LA CATA

EL DESPERTAR DE LA
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Catorce varietales de garnacha, desde Villaseca hasta Rincón de Olivedo, elaborados en roble, hormigón, vidrio o ánforas, demuestran el injusto tratamiento histórico hacia una uva cuyo recorrido no tiene límites

Alberto Gil Justo Rodríguez Andrea Aragón

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i hay alguna variedad de uva con la que Rioja tiene una deuda histórica es con la garnacha. Ocupaba más superficie que el tempranillo hasta el año 1973 y hoy no llega al 8% del viñedo de Rioja pese a haber sido una de las bases principales de los vinos históricos y más longevos de la región.

Denostada, incluso oculta en las etiquetas durante décadas, la garnacha está hoy de moda. Es una uva de ciclo largo, con una extraordinaria versatilidad y adaptación a suelos y zonas. En la actualidad, una corriente de pequeños elaboradores de Rioja trabaja para reposicionar la garnacha aprovechando la finura de sus taninos, su golosidad y amabilidad en boca y sus enormes posibilidades en bodega. Esta cata propone un viaje, por zonas geográficas, desde el extremo más noroccidental de Rioja de ‘frías’ garnachas para adentrarse en las estribaciones de la Demanda, del sistema Ibérico, con el Najerilla, Moncalvillo, las sierras de la Hez, Yerga y Alcarama como localizaciones principales en viñedos que en algunos casos incluso superan los 800 metros de altitud.

El primer grupo

Cuatro varietales de la garnacha más atlántica componen la primera tanda: Pretium 2018, de un viejo viñedo centenario de los Obarenes (Villaseca) elaborado en ánfora de barro; Cifras 2018, de Creaciones Exeo (Bodegas Tierra), garnacha de Labastida que se trabaja en hormigón tradicional y en huevo de hormigón; otra garnacha de Labastida de Basilio Izquierdo, con parte de la crianza aún por delante y embotellada para la ocasión; y Cupani, varietal de un viñedo centenario de San Vicente: «Una tanda espectacular, con un hilo conductor de taninos finos y elegantes, pero al mismo tiempo complejos y, sobre todo, con la riqueza de cada elaborador que trabaja la variedad con materiales distintos», apunta el sumiller Raúl Martínez.

Basilio Izquierdo «Son casi todos vinos ‘libres’, muy creativos, que son los que Rioja necesita»

De hecho, el barro sienta como un guante al vino más extremo por clima de Villaseca (Pretium) de la viticultura Berta Valgañón, que hace unos años se puso el mundo por montera y comenzó a cultivar los viejos viñedos familiares y a elaborar sus propios vinos en un calado histórico de Cuzcurrita. Algo similar sucede con el hormigón para el Exeo, un vino de Labastida con finura y extraordinaria expresión varietal, que Carlos Fernández (Bodegas Tierra) elabora dentro de una colección específica, Creaciones Exeo, con la garnacha (tinta y blanca) como protagonista y sin utilizar la madera para respetar al máximo el carácter primario.

A continuación, llegan otros dos vinazos criados más convencionalmente en madera, lo que aviva el debate. Basilio Izquierdo aclara que su garnacha acaba de sacarla de la barrica para la cata y que todavía no ha empezado la crianza en botella, mientras Cupani 2016 es otro vino serio, fresco pero con la complejidad añadida de una rica y fina madera: «Está claro que los vinos en madera duran más tiempo, pero hay una oportunidad para vinos más frescos, de consumo más rápido, trabajando con otros materiales y con un perfil varietal extraordinario». Es la opinión de Carlos Mazo, viticultor de Aldeanueva de Ebro, que trabaja con viejas garnachas dando rienda suelta a la creatividad personal como demostrará su vino Outsider 2018, seleccionado también para la cata en la tanda de Rioja Baja.

En cualquier caso, tanto uno como otro, el de Basilio Izquierdo y el Cupani de la familia Eguiluz en San Vicente, son dos estupendos vinos que dejan claro que aquel dicho sobre el carácter oxidativo no es más que un mito provocado por una mala elaboración: «Es una gran variedad, con mucha suavidad y poca tanicidad, hasta el punto de que se puede comparar incluso con la pinot noir», apunta Basilio Izquierdo. «A mí –continúa–, creo que el roble, con mesura, la ayuda, pero también hemos visto que va con todo tipo de materiales».

Desde la experiencia, Basilio recuerda que «en los años 70 y 80 ni siquiera poníamos que la usábamos en los vinos clásicos en las contraetiquetas y ahora parece que todo el mundo tiene garnacha, pero lamentablemente, nos quedan cada vez menos».

