De Villalba hasta Fonzaleche, al abrigo de los Montes Obarenes, se abre una de las comarcas más frías y atlánticas de Rioja
Los Majuelos
La finca alrededor de Bodegas Castillo de Sajazarra la asemeja al concepto de ‘château’
Por Diego Marín A.
Amanece y los próximos montes Obarenes aparecen encapotados, grises. Sin embargo, en la vaguada de la finca Los Majuelos el paisaje arde gracias al precioso color rojizo de las hojas de sus vides. Los majuelos eran las pequeñas viñas que poseían las familias riojanas para consumo propio. Bodegas Castillo de Sajazarra fue fundada por la familia Líbano en 1973, después de adquirir la fortaleza del municipio en los 60 y descubrir en sus mazmorras lagares, tinas y prensas, lo que les empujó a continuar con la tradición vitivinícola. La cercanía de algunos de sus viñedos, como los de Los Majuelos, que rodean al castillo, asemeja la bodega al concepto ‘château’.
La bodega también cuenta con viñedos en Fonzaleche y Galbárruli, además de en las proximidades de El Ternero (Burgos), bajo las peñas de Jembres, siempre a unos 3 kilómetros a la redonda de Sajazarra, muy próximos a la bodega. En Los Majuelos, que consta de 7 hectáreas de viñedo, sólo hay cultivado tempranillo («por la zona, la variedad más fácil de cultivar porque necesita mucho sol»), aunque en las 46 hectáreas totales de la bodega también hay garnacha y graciano.
«El suelo es el típico de la zona, arcillo-calcáreo. El viñedo tiene dos zonas diferenciadas: una más cerca de la bodega y más adecuada para vinos de calidad, y otra, más cercana al río, más difícil de cultivar por las heladas», describe Álvaro Ruanes, director de la bodega. Los viñedos, con apenas 23 años, son de los más antiguos de Sajazarra. De él elaboran el Reserva Castillo de Sajazarra, «el emblema de la bodega, un vino muy típico de La Rioja Alta pero adaptado a los gustos más modernos, con madera pero también aromas frutales, que parece mucho más joven a pesar de tener dos años de barrica», explica Álvaro Ruanes.
El paisaje de Sajazarra es hermoso, también por eso Ruanes cree que «en Rioja hay que distinguir categorías de alguna forma, por eso nos parece correcta la forma de ‘Viñedos Singulares’ ya que no hay otra», opina el director de Bodegas Castillo de Sajazarra.
La Emperatriz
Finca La Emperatriz cuenta con cien hectáreas de viñedo alrededor de la bodega
Por Diego Marín A.
Finca La Emperatriz se distingue como «viñedo singular desde 1878». En aquel año Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III y emperatriz de Francia, presentó un vino elaborado en Baños de Rioja en la Exposición Universal de París y ganó un premio. Ella era la propietaria del viñedo histórico que adquirió la familia Hernáiz en 1996 y que ya aparecía como tal en el primer catastro del marqués de la Ensenada, del siglo XVIII.
La finca se divide en 22 parcelas y cuenta con un centenar de hectáreas. La parcela 1 es la más vieja, de seis hectáreas de tempranillo de cerca de 70 años de edad. Con la uva que vendimian allí elaboran el vino más alto de gama de la bodega, Finca La Emperatriz Parcela N.º 1, de producción limitada (3.000 botellas anuales). «Es un tempranillo de La Rioja Alta pero, por la edad del viñedo y la poca producción que dan las cepas, tiene más concentración y estructura. Los sabores se concentran, aunque también tiene frescura y acidez por el lugar en el que nos encontramos, una de las zonas más frías de Rioja. Necesita casi 20 meses en barrica de madera nueva se roble francés», explica Eduardo Hernáiz.
«Si damos valor al viñedo, también daremos valor a Rioja»
A casi 600 metros de altitud, con el San Lorenzo a un fondo, los montes Obarenes y Sierra Cantabria al otro y junto al río Oja, Baños de Rioja es zona límite de cultivo. El viñedo de Finca La Emperatriz también es singular porque es un terreno muy pedregoso, con canto rodado procedente del cauce del Oja, y también arenoso, lo que no permite la retención de agua, así que la planta «debe enraizar muy profundamente y sufre para hacer llegar el agua hasta el fruto», explica Eduardo. Así resulta un vino muy mineral, «con toques de grafito y fruta negra».
Con viñedos como el de Finca La Emperatriz cobra especial sentido la nueva categoría de ‘Viñedos Singulares’ que establecerá la DOC Rioja. Eduardo Hernaiz la considera «súper necesaria para revalorizar el viñedo, que es lo que marca la diferencia; y si revalorizamos el viñedo, también revalorizaremos Rioja».
