De las cepas de El Manao saldrán solo 300 botellas
Bodegas Sonsierra ha certificado nueve viñedos singulares tras un proceso que empezó a caminar en 2012, cuando, tal y cómo explica su enólogo, Rafael Usoz, comenzaron a controlar los viñedos más viejos, diferenciándolos, pagándolos aparte y realizando controles de viticultura de precisión con vuelos desde el año siguiente. «Ya habÃamos valorado la idea en construir una nueva bodega para elaborar vinos de menos volumen y con la llegada de la categorÃa de vino singular le dimos el impulso definitivo al proyecto porque se adecuaba a la perfección a lo que estábamos buscando».
Sonsierra controla unas 1.400 parcelas, de las que 143 tienen una edad superior a los cuarenta años: «Estamos en proceso de aprendizaje porque tenemos que comprobar que el vino es el que buscamos; hasta ahora no tenÃamos la posibilidad de elaborarlo como pretendemos, desde este año ya contamos con los depósitos necesarios para hacerlo y ahora entramos en una fase de aprendizaje auténtico».
Sonsierra nº1 a nº9
Los nueve viñedos están clasificados por alturas, desde los 410 metros del más cercano al Ebro a la finca más alta que asciende a los 620 metros
- Bodegas Sonsierra
- Paseo de Logroño, 3, 26338 San Vicente de la Sonsierra (La Rioja)
- 941 33 40 31
- sonsierra.com
Explica Usoz que lo que persiguen es que el vino de cada una de las parcelas hable por sà mismo, que nos diga algo: «Si dentro de diez años tenemos ocho o nueve singulares en el mercado, que se puedan diferenciar entre ellos».
Y los datos llaman la atención. El Manao, que es el primero de los nueve viñedos certificados, no llega a una fanega de extensión, se han recogido 560 kilos de uva, que han dado 360 litros de vino que se están criando en una barrica de la que saldrán unas 300 botellas a lo sumo.
«Hay una finca de más de una hectárea y la más ‘moderna’ data de los sesenta»
Los nueve viñedos están clasificados por alturas, desde los 410 metros del más cercano al Ebro a la finca más alta que asciende a los 620 metros y que tiene unas garnachas plantadas en 1927. Sólo existe una finca que supere la hectárea y la más ‘moderna’ data de los años sesenta. «Es un patrimonio enológico que tiene un valor incalculable», relata el enólogo, que también explica que las nueve parcelas apenas suponen el 0,4% de la producción total de la bodega. «Si quieres buscar la calidad, hay que ir a por estos vinos y cuando se presentó la decisión a los socios se aprobó por unanimidad. La mentalidad de los viticultores de San Vicente es asÃ, saben que estas apuestas son necesarias. De la misma forma, las uvas de viñedo viejo las pagamos como si se hubiera recogido todo lo que permite el papel. Lo que intentamos es que al agricultor le compense trabajar con pequeñas producciones. Es la única forma de pagar el valor añadido que ofrece la máxima calidad».