ENTREVISTA: AGUSTÍN SANTOLAYA

«Queríamos captar los mensajes que la viña y el paisaje dejaban en la uva»

El director general de Roda reivindica una generación que entendió que la viticultura no era diferente de la enología.

Agustín Santolaya, director general de Bodegas Roda.
Agustín Santolaya, director general de Bodegas Roda.

Si toda revolución necesita protagonistas, Agustin Santolaya asume el rol sin darse importancia. Habla con la seguridad de quien sabe que sabe lo de lo que habla, que no es algo al alcance de cualquiera. Director general de Bodegas Roda, Relata sin tratar de convencer. Eso lo deja para el campo y para bodega.

Se sabe usted protagonista de una bella película de viñas y de vino?

Y lo asumo con naturalidad. En los 70, Rioja era aburrida porque importaba el volumen de producción. Industrias expertas en la comercialización desarrollaron un trabajo enorme de expansión, siempre con un Rioja muy homogéneo. A finales de los 80 e inicios de los 90 hubo, en efecto, una revolución absoluta, pero no solo en Rioja. Una generación de enólogos y de agrónomos entendimos que no era diferente la viticultura de la enología. Que es lo mismo en distintos momentos. Que la enología más profunda podía entenderse en el envero del viñedo y que lo mejor de la enología de bodega era saber mantener los caracteres de la viticultura. Quizás hasta entonces, el enólogo tenía la percepción de que su labor empezaba al llegar las uvas a la tolva, el mismo momento en que el responsable de viticultura daba por terminada su tarea. Esta fusión, y que tuvimos la suerte de viajar mucho, nos daba una percepción más completa. Fue el momento en el que aparecieron inversores, como fue el caso de Roda, con Mario Rollán. Esa suma de factores hizo posible que ocurrieran cosas. Te ibas dando cuenta de que se estaba generando un gran cambio. Un cambio que ha perdurado y ha creado escuela.

Pero, ¿existía una consciencia colectiva de cambio o fue una suma afortunada de iniciativas individuales inconexas?

Funcionábamos individualmente, como islas, pero sí que había un conocimiento y una inquietud comunes y compartidas. Somos pequeñas islas que hacemos vinos diferentes que son muy bien acogidos.

¿Lo son porque se hacen pensando en los nuevos gustos o porque rompen con la tradición?

Nosotros creíamos en una posibilidad de entender el vino como forma de transmitir las sensaciones que genera el paisaje. Las largas estancias en bodega hacen un vino extraordinario, sí, pero el tiempo va ‘secando’ la sensación de paisaje y la va transformando hacia una sensación de bodega. El punto de inflexión era transmitir la idea de lo que es la viña .

«Al principio decían que éramos los más modernos. Ahora, que los más clásicos de los modernos»

Con vinos de crianzas más bien cortas.

Mario Rollán, un visionario del vino, tuvo clara la idea de hacer un vino invirtiendo el máximo en calidad para darle un valor añadido que permitiera amortizar la inversión y tener un retorno importante. Quiere vinos que se puedan consumir pronto pero, a la vez, que puedan vivir décadas. La cuadratura del círculo. Ese era el concepto de emoción y pasión por la viña. Fuimos revolucionarios en dejar de utilizar herbicidas, en trabajar únicamente viñedos viejos, únicamente viñedos en vaso en plena efervescencia de la espaldera...; en utilizar cubiertas vegetales. Ahora es moderno, pero en el 92 era transgresor. Queríamos captar los pequeños mensajes que habían ido dejando la viña y el paisaje en la uva. Y pusimos la primera la primera mesa de selección con toda nuestra producción vendimiada en cajas; volvimos a las tinas de roble francés en la era del inoxidable; y a las fermentaciones malolácticas en barrica, otra locura en aquel momento; y las crianzas cien por cien en roble francés, que solo Contino y Remélluri estaban haciendo. Todo eso para hacer un vino diferente. Y nos decíamos, ¿por qué va a tener poco color un vino hecho con tempranillo que tiene mucho color? Tiene que tener el color de la uva. Nos etiquetaron como un vino moderno. Un concepto alucinante. Y cierto. Era un vino distinto que rompía el concepto y nosotros éramos jóvenes. Era un proyecto recién llegado.

¿De dónde salía la matera prima que cumpliese esas condiciones?

No teníamos viñedos viejos más que en algunos acuerdos. Tuvimos que abrir una fórmula para comprar viñas viejas y uvas de viñas viejas. Pagábamos al contado porque nadie se fiaba. Comprar no era fácil. Como seleccionábamos por calidad, al viticultor no le gustaba. La mayoría nos mandaba a hacer puñetas. Era lo lógico. Pero algunos lo entendieron y seguimos hoy comprándoles la uva. Otros nos han vendido las viñas. Toda una estrategia de compra de uva de la que fuimos absolutamente pioneros. Pagamos más dinero por la uva de viña vieja y se la vendimiamos nosotros.

Agustín Santolaya.
Agustín Santolaya.

En este itinerario emocionante, ¿no hubo ningún fracaso?

Nos llevamos disgustos grandes. En la cosecha 95 se pararon las fermentaciones de todos los depósitos de bodega [Roda no siembra levaduras]. Fue uno de los años realmente complicados. Pero la añada nos dio uno de nuestros grandes vinos. Y otra gran tristeza fue cuando arrancaron una de las viñas donde empieza,os Cirsion, de un proveedor de Villalba de Rioja, una viña de ochenta y tantos años preciosa.

Se ha hablado poco de la plaga del arranque del arranque de viñedo viejo...

La política europea para la reconversión de viñedos provoca el arranque de viñedos viejos y una pérdida de la genética increíble, una erosión genética brutal, además de promover la plantación de viñedos nuevos en espaldera, con riego y casi todo con material clonal. Es de una dureza tremenda. Ahí vimos uno de los graves problemas que podía afectar a la calidad del Rioja.