Baltracones
Bodegas Muga elabora el Reserva Selección Especial con la uva de una viña custodiada por los Riscos de Bilibio
Por Diego Marín A. | Fotos Muga
Camino de San Felices, custodiado en lo alto por los Riscos de Bilibio, entre la apertura que originan las Conchas de Haro en medio de Sierra Cantabria y los montes Obarenes, encontramos el histórico paraje Baltracones de Bodegas Muga. «Nos ha dado grandes satisfacciones a pesar de no ser el que mayor edad (‘sólo’ tiene 50 años) y es, sin duda, nuestro viñedo más regular… nunca falla», afirma el enólogo Jorge Muga. La Loma, La Loma Alta, Sajazarra y El Estepal son otros viñedos de Muga, pero Baltracones son los primeros que pertenecieron a la familia bodeguera de Haro.
Isaac Muga Martínez fundó Bodegas Muga en 1932, en principio en el centro de Haro, para trasladarse después al barrio de La Estación en 1971. Actualmente poseen 200 hectáreas de viñedos, aunque controlan 150 más de proveedores fijos. En Baltracones predominan las terrazas del terciario con suelo arcillo-calcáreo. Allí hay un 40% de tempranillo, un 30% de graciano y un 30% de mazuelo cultivado con un clima mezcla de mediterráneo, atlántico y continental, algo idóneo para la uva. «Cuando se cultiva mazuelo y graciano en ‘La Rioja fría’ la producción debe ser de entre 1 kilo y 1,2 kilos por cepa. El tempranillo es más generoso, produce sobre 1,5 kilos por cepa y para ello se debe racionar la fertilidad de la tierra, utilizar cubiertas verdes y en última instancia realizar vendimias en verde o incluso cortes parciales de racimo», explica Jorge Muga.
«Las gamas de calidad»
Ante la nueva catalogación de ‘Viñedos singulares’ Jorge Muga plantea que, aunque «no conozco la iniciativa, parece lógico que debieran empezar por catalogar la totalidad de los suelos de Rioja antes de avanzar hacia proyectos de mayor calado». Es más, el enólogo cree que esta distinción no beneficiaría directamente a su bodega, al menos a corto plazo. Y en el futuro «dependerá de la credibilidad y la rigurosidad con que se realice y de cómo se transmita al consumidor; si queremos aportar más valor al Rioja sería mejor que se mejorasen las gamas de calidad inferior, que son nuestro auténtico lastre».
De la uva que vendimian en Baltracones elaboran el Muga Reserva Selección Especial, un vino con «una muy fuerte personalidad, intentamos que el terreno se exprese y, en este caso, manda». Los vinos de Muga conjugan tradición y modernidad. El Reserva Selección Especial cuenta con 70% de tempranillo, 20% de garnacha, 7% de mazuelo y 3% de graciano, se cría durante 26 meses en barricas de roble de fabricación propia y, una vez embotellado, se afina durante 12 meses más. El resultado es un vino amable, sabroso, fresco, casi balsámico, algo heredado de la viña.
«De todo suelo, con vocación vitícola, puede surgir un viñedo singular e irrepetible. Entonces, ¿por qué no son todos singulares? Es simple. Encontramos viñedos que se dirigen para hacer vinos de ‘alta expresión’ cuando su vocación es de Gran Reserva o viñedos que harían un excelente ‘maceración carbónica’ y nos empeñamos en criarlos. Es el bodeguero-viticultor quien debe descifrar su vocación y entonces será ‘singular’, sin duda», reflexiona el enólogo Jorge Muga.
Viña Tondonia
El meandro que forma el Ebro a su paso por Haro forma el viñedo de López de Heredia
Por Diego Marín A.
Adentrarse en Viña Tondonia se asemeja a introducirse en el ‘País de las Maravillas’. El Ebro entra y sale dos veces en Haro formando los meandros Zaco y Tondón, también llamado Hondón, y que ha derivado en el nombre de la viña. El terreno del meandro se extiende sobre 220 hectáreas, aunque Bodegas López de Heredia sólo posee la mitad y cultiva cerca de un centenar.
La particular orografía provoca que el paraje, más que singular, sea mágico, porque se encuentra entre Briñas y Haro, rodeado del Ebro y bajo el Toloño. Además, forma parte de la Red Natura 2000 como zona de especial protección de aves y en el corazón del meandro se encuentra, a medio construir, el castillo que deseó erigir, a modo de ‘château’, Rafael López de Heredia y cuya idea se abandonó en 1917, pero permanece en la mente de sus descendientes.
«Para nosotros, esta es la finca más importante porque es la primera que tuvo la familia y la cultivamos desde 1907», explica Julio César López de Heredia, director gerente de la bodega y biznieto del fundador de la misma.
De las cuatro viñas que poseen, ésta es la mayor y de ella se vendimia la uva con la que se elabora el célebre vino Viña Tondonia, que supone más del 60% de la producción de Bodegas López de Heredia. «Nuestro bisabuelo la eligió por razones agronómicas, pero no hay que obviar su riqueza paisajística», valora.
«Cultivamos esta finca desde 1907»
El tempranillo, como variedad base de todas sus elaboraciones, pero también garnacho, mazuelo, graciano, viura y malvasía, son las vides que cultivan en Tondonia. «Las laderas son muy suaves y están muy expuestas. Hay diferencias acusadas entre las viñas de la ribera, con terrenos más arenosos y fértiles, y las zonas más elevadas, proclives a la insolación y con terrenos pedregosos. «La calidad en el viñedo está íntimamente ligado a la sanidad», opina Julio César, y va más allá: «Si uno disfruta trabajando, seguramente las cosas salen mejor. Y si lo haces en un entorno bello, probablemente estás más inspirado. Los mejores vinos se elaboran de los viñedos más bellos».
