ABEL MENDOZA. SAN VICENTE

Cuando tirar uvas era delito

Abel Mendoza vive su vida, con una filosofía propia que se refleja en vinos honestos y francos

Desde que empezamos, siempre lo mismo: mucho trabajo en campo y al llegar a bodega intentamos dejar que las uvas hagan su labor; lo único que siempre me ha preocupado es traer las mejores uvas a casa respetando al viñedo».

Es Abel Mendoza, viticultor de San Vicente, con su esposa Maite Fernández en la enología. «Al principio era simplemente una cuestión de supervivencia, de aprovechar los recursos que teníamos porque veníamos de la crisis del petróleo y mis padres dejaron de cobrar dos cosechas: no había posibles. Fue cuando me planteé trabajar por mi cuenta y no depender de si alguien te compra la uva».

ABEL MENDOZA SIN SULFUROSO

Precio 25 euros

Tempranillo de la Sonsierra elaborado sin sulfuroso y criado seis meses en barrica.
ABEL MENDOZA SIN SULFUROSO

Vueltas y vueltas a la cabeza y muchos viajes a Francia para aprender de los maestros: «Les tengo mucho respeto porque aquí teníamos lo que teníamos y, para ellos, vivir del campo era todo un orgullo. Me gustaba el modelo borgoñón, aunque lo fino era Burdeos, donde el territorio era vital».

«Entonces había aquí también gente inquieta como Juan Carlos, de Artadi; Álvaro Palacios, Marcos Eguren… Yo veía modelos sustentables en el tiempo y es lo que quería. Ahí entró también Maite, y fue fundamental su apoyo. Quería salir adelante produciendo menos y haciendo los vinos antiguos, los de siempre de San Vicente».

Algo difícil de entender en aquellos años de sobreproducción. «La primera vez que mi padre me vio tirar uvas se fue llorando..., fueron duros aquellos años. Ahora se entiende y es diferente porque mis vinos se respetan, pero echo la vista atrás y veo sufrimiento».

El matrimonio Maite Fernández y Abel Mendoza.
El matrimonio Maite Fernández y Abel Mendoza.

Noviembre de 2020: «Hoy en día me gustaría que la gente joven se involucrara en esta filosofía de vinos de calidad y con los que la gente pueda ganarse la vida, por el bien del pueblo y de la comarca. Cuanto más compromiso haya hacia lo 'verde', con el territorio, con la cultura de la zona, con lo que nos rodea, iremos adelante. Debemos entender el medioambiente».

«El respeto por todo este tipo de valores marcará el futuro de los chavales. La pregunta es, qué podemos hacer. Uno hace ecológico, el otro tiene mulas, el otro vinos de 50 euros… Todo suma. Los chavales deben encontrar su modelo, sin prisas, pero decidiendo su camino». La filosofía de Abel: dignidad en el viticultor y respeto al medioambiente. Y, en la firma al artículo, mi respeto a gente como Maite y Abel.