Y decidieron atacarlo por su cuenta.

Sí, se nos ocurrió hacer un gran banco, un arca de Noé en el que recuperamos 550 tipos diferentes del tempranillo que guardamos en unos bancos de germoplasma de La Rioja. Es nuestro proyecto de I+D más potente. Tenemos el honor de que quizás el material vegetal más buscado para tempranillo en la zona del tempranillo español es la familia Roda 107.

Speaker 2: Otra forma de ver el negocio del vino, más allá del cortoplacismo, más allá del tiempo que transcurre entre una y otra vendimia, que también es hijo de aquella ‘revolución’ de la que hablábamos.

Teníamos clara nuestra vocación de investigación y desarrollo. En el año 98 llegó Esperanza Tomás a dirigir un departamento que es productivo al máximo. Uno de los más departamentos más productivos de Roda es la investigación y desarrollo. Hemos trabajado en muchísimas cosas, nos vamos alimentando de esto y vamos compartiendo muchas cosas, como el tempranillo. Porque la idea era luchar contra el mundo de los clones, luchar contra la simplicidad. Hemos sacado al mercado este material vegetal con un pequeño royalty para cubrir los gastos. Esta es la idea. Roda, desde sus inicios, ha invertido de media un 4 por ciento de la facturación bruta en I+D. Así es como se va generando realmente un cambio que no ha sido casual.

Agustín Santolaya.
Agustín Santolaya.

Una historia compleja que les permitió pronto posicionarse entre las grandes de Rioja. Y seguir estando ahí.

Es difícil mantenerse en la primera línea. Aquí hemos conseguido estar en la primera línea, siempre en esa vanguardia, siempre con un estilo de vinos. Al principio decíamos que éramos los más modernos. Ahora dicen que somos los más clásicos de los modernos. Pero realmente es esto, no se puede ser clásico cuando empiezas. Ser clásico es tener un estilo que después sea repetible. Y ahora llega gente nueva y con otras ideas. En todo este proceso, ¿en algún momento sintió incomprensión del sector?, ¿sintió que Roda caminaba en solitario?

Bueno, éramos tan pequeños que ni siquiera incomprensión. Lo que sí que creo que había era duda. Es decir, estos, con este estilo de vino, qué hacen, dónde van a ir. Además, tuvimos una visión superbuena que fue el posicionamiento del precio. Fue fundamental. Había que ordenar bien una historia, y el relato de Roda es superconsistente, porque es absolutamente real y además, es divertido. Hace 30 años, ante tanta novedad había gente que podía tener dudas o recelos, pero los viticultores traían la uva y se la pagábamos inmediatamente y a un precio por encima de la media. Estaban encantados. Nuestros distribuidores, también encantados porque les habíamos dado un arma para trabajar, porque Rioja den los 70 y 80 se había se había convertido en bastante aburrida y el mercado estaba esperando estas cosas. Nos sorprendió que, de repente, la revista Gourmet, en una cata ciega, pone como mejor reserva al Roda del 92. Fue un empujón. Esto funcionó, cuajó y empezamos a tener una buena prensa.

En efecto, enseguida fueron reconocidos por la prensa especializada y por el consumidor. Roda empezó a escribir su leyenda particular siendo aún una bodega joven...

Es cierto. Primero, la cata ciega. Todo el mundo hablaba bien de Roda. A la gente le gustaba el vino. Conectamos con un público, con una nueva generación que llegaba al mundo del vino encontró esa modernidad en el concepto de viticultura y esa elegancia y finura que caracteriza a Roda.

Pasados los años, ¿se considera espejo en el qué mirarse?, ¿un modelo para la gente joven que se incorpora a este mundo?

No soy yo. En Roda hemos tenido algo que también ha sido un éxito y es ser un equipo. Aquí no existe el enólogo supertop sino un equipo formado y muy sólido. Si uno falta, los otros están. Creo que el modelo de Roda sí es un modelo que se sigue. Buscábamos volumen de botellas que nos permitiera estar en todo el mundo (Roda elabora 300.000 botellas, además de 80.000 de Sela) y hemos conseguido vender una cantidad importante de vino a un precio muy respetable. Este es un modelo muy atractivo porque hace que un negocio tenga una buena rentabilidad. No es lo mismo hacerlo 3.000 botellas, ahora que estamos en el mundo de la borgoñización, que hacer ciento y pico mil que se venden en todo el mundo, que te da la posibilidad de tener la imagen en todo el mundo, que ya no es solamente un vino para los especialistas y buscadores de vinos, sino que ha dado el paso a los amantes del vino en general, a los que les gusta el vino sin ser frikis del vino. Esto, en su conjunto, hace un proyecto con con gran solidez. Y lo especial de Roda es que toda nuestra gama es alta, incluso Sela. Rosa es una bodega que se ha sabido posicionar y desde el punto de vista de esa estrategia, pues creo que sí, que que es seguida

Una vez consolidada esa revolución que ustedes coprotagonizaron, ¿cuál es el paso que toca ahora y a quién le corresponde darlo: al Consejo, a las bodegas...?

Creo, desde el respeto, que la administración, el Consejo, siempre va por detrás, pero también es lógico que no puede ir por delante. Lo que intenta es adaptarse a los cambios. Los nuevos cambios vendrán de gente curiosa, inquieta y joven; gente con fuerza que vaya haciendo proyectos diferentes. Ya después veremos cómo el mercado los acepta. Pero creo que la innovación va mucho más por ahí que que por un cambio institucional. Los cambios institucionales siempre son lentos.

Agustín Santolaya.
Agustín Santolaya.

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