ENTREVISTA: MARCOS EGUREN

«Parece que nos peleamos a ver quién vende más barato y eso desprestigia a Rioja»

«Nuestra 'revolución' se hizo con dos filosofías muy diferenciadas: una que entiende que la identidad del vino la marca el viñedo y otra, que la marca la bodega»

Marcos Eguren , en los calados de su nueva bodega de San Vicente de la Sonsierra.
Marcos Eguren , en los calados de su nueva bodega de San Vicente de la Sonsierra.

Se apasiona tanto con su relato que se abandona como ensimismado en los pequeños detalles que en los últimos 30 años le han convertido en uno de los más grandes de Rioja. Marcos Eguren interpreta el vino desde el viñedo. Su pasión es genética y la comparte con su hermano Miguel. También comparten cuatro bodegas en Rioja (Sierra Cantabria, Viñedos Sierra Cantabria, San Vicente y Viñedos de Páganos) y decenas de hectáreas de viñas, algunas tan mágicas que son capaces de producir vinos que emocionan.

Lo suyo es una historia de historias...

150 años pesan mucho en el aspecto vitícola. Nuestra familia es mucho más viticultora que bodeguera. Y trabajamos como nuestro bisabuelo, pero con los medios y los conocimientos de hoy. Hacemos la mayoría de las cosas que se hacían hasta hace 50 años, sobre todo en el respeto a la tierra, a la planta, a la salud... en el respeto a todo el ecosistema, la microfauna y microflora... pero ahora lo hacemos de manera controlada. Analizamos la tierra, la planta, cómo funciona la planta, cómo es el año climático... y a partir de ahí aportamos lo que es necesario, siempre con elementos naturales.

Hay quien personifica en Marcos Eguren la generación que ha aportado conocimiento técnico a la viticultura. ¿Es exagerado?

El conocimiento viene con el tiempo. El 'saber hacer' es tan importante o más que los estudios. Mi padre sabe de viticultura mucho más que nosotros, que mi hermano y que yo. Y no tiene estudios. Pero la precisión de la viticultura sí que la ha aportado nuestra generación. Hoy no nos podríamos permitir depender cien por cien de las adversidades del tiempo, por ejemplo. Y como no podemos influir en la meteorología, podemos convivir con ella y con la naturaleza. Tenemos los medios y los conocimientos para hacerlo.

¿Son esos medios los que les permiten empezar a hablar de hacer el vino desde la viña?

Está claro. Mi padre, mi abuelo o mi bisabuelo decían que había que coger lo que la naturaleza traía. Mi hermano Miguel y yo cambiamos ese concepto. La naturaleza es sabia, pero la naturaleza sigue su ritmo, que no siempre es el que tú quieres. Nosotros empezamos a controlar más las podas, empezamos a tirar uvas al suelo, que al principio era tremendo, traumático, empezamos a defender la microfauna y la microflora del suelo porque dan vida a la planta con toda la cantidad de microorganismos que tiene. Y esa planta va a dar vida a la uva, que va a ser el vino.

¿Recuerda cuál era el contexto que se encuentra cuando se pone al frente de la bodega familiar?

A la perfección, aunque hace ya muchos años. Terminé enología y viticultura y, aunque me gustaba el viñedo por la sensación de libertad, mi padre lo dejó claro: «tú a la bodega», dijo. El campo era cosa suya. Le traté de explicar que teníamos que convivir, que para hacer un gran vino hay que hacerlo en la viña. Y al principio decía no, no, no, no...

«Nuestra 'revolución' se hizo con dos filosofías muy diferenciadas: una que entiende que la identidad del vino la marca el viñedo y otra, que la marca la bodega»

O sea, que no faltó un pequeño desencuentro generacional.

Sí. Cuando empezamos, mi padre vendía vino joven en un 90 por ciento. En garrafones. En 1957, empezó a embotellar vino con su marca, Sierra Cantabria. Incluso hacía una pequeña parte de crianza, pero siempre, algo increíble, con vino de maceración carbónica. Hoy seremos la bodega que tiene la colección de vinos de maceración carbónica más antiguos, y se mantienen todavía impresionantes.

¿Es posible?

Es impresionante ver qué pureza y qué finura tiene un maceración carbónica del 60, del 58 o del 64. Porque el vino estaba hecho en la viña, que entonces era toda de vieja. De ahí el primer encontronazo. Había que empezar a hacer las cosas en la viña.

¿Eran otros tiempos?

Difíciles, porque si un año era malo, aquello era una guerra a muerte. Salía todo el mundo de Rioja Alavesa, de la Sonsierra a Logroño, a Vitoria... a vender a precios ridículos. No importaban las calidades. Me chirriaba. Yo no quería ni hacer eso. Planteo entonces que tenemos que empezar a vender vinos fuera y cuando empezamos a hacerlo, nos dimos cuenta de que el maceración carbónica era poco menos que imposible.

