Finca de los Arandinos. Entrena

Volver a las raíces

Roberto Guillén volvió a su pueblo para construir un sueño: un complejo vitivinícola que reuniera bodega, hotel y restaurante en Entrena, en torno a sus viñedos familiares

fernando bóbeda fernando bóbeda
Patricia y Roberto Guillén, hija y padre, en Los Arandinos.
Patricia y Roberto Guillén, hija y padre, en Los Arandinos.

La inspiración llegó trabajando, aunque parezca mentira», comenta Roberto Guillén, propietario del complejo Finca de Los Arandinos, en la sala de barricas de la bodega: «Estaba colaborando en la construcción de una bodega para Álvaro Palacios cerca de Barcelona y nos hospedamos en una masía rodeada de viñedos, con spa y todas las comodidades y, sobre todo, con unas espectaculares vistas del macizo de Montserrat». Fue como una revelación. Yo quería eso en Entrena, en el pueblo de mi familia. Ubicar en una finca agrícola una bodega donde criar los vinos que mi suegro ya hacía pero que vendía a granel. Viajé también por Ribera del Duero para empaparme de lo último, porque allí este concepto ya se trabajaba y estuve en Abadía Retuerta, en Arzuaga y Torremilanos», recuerda.

Bodega y hotel de lujo conviven rodeados de los viñedos propiedad de la familia

Roberto tomaba nota de y preguntaba… La idea fue tomando forma: «Tenía la finca, el campo, y había que construir el hotel y la bodega para que el cliente disfrutara de una oferta global. Estamos al lado de Logroño, las vistas son espectaculares, tenemos un campo de golf ahí cerca y el hotel cuenta con un restaurante de vanguardia y spa que, además, está decorado por David Delfín. Un verdadero lujo».

Patricia y Roberto Guillén, hija y padre, en Los Arandinos.
Roberto Guillén y Patricia, en Los Arandinos.

Llegados a este punto la pregunta es inmediata, ¿cómo conseguiste que alguien del prestigio de David Delfín colaborara con vosotros? «David era rompedor en su momento y llegó a Los Arandinos por mediación del Gobierno de La Rioja para un proyecto de vino con diseñadores». «De ahí –continúa–, salieron botellas diseñadas por Delfín como las de Bodegas Sonsierra, mientras que Devota y Lomba diseñó la suit del Hotel Marqués de Vallejo. También entramos nosotros con el interiorismo del hotel y del restaurante por petición expresa de David Delfín». Era el año 2010, porque, aunque la bodega se inauguró en el 2008, el hotel de Finca de los Arandinos tardó unos años más.

Oferta enoturística

De todo el mundo

Ahora es Patricia, su hija, quien está al mando de la nave, ya que Roberto se jubiló hace dos años. Es ella quien responde a la pregunta de qué tiene de especial Los Arandinos: «Estamos en un cerro con una vistas prácticamente de 360 grados donde reina la tranquilidad porque, más allá del hotel y el spa, quien se hospeda aquí puede pasear por la finca y el viñedo; aquí se desconecta. Es un soplo de aire fresco y viene gente de todo el mundo: casi el 70% de nuestra clientela es extranjera».

Patricia Guillén detalla que «es un turismo muy centrado en la agricultura vitivinícola, que procede de Francia, Alemania, Centroamérica (México o Panamá) y, últimamente también, recibimos turismo asiático». La gama de vinos, no olvidemos que Los Arandinos es una bodega, se centra en la etiqueta Catay, con dos blancos, y la familia habitual de tinto joven, crianza y reserva. Por encima, elaboran dos vinos de autor, El Conjuro y El Tejar. Equilibrio entre tierra, cepa y vino. «Todo el que viene», explica Patricia, «quiere conocer los vinos, pero muchos quieren la oferta enoturística que llamamos ‘Paquete romántico’, con alojamiento y desayuno, circuito spa, visita a la bodega con cata y luego comida o cena –a elección– con el Menú Tierra. Es una visita de un día».

Precisamente una pareja abandona el hotel y Patricia los despide. Roberto desaparece y me veo solo disfrutando del elegante ambiente y de las preciosas vistas del viñedo. En esas estoy cuando reaparece el padre con una botella de vino de El Conjuro. «Fernando, llévatela y ya me contarás. Te llevas un vino auténtico de Entrena en el que hemos puesto toda nuestra ilusión».

Y así dejo a los Guillén, padre e hija, en su quehacer diario de bodega y hotel. Contento con mi regalo y pensando en que el sueño de Roberto se convirtió en realidad en Los Arandinos. Un ejemplo de cómo cerrar el círculo y volver a las raíces.

Internacionalizar su pueblo: Entrena

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Un tinto ‘armado’ de viñas de tempranillo y garnacha que rodean la bodega con 15 meses de barrica francesa. 14 €.
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