Todo un mundo por explorar más allá de la barrica
Otros materiales históricos se abren hueco en la elaboración de vinos más frescos, frutales y que huyen, o limitan, los aportes del tradicional roble al vino
Materiales que no son nuevos sino históricos, utilizados en su momento más para el transporte o el almacenamiento de los vinos que para darles una mayor complejidad o crianza, resurgen en la actualidad frente al ‘imperio’ del roble, el continente óptimo y preferencial para la crianza y para garantizar la longevidad de los vinos y el más utilizado durante los últimos siglos.
No es que haya llegado el momento de hacer leña con las barricas, ni mucho menos, pero atrás quedan aquellos años, no tan lejanos, en que críticos como Robert Parker impusieron la moda de los vinos maderizados, superestructurados y ‘carísimos’, que llevaron a algunos elaboradores a utilizar hasta dos o tres barricas nuevas para criar un único vino.
Existe hoy en día una corriente internacional de productores que intenta reflejar el paisaje, un viñedo concreto, una variedad, un ‘terroir’ al fin y al cabo, con materiales mucho más neutros para los vinos y que también ya es una realidad en nuestra región vitícola que, por otra parte, se ha dado a conocer en el mundo por la especialización en las largas crianzas, lo que, evidentemente, es un valor irrenunciable y por el que hay que seguir apostando.
Poco, o nada, es nuevo
En todo caso, la crianza en hormigón o en cemento, contenedores históricamente usados también en Rioja aunque casi abandonados por la comodidad del acero inoxidable, vuelven a estar de moda por su capacidad de microoxigenación que, al igual que sucede con la madera, ayuda a evolucionar al vino, pero con una actitud mucho más neutra: sin aportar aromas ni sabores.
Y lo mismo está pasando con las ánforas de barro, con los huevos de porcelana, con las damajuanas de cristal..., Esta corriente hacia la mayor pureza de los vinos no supone sino una vuelta atrás, hacia el empleo de materiales que históricamente han convivido con el vino, aunque con una preparación y conocimiento técnico muy superior para comprobar cuáles son sus efectos reales en el vino.
Porque en el origen está todo, es en la viña donde radica la grandeza. Parodiando a Arquímedes, podríamos decir aquello de «dadme buenas uvas y moveré el mundo», pero el ‘terroir’ también es la mano del hombre y eso incluye la bodega.
Sin buenas uvas no conseguiremos nunca un buen vino, pero la conjunción de grandes uvas, materiales y manos expertas en bodega dan como resultado algunas joyas como las que hemos reunido en una cata, de la que se damos cuenta a continuación en las siguientes páginas. Todo suma, en bodega la confrontación de continentes y contenidos no tiene lugar y la conjunción equilibrada de ambos puede dar lugar a la excelencia.