Bodegas Viña Ijalba. Logroño

Quien da primero da dos veces

Viña Ijalba fue pionera en la recuperación de suelos, de variedades perdidas y en la certificación ecológica: sostenibilidad en esencia

Tres generaciones, Cristina, Marisol y Dionisio Ruiz Ijalba
Tres generaciones, Cristina, Marisol y Dionisio Ruiz Ijalba

Quedo con Dionisio Ruiz Ijalba, fundador de bodegas Viña Ijalba, en el bar Mahari de Logroño, donde a sus 92 años sigue bajando a tomar el vermú con la cuadrilla: «A mí, mientras me den la razón pueden hacer lo que quieran en la bodega, que lo hacen muy bien. Eso sí, mientras no me prohiban la bici...». Así, sin anestesia, me saluda Dionisio. Y para Viña Ijalba nos vamos, donde nos esperan su hija y su nieta, de forma que coinciden tres generaciones en la bodega de Logroño: el fundador, la hija, en la gerencia; y la nieta, en exportación. «Tiene la cabeza como un reloj», comenta Cristina Gutiérrez, la más joven del trío, en referencia a su abuelo.

Charlar con hombres de esta talla resulta toda una experiencia por la multitud de vivencias que cuentan. La cámara mental de fotos de Dionisio se detiene en 1991, cuando se dio cuenta que podía compaginar su negocio de construcción y extracción de áridos con el de viticultor. «La idea era aprovechar las fincas que comprábamos para la grava y que luego las recuperábamos con la piedra propia y una tierra de suelos pobres donde más tarde hincamos la vid». «Son suelos muy frescos, sin salitre. Podíamos hacer una fanega o dos, lo que nos diera tiempo el fin de semana. No teníamos experiencia, pero sí mucha ilusión. Así llegamos hasta 70 hectáreas en minas a cielo abierto».

Ijalba Maturana Tinta

Precio 16 euros

Fruto de una antigua variedad riojana recuperada en Ijalba. Monovarietal amplio en boca y con personalidad.
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La palabra recuperación se conjuga en Viña Ijalba en presente de indicativo. Habla Marisol Ruiz: «Además de la restauración de los terrenos –Dionisio Ruiz fue Premio de Restauración Medioambiental de la Unión Europea en el año 2000–, nos metimos de lleno en la recuperación de las variedades minoritarias maturana blanca y tinta y sacamos al mercado el primer monovarietal de graciano, cuando todo el mundo pensaba que era una locura por las dificultades de la variedad». Cristina recuerda además que «desde nuestro origen apostamos por el cultivo ecológico, esto que ahora está tan de moda, pero que nosotros lo llevamos haciendo desde el minuto uno». «Aquí –continúa–, en casa, lo entendemos como algo normal y siempre tuvimos en el campo un equipo estupendo». Quien da primero da dos veces, como dice el refrán.

La vida sigue

Dionisio, ¿sigue usted bebiendo vino? le pregunto así de sopetón en un receso: «Cada día más», contesta. «Hoy tengo comida con los amigos y me tomaré mis dos o tres vasitos, que me sientan de maravilla. El trabajar y estar activo anima a beber vino». Un argumento de peso, sin duda. La conversación vuelve a donde estaba. «Viña Ijalba –señala Cristina– está construida sobre una gravera recuperada y, cuando empezamos con el cultivo ecológico, la gente nos decía, ¿pero cómo vais a hacer un vino ecológico si eso ni es vino ni va ser nada? Hoy en día, todos nuestros vinos están certificados, aunque tengan más riesgo y lleven más trabajo».

Los proyectos siguen fluyendo a toda marcha en Ijalba. El último es lo que la familia llama ‘El Balcón de Ijalba’ que, en un futuro, puede tener aprovechamiento enoturístico. Es un meseta recuperada entre Briones y San Vicente donde se muestra la selección de germoplasma de la bodega, junto con un pequeño viñedo de tempranillo tinto, todo alrededor de un guardaviñas hecho a mano, piedra a piedra, con unas vistas simplemente espectaculares de Rioja Alta y la Sonsierra.

Terminamos con la sesión de fotos. Parece que tenga prisa Dionisio porque se despide rápido: «Anda un poco nervioso tu abuelo...», comento a Cristina. Sonreímos porque pensamos lo mismo: la cuadrilla le está esperando para el vermú por la calle Jorge Vigón… Benditos veteranos.