¿Estamos hablando de...?

La primera elaboración la hice en el 78. Luego, la mili... Empiezo en el 81 u 82. Como nuestro mercado era maceración carbónica pura, el primer reto fue hacer un maceración carbónica de unos viñedos determinados que marcasen la identidad y que fuese reconocible. Mi reto fue conseguir un vino joven, importante, de calidad, con el arraigo de la Sonsierra, con la identidad de San Vicente y que fuese reconocible en los años.

¿Murmurón?

El Murmurón, efectivamente. Fue un salto importante en la bodega. Empezaron a llegar premios, reconocimientos... Y el segundo hito es que empezamos a vender todo el vino etiquetado, cuando, sobre todo en el País Vasco y en La Rioja, parecía que el vino bueno joven maceración carbónica era el que iba sin etiqueta. Fue un empeño personal. Habíamos hecho un esfuerzo importante en el viñedo bajando un poco las producciones, haciendo las cosas de otra manera y luego, hicimos un esfuerzo más en la elaboración para tener ya un producto realmente de nivel y reconocible. Eso teníamos que venderlo con identificación. Al principio fue muy duro. La gente quería sin etiqueta y tuvimos que asumir ese coste. Luego eso nos ayudó tremendamente, porque en Logroño la gente ya decía, «dame un Sierra Cantabria».

¿No sería fácil?

Fue un salto y un cambio brutal. Y en el País Vasco empezó a pasar lo mismo. Ya la gente pedía un Sierra Cantabria.

¿Fue ese su primer gran cambio?

Sí, aunque quizás el primero fue empezar a pensar en hacer las cosas con más precisión en la viña y, segundo, empezar a identificar un producto que era Sierra Cantabria.

¿Cuándo se da cuenta de que solo de maceración carbónica no puede subsistir una bodega?

Cuando empezamos a vender el vino maceración carbónica fuera de La Rioja y País Vasco. Nos dijeron de todo. Que si tenía gaseosa, que si estaba medio ‘picao’, que si no era Rioja. Ya estaban acostumbrados a los vinos evolucionados, muy criados, con muchos aromas secundarios, terciarios; ya sin tanto impacto de los caracteres primarios de la fruta. Era imposible, era luchar contra los molinos, , había que cambiarlo. Y bueno, quizá nuestro segundo gran reto fue plantearnos cómo hacerlo.

Marcos Eguren
Marcos Eguren
Vídeo de la entrevista con Marcos Eguren.

¿Y cómo cambiaron?

Coincidió que nos separamos los primos y nos tocó empezar a caminar solos. Se incorporó mi cuñado, Jesús Sáenz, en la parte comercial; mi hermano Miguel en la parte de la gestión... y pensamos: si nos vamos a volcar en la viña, vamos, primero, a hacer una selección con un tempranillo de nuestros viñedos más viejos, de los mejor adaptados a la Sonsierra; y, segundo, vamos a hacer que las plantas tengan mejor equilibrio, porque en aquel momento ya había una corriente tremendamente productivista. Había una expansión fuerte de Rioja, había muchas ventas y todo el mundo quería coger muchos kilos de uva. Eran años en que el Consejo autorizaba producciones del 130%, barbaridades tremendas. Era una carrera a ver quién producía más. Marcamos una serie de plantas que luego multiplicamos en un viñedo, la Canoca, en San Vicente, que cumplía una cierta especificidad. Fueron dos o tres clones, aunque realmente no fue una selección clonal sino una selección masal del tempranillo que creíamos que más nos identificaba, aunque mi padre tenía ciertas reticencias porque producía menos. Y planteamos cambiar la estructura del viñedo con una viticultura un poco más avanzada. Aumentamos la densidad de plantación hasta 4500 cepas por hectárea cuando la tendencia era la contraria, porque es más fácil y menos costoso, y ya se estaba pasando hasta a 2.700 o 2.600 cepas por hectárea. Tan era así que el Consejo tuvo que limitar a un mínimo. Yo me planteo que tenemos que producir mucha menos cantidad por planta.

«Hay cada vez más gente que está empezando a valorar de otra manera el vino»

Decisiones que, imagino, chocarían con la mentalidad del padre...