Basilio Izquierdo «Su suavidad y poca tanicidad permiten comparar la garnacha con la pinot noir»

El segundo grupo

La garnacha ha acompañado históricamente a la zona del Alto Najerilla, donde se utilizaba para elaborar claretes y para vinos de ‘casa’, de la despensa agraria de las familias. El cambio climático, y no es una sospecha sino una evidencia, ha venido de maravilla a la zona quizás más emergente en la actualidad de Rioja con nuevas bodegas y compras de tierras de viejos viñedos de garnacha que no se llevaron por delante las parcelarias.

Mucho ha tenido que ver en este resurgir del Alto Najerilla la labor de Juan Carlos Sancha con la recuperación de pequeñas parcelas de viñedos centenarios y, por supuesto, en la cata ahí estaba su Peña el Gato Tinaja 2018 (ánfora de barro), junto con la garnacha de Martínez Alesanco 2016, con Octogenarius 2015 y con Caracuesta 2016, en este caso, de la zona de Moncalvillo, un garnacho de un pequeño majuelo a los pies de Peña Bajeza (Islallana).

Fernando Martínez de Toda «Todos los vinos son de vendimias tardías y aprovechan el mes extra de maduración»

Caracuesta 2016 es uno de los parcelarios de Vinos del Panorámico, una selección de pequeños viñedos que los jóvenes Alejandro Estebas y Daniel Rodríguez, sobrino e hijo de Miguel Ãngel Rodríguez (Vinícola Real), elaboran en un pequeño proyecto de identidad propia volcado en viejos viñedos de Moncalvillo y del Alto Najerilla.

En la cata es el vino de fruta más madura, quizá un poco de más, pero fácil de beber y con intensidad y con estupendas hechuras. Peña El Gato Tinaja muestra que esas fantásticas garnachas que ha recuperado Juan Carlos Sancha lo soportan todo: roble, ausencia de sultifos, barro... Un vinazo que, en esta versión de tinaja, muestra todo el carácter primario con la frambuesa voluptuosa característica de la variedad en la zona.

Martínez Alesanco Garnacha 2016 es aún más rotundo, también de una viña centenaria de Badarán criada en barricas que Pilar Torrecilla ‘limpia’ con una fermentación previa de un blanco para limitar el aporte de madera al vino. Ambos vinos alcanzan, o superan los 14,5 grados, pero la estructura, junto con la frescura y dulzura varietal, los hacen amables y equilibrados.

Carlos Mazo «Hay una oportunidad para vinos más frescos, trabajando otros materiales»

Octogenarios 2015 es la añada más antigua de la tanda. Vino de cepas viejas, ahora ya con casi 90 años, del cercano municipio de Cárdenas, que los viticultores José Antonio García y Carlos Manzanares decidieron elaborar en la que publicitan como «bodega más pequeña de Rioja» para que las uvas no fuesen mezcladas con el resto en la cooperativa donde las llevaban. Un acierto, por supuesto, para un vino con mucha personalidad, muy fragante, con potencia pero al tiempo elegancia. «La garnacha es un ‘león dormido’, es la variedad más franca que tenemos en Rioja y, aunque a mí me gusta mucho cuando no toca la madera, demuestra que va con todo tipo de materiales si tienes cuidado al elaborala», señala Carlos Fernández, de Bodegas Tierra (Labastida).

Una visión que complementa Pilar Torrecilla, de Bodegas Martínez Alesanco (Badarán): «Gracias a Dios las bodegas y las consumidores estamos redescubriendo la garnacha; es una uva de gran calidad que se adapta a todas las zonas de Rioja y a prácticamente todos los métodos de elaboración con un hilo común, que son vinos fáciles de beber, pero con una complejidad extraordinaria».

Juan Carlos Somalo «La garnacha era parte de algunos de los mejores vinos que se han hecho en Rioja»

La Rioja Baja

Por decir algo, lo de Rioja Baja, porque dos de los vinos de la última tanda geográfica de garnachas se cultivan en el entorno o por encima de los 800 metros de altitud. La garnacha ha sido la variedad histórica de esta amplia y muy desconocida comarca, pero, según el cultivo se ha ido acercando al valle, se fue sustituyendo por tempranillos y abandonando cotas de altura donde en suelos poco fértiles y agrestes ofrece vinos de primera división.

Pilar Torrecilla «Gracias a Dios estamos redesubriendo la garnacha»

Carlos Mazo (Vinos en Voz Baja) abre la tanda de garnachas de Rioja Baja con su rompedor Outsider 2018. El nombre ya es toda una declaración de intenciones para un microelaborador que no pone límites a su creatividad: el vino, pisado con raspón pasa a damajuanas de cristal de 54 litros y de ahí a la botella antes de salir al mercado en una colección limitada y numerada tanto de botellas como de damajuanas. El resultado, un vino atípico, fresquísimo, fácil de beber, incluso con un punto carbónico que no necesita de platos rotundos para disfrutarse en cualquier barra de bar.

