda al sistema radicular… Todo ayuda a mantener vivo el suelo, el principio de un gran vino».

Berta, con uno de sus últimos vinos, un rosado.
Berta, con uno de sus últimos vinos, un rosado.

«El cambio climático nos ha ayudado mucho y cada vez más bodegas vienen a Cellórigo, Villalba o Sajazarra, a los Obarenes en definitiva. Veo que hay gente joven que quiere quedarse en los pueblos y ganarse la vida con la viña y eso me gusta. El mío es un proyecto pequeño, sigo con mis 10.000 botellas, y pienso que la viña siempre será lo que hayas trabajado en ella toda tu vida. Como el vino, intento hacerlos lo más naturales posibles, mínimo sulfuroso, no los clarifico, no los filtro, dejo que sigan su ritmo y se tomen su tiempo. Es, simplemente, como entiendo todo esto».