Claro. Aceptaba, pero insistía en que los cambios poco a poco. Después de cuatro o cinco años de seleccionar el tempranillo, plantamos el viñedo. En el 88 y 89 no hicimos nada con él. La primera cosecha que nos decidimos hacer un vino diferente fue la del 91. Habíamos empezado a vender algo en Estados Unidos, había viajado por las principales regiones vinícolas del mundo y ya me daba cuenta de que el concepto de vino no tenía nada que ver con el nuestro. El nuestro era un concepto muy anquilosado, clásico por retro. Y en aquel momento todo el mundo empezaba a meterse con Rioja, la riojitis, que si el vino no tiene ni color, que solo sabe a madera vieja, que si los mohos... Yo me planteo: aunque tenemos vinos espectaculares de maceración carbónica, con las bodegas más clásicas, centenarias, difícilmente podemos competir.

¿Cuál es el vino que sale de la Canoca?

El San Vicente. Nos planteamos elaborar un vino, apegado al viñedo, con un carácter primario intenso, que muestre con potencia lo que es la Sonsierra, lo el paisaje, su gente y lo que es el tempranillo con esa esa pureza y esa frescura de aquí. Un vino fresco con una estructura ya de taninos dulces, maduros y sin tanto impacto de los caracteres secundarios y terciarios. Cambiamos. Ya teníamos la selección del viñedo y luego cambiamos la elaboración, incorporamos ya la vinificación tradicional y empezamos a elaborar con despalillado. Buscamos siempre extraer al máximo el carácter primario y que no hubiese otras interferencias. Por supuesto vinos con pureza, con limpieza... Criamos en barrica nueva con un tipo de tostado no muy intenso pero sí muy largo. Era barrica nueva y había que degradar los caracteres de madera con el fuego del tostado y no tenían que aportar esos torrefactos y esos cafés que a mí no me gustaban.

Entonces, ¿se daba cuenta de que en el entorno empezaba a surgir otra gente que quería también hacer cosas diferentes?

Cuando estaba metido en el proyecto, ya con mi hermano, estábamos como muy separados de todo lo que se estaba haciendo en Rioja y no notaba ese movimiento.

Esta revolución parece más una suerte de acciones individuales que sí coincidían en algo era en que había que hacer algo distinto, pero sin saber lo que había que hacer...

Ni siquiera coincidíamos en la filosofía. Porque aquí hay dos filosofías muy, muy diferenciadas. Una que entiende que la identidad del vino la marca el viñedo y otra, que la marca la bodega. Cuando salió el San Vicente en el 91, fue un impacto; hubo bodegueros de alto nivel que nos dijeron de todo, que dijeron «esto no es Rioja». Más Rioja que el tuyo, les decía yo.

San Vicente era un vino de una única finca. ¿Se adelantaron en años a lo del viñedo singular?

Lo que hicimos fue volcar la experiencia y buscar lo que se concebía como gran vino en el mundo, con apego al terruño. Me gustaba mucho más la pureza esa de Borgoña que la tradición de Burdeos del ensamblaje, porque es lo que había vivido con mi padre y con mi abuelo toda la vida. Los días en que mi padre decía, vamos a vendimiar hoy La Veguilla, que era como decir que las mejores uvas van a entrar hoy. Ellos tenían ya una clasificación perfecta. Quería recoger ese concepto que los cosecheros han defendido siempre.

«Hay que promocionar Rioja desde la punta de la pirámide para que, a partir de ahí, vaya todo en cascada»

¿Le preguntaban por el concepto de viñedo singular?

Primero hay que ver que el viñedo cumpla una serie de características, y luego ponte en el mercado y en las catas que dice que se hacen. Pero ya no del Consejo. Examínate fuera. Nosotros nos estamos examinando todos los días. Y encima con mayoría de gente que no son técnicos. Simplemente te examinas de los gustos de una persona.

El vino no deja de estar al servicio de los gustos de las personas...

El gran vino es el que satisface a una gran cantidad de gente. Y que cuando tu pagues un dinero, mucho o poco, termines con satisfacción. Cuando me dicen que nuestros vinos son muy caros, respondo: estás muy equivocado. Mis vinos son muy baratos. Hay algunos que valen dinero, que valen más dinero y otros que valen menos, pero baratos. ¿Tú sabes el esfuerzo que hay detrás y lo que hay detrás de todo esto? ¿Es que el Teso la Monja vale 1.000 euros? Ya, pero es que producimos 400 kilos por hectárea; y es que hay cuarenta personas que están seleccionando grano a grano; es que luego hay que hacer una elaboración con una precisión de la pera; es que luego hay que ir a la barrica y tienes que estar todos los días del año con un cuidado exquisito para que no se estropee...

Marcos Eguren
Marcos Eguren

Con este concepto, es más complicado que todas las añadas se embotellen como grandes vinos...

