Bodegas Roda. Haro

Se hace camino al andar

Roda recorrió La Rioja para crear un extraordinario banco de material genético de tempranillos amenazados por el arranque y ahora mueve ficha contra el cambio climático con una plantación en altura en Cellorigo

Isidro Palacios, en el espectacular banco de germoplasma de Roda.

Para centrar la cuestión, empecemos por acotar el concepto ‘banco de germoplasma’ con uno de los creadores del gran campo de Bodegas Roda: Isidro Palacios, director de Viticultura de la bodega de Haro. «Nuestro banco conserva la variabilidad genética del tempranillo. Es presente y representa el futuro». «Veíamos», continúa Isidro, «que en los años 80 había concentraciones parcelarias, una transformación generalizada del vaso a la espaldera y se estaba arrancando viñedo viejo con una enorme pérdida de riqueza. A ello se sumaba que se plantaban viñedos con un único clon –los famosos 53 o 41 pensados para grandes y regulares producciones–, con lo que la variabilidad genética se estaba perdiendo».

En Roda, donde siempre se ha perseguido la excelencia, saltaron todas las alarmas. ¿Qué hacer? «Lo que hicimos –explica Isidro Palacios– fue en una doble dirección: por un lado, una selección dirigida donde escogíamos los morfotipos de tempranillo que iban a producir el Roda del futuro y otra selección hecha al azar para mantener la diversidad». Así, la bodega eligió 532 biotipos distintos de tempranillo, fundamentalmente de Rioja Alta que, en muchos casos, se hubieran perdido.

Roda I

Precio 43 euros

Vino de ensamblaje de pagos excelentes de la zona de Haro. Vino de larga guarda.
Roda I

Como todo en esta vida –o casi todo, que hay también gente que transita por este valle de lágrimas con un pan debajo del brazo–, los grandes logros siguen el axioma trabajo, prueba y error: «Lo principal es conocer cada clon, experimentar con todos ellos, hacer minivinificaciones, testar estados fenológicos, comportamiento en campo…».

El cambio climático

Se pone serio el viticultor cuando se menta el tema del calentamiento. «Es una evidencia, quien no quiera verlo se equivoca». ¿Soluciones? «Las hay», afirma, «como el apoyo en variedades de ciclo largo o ir a zonas frías, a mayor altura». El futuro comienza hoy y en este sentido Roda acaba de plantar una finca espectacular de 10 hectáreas en Cellorigo. «Ofrece una latitud más alta, madura más tarde y con menos grado de manera natural».

Estamos en la parcela Cubillo e Isidro recuerda a un viejo viticultor de estirpe: pasa junto a una racima y pica, toma la baya y la prueba; tras el rápido movimiento vuelve al mundo real y me va presentando la familia de clones de Roda: «Cada uno es diferente; mira, este da más color, ese produce con regularidad con grado moderado y aquel tiene una sorprendente acidez. Allí agrupados tienes unos cuantos que son muy resistentes a las plagas, a la cariosis, al oídio... Son todos muy interesantes». «Hay que conocer los diferentes morfotipos, seleccionarlos y agruparlos. Así nació, por ejemplo, la familia Roda 107, suma de diferentes biotipos, porque no queremos apostar por un único clon, sino por familias que creen sinergias y complejidad».

«La mejor manera de predecir el futuro es creándolo; así nace el viñedo de Cellorigo»

El tecnico explica: «Ahora estamos trabajando con otras familias escuchando a los viticultores con experiencia para conseguir más acidez, menos grado y mucho color». Resumiendo, equilibrio en las selecciones policlonales.

Estos caminos, en ocasiones incomprendidos por algunos, permiten a Roda seguir siendo vanguardia en la elaboración de grandes tintos –y de alguna novedad blanca que está por llegar–, que demuestran que queda mucho por descubrir y por hacer. O mejor dicho, por redescubrir. Son viñas que nos hablan de un pasado legado por nuestros mayores, pero también de un futuro que nos llevará a los Roda de dentro de quince o veinte años.