Ortega Ezquerro es el proyecto de Carmelo Ezquerro y David Bastida, que intenta situar en el mapa la localidad de Tudelilla, cuyas garnachas han sido históricamentes algunas de las uvas más apreciadas de Rioja, pero que luego eran ‘envueltas’ en otros vinos con tempranillo de Rioja Alta sin apenas referencia a la garnacha: «Estamos hablando de un variedad que durante muchas decadas ha estado en porcentajes del 20 o 30% en algunos de los vinos más grandes que se han hecho en Rioja», aclara el enólogo Juan Carlos Somalo (Universal de Vinos). «No había bodegas –continúa– entonces en La Rioja Baja y quizás por eso se ha diluido su auténtico protagonismo en Rioja que, desde luego, ha sido muy imporante».

Ortega Ezquerro Garnacha 2017 procede de un viñedo a casi 700 metros que logra conjuntar los aromas de monte bajo con la mineralidad de los suelos pedregosos característicos de Tudelilla. Rioja Baja en mayúsculas para dejar paso a, probablemente, el vino más rotundo de la cata: Alma de Forcada Cepas Viejas 2017, cultivado a casi 800 metros de altitud en la sierra de Alcarama donde la familia Forcada ha conservado viejos vasos espectaculares de garnacha para elaborar este vino que este mismo año fue declarado en Londres mejor varietal de garnacha del mundo.

Juan Carlos Sancha «Se han dicho muchas mentiras sobre la garnacha, pero tiene enormes posibilidades»

Y, para cerrar, otro vino de altura, por encima de 800 metros en Santa Eulalia Bajera, donde los hermanos Mario e Iván Santos (Bodegas Aldonia) heredaron unos viejos viñedos de los que elaboran Aldonia 100, un espectacular varietal de una zona tremendamente desconocida, en las cercanías de Peña Isasa donde el viñedo convive con almendros y olivos en suelos rústicos y pobres. Espectacular la tanda de esta, ‘otra’ Rioja Baja, donde la altitud y el clima continental rompen tópicos: «La característica de las tres zonas es que son vinos de vendimias tardías, casi un mes incluso después del cierre ‘oficial’ del Consejo Regulador, lo que da casi un mes extra para completar la maduración y conseguir estos vinos tan equilibrados y espectaculares», apunta Fernando Martínez de Toda. «Es curioso, pero son casi todos vinos –apostilla Raúl Martínez– que bordean la ‘alegalidad’, con vendimias muy tardías, en algún caso con uva blanca añadida a la tinta, elaborados en materiales no convencionales de crianza y, sobre todo, cada uno con la creatividad del autor, vinos ‘libres’ que Rioja necesita».

El viaje geográfico es a todas luces espectacular, una cata tremendamente versátil que muestra además la capacidad de adaptación y de creatividad que permite la garnacha: «Ha sido una de las catas más interesantes que hemos hecho y, aunque a la garnacha la hemos machacado, escondiendo incluso su nombre en las etiquetas, Rioja tiene mucho que decir con estos vinos», explica el bodeguero y profesor Juan Carlos Sancha. «Se han dicho muchas mentiras sobre la garnacha –continúa–, pero su futuro en España, y en Rioja, está realmente por explorar y descubrir con enormes posibilidades, como hemos visto, en función de los materiales utilizados para su vinificación».

De lo que da fe el cronista es que, después de casi veinte catas temáticas en otros tantos especiales, nunca una como esta de garnacha ofreció tal variedad de vinos, tanto por la versatilidad de la propia uva en distintas zonas como por la creatividad de sus elaboradores.

Carlos Fernández «La garnacha es un ‘leon dormido’, la variedad más franca que tenemos»

Livius: viejas garnachas y largas crianzas

El vino Livius Garnacha, de Bodegas Alvia (Ventosa) rompe también con otra presunción falsa sobre la garnacha: su supuesta oxidación. Alfredo Bernáldez tiene hoy en el mercado la añada 2008 de su varietal Livius de Garnacha criado durante 16 meses en roble francés y americano y varios años en botella: «A mí, y a muchos clientes americanos, nos gusta la garnacha de largo envejecimiento porque la variedad es muy noble». Bernáldez elebora también otra garnacha diferente, Livius Rosado Fermentado en Barrica 2015, un vino potente, con el que se cerró la cata y con un gran recorrido por delante. Rompiendo tópicos.

Livius Garnacha 2008: Elaborado con viejos viñedos, se cría al menos 16 meses en barrica y varios años en botella. Lógicamente, el más evolucionado de la cata, pero un vino entero, fresco, elegante y complejo.

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