Sí, aunque ahora cada vez las cosas en la viña se hacen con más precisión y es más difícil que haya un mal año. La gente se ríe porque ahora todas las añadas son excelentes o muy buenas. Ya no hay ninguna regular ni mala. Yo creo que no nos lo podemos permitir. El trabajo en la viña no es, como decía mi padre, lo que la naturaleza trae. Cuando tú dejas, como está pasando en muchos sitios de Rioja, no sé cuántos mil kilos por hectárea... que sí, que ha madurado muy bien, que su presencia es espectacular; incluso mides treinta parámetros y son perfectos. Pero pruebas el vino y es una castaña. Y cuando pruebas un vino de estos que tienen equilibrio, se despierta la emoción, y eso es lo grande.

Por todo esto, quizás es el momento para otra ‘revolución’ como la que ustedes han protagonizado. Y de haberla, ¿quién la tiene que hacer?

No soy capaz de responder. Yo estoy muy contento ahora con toda esta gente joven que está saliendo, con ganas, mirando a la viña. Aunque creo que hay que tener una mayor amplitud de miras. Y me explico. Hacer 300 botellas para que te las cate Luis Gutiérrez no tiene ningún sentido. Y menos que le den mucha más importancia a eso que a una bodega que está contribuyendo a la economía de La Rioja. Me parece un despropósito. Y hay cosas en esta ‘revolución’ que me preocupan, como es que hay una cierta tendencia a hacer de los defectos virtud. Es decir, vinos con defecto que dicen que son espectaculares. Yo pruebo mucho de estos vinos, de hecho procuro probarlos todos, y los hay. Como hay algunos que son cosa seria, de decir ¡qué bueno! Qué bueno que esté pasando esto en La Rioja, aunque sean 300 botellas. ¡Pero qué bueno! Y, segundo, tiene que haber una revolución en valorar lo que estamos haciendo. Porque parece que nos peleamos a ver quién vende más barato. Y eso lo único que hace es desprestigiar al conjunto de Rioja.

Quizás las normas de juego son demasiado laxas y dejan abierta esa opción...

Lo que más nos ha costado, sobre todo al principio, era explicar por qué somos tan diferentes. Por qué hacemos un vino con etiqueta genérica... Nos ha costado explicar que este vino es este viñedo... La fruta, el carácter que tiene... es emocionante. ¿Te está transmitiendo sensaciones? Pues eso es. Lo de crianza, reserva, y tal, pues bueno. Son conceptos diferentes. Pero tenemos que empezar a creernos que tenemos productos de un nivel impresionante.

«Hay cada vez más gente que está empezando a valorar de otra manera el vino»

¿Nota si los consumidores han evolucionado y ya no se limitan a mirar la contraetiqueta al comprar el vino?

Los amantes del vino, la gente que nos gusta el vino, cuanto más prueba menos se conformas con cualquier cosa. Hay cada vez más gente que está empezando a valorar de otra manera el vino. Ya no vale el «yo no entiendo nada». ¿Cómo que no entiendes nada? ¿Sabes lo que te gusta y lo que no te gusta? Pues ya vale. Ahora bien, pon atención y piensa: esto me gusta, ¿por qué? Y esto no me gusta, ¿por qué? Algo está cambiando.

¿Ha ayudado haber abierto las bodegas al público?

El enoturismo se está fortaleciendo y está ayudando. Porque hay más gente a la que le interesa conocer esta a cultura; y cuando conoce lo que hay detrás, ve el producto de otra manera. Hay que seguir apostando por ahí, por supuesto. Y hay que hacer una nueva revolución, ya he dicho. Es bueno que empiece a haber proyectos que empiecen a dar otro valor y es bueno que se empiece a hablar de terroir en Rioja, que no se considere igual todos los viñedos. Aunque no esté de acuerdo en el tema de los números. Todas esas cosas son algo bueno. Ahora, además hay que transmitirlas. Pero hay que promocionar la punta de la pirámide y a partir de ahí va todo en cascada.

Eso forma parte de la pelea eterna que han tenido en el Consejo...

Si quieres promocionar una marca que vende un millón de botellas de gran reserva, lo que estás promocionando son vinos de 3 euros ¡y estás empobreciendo la región! Y no es ir contra los clásicos de Rioja, que me apasionan.

Un persona tan vital como usted, ¿piensa en la retirada?

Me encuentro fenómeno y disfruto como un enano. Pero lógicamente, hay que pensar que hay que dar el relevo. Para nosotros, la apuesta de futuro es ver si conseguimos que nuestras bodegas más icónicas las disfruten nuestros nietos o bisnietos. Hay que dar el relevo. ¿Cuándo? No tengo ningún problema. Ahora, ¿que me voy a desvincular totalmente? Pues ya le digo que no. Que no, porque no sabe lo que disfruto.

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