Valles Viejos
Roda posee 17 viñedos singulares con los que elabora y cría por separado «intentando buscar lo más profundo del paisaje»
Por Diego Marín A. | Fotos Andrea Aragón
Al fondo, Peñacolorada, el primero de los montes Obarenes. Estamos entre Haro y Villalba de Rioja, la zona más septentrional de la DOC Rioja, en una finca llamada los Valles Viejos, «una zona fría que es capaz de dar vinos con una acidez elevada, muy aptos para la larga guarda», describe Agustín Santolaya, enólogo y director general de Bodegas Roda. La de Valles Viejos es una viña de más de 60 años y supone la base de elaboración del vino Roda I.
«Somos partidarios de la unión de varios viñedos singulares, nos gusta buscar el policromismo, un concepto de complejidad», afirma Agustín Santolaya. Roda posee 17 viñedos singulares con los que elabora y cría por separado «intentando buscar en cada uno de ellos lo más profundo del paisaje y de la añada climática, después tenemos en cuenta la peculiaridad de, en función de la confluencia de los tres climas (atlántico, mediterráneo y continental), que los viñedos maduren en el perfil fino de la fruta roja (Roda) o más profunda, con mayor mineralidad, en las especias más dulces y frutos negros (Roda I)», expone Santolaya. Eso explica que la cápsula del vino Roda sea roja y la de Roda I, negra.
El suelo de los Valles Viejos procede de la erosión de las montañas, pero se asienta sobre un terciario clásico de la zona. «En viñedos viejos se adapta fenomenal porque no sufre, no tiene estrés hídrico y la madurez es larga. Los vinos tienen estructura y una acidez muy alta», asegura el responsable de Roda. Estas características hacen de los Valles Viejos un componente idóneo de Roda I.
No todos bajo un paraguas
«Categorizar siempre es muy complicado. La Naturaleza es compleja y ponerle límites es difícil», considera Agustín Santolaya. No obstante, cree evidente que en Rioja «es imposible vivir todos bajo el mismo paraguas, los viñedos que producen 1.500 k/Ha y los que producen una barbaridad». «Hay que marcar una línea. Me parece perfecta la clasificación de ‘Pueblos’ o ‘Viñedos singulares’, pero no me parece tan bien es hacer una pirámide, sería más lógico un prisma», opina Agustín Santolaya, quien también piensa que «hay demasiada prisa».
La finca cuenta, sobre todo, con cepas de tempranillo, aunque está salpicada de alguna uva blanca. «Aquí no se emplea herbicida, mantenemos un cultivo absolutamente sostenible, aunque no estamos acogidos a la certificación ecológica», aclara Santolaya. Y como para reforzar su explicación, mientras habla Agustín unos trabajadores de Roda labran con azada los renques de la viña.
«Roda I, quizá, es el vino más emblemático de gama. Cada añada es pura, no mezclamos, queremos que cada una sea diferente. Tiene más color de lo habitual en Rioja, con casi un 100% de tempranillo pero también algo de graciano», detalla Santolaya. «Cuando lo hueles –añade–, la fruta está por encima de la madera, que la sujeta pero no la tapa. Es de una nariz muy sutil, no es un ‘crochet’ a la mandíbula sino que te apetece seguir oliéndolo. Con una fina línea de cacao y la sensación de la tierra, con mucha frescura que procede del viñedo».
Vicuana
Bodegas Bilbaínas posee el 22% del viñedo de Haro, alguno tan singular como Vicuana
Por Diego Marín A. | Fotos Andrea Aragón
La centenaria Bodegas Bilbaínas tiene su origen en la crisis de la filoxera, cuando la compañía Savignon Frères et Cie. de Burdeos se instaló en de Haro en 1859. Después, en 1901, un grupo de empresarios de Bilbao compraron la empresa. Ya en aquellos primeros años del siglo XX la bodega elaboraba «vinos de finca» y actualmente es el mayor propietario de La Rioja Alta: cuenta con 250 hectáreas de viñedo y todas están localizadas en Haro, sobre todo en los meandros Tondón y Zaco.
En Tondón se sitúa Vicuana, que tiene dos partes. «Vicuana Alta es un vaso de unos 35 años con cinco hectáreas de tempranillo y otras tres de graciano», explica el enólogo de Bodegas Bilbaínas, Alejandro López. Una de las principales características de Vicuana es su suelo, arcillo-calcáreo, «muy característico de Haro», y que aporta su carácter. «El viñedo de tempranillo tiene poca producción y lo usamos para el ensamblaje de Grandes Reservas de Viña Pomal. El graciano también tiene poca producción y necesita unas condiciones óptimas climatológicas para madurar y, cuando se dan, nos permite utilizarlo también en el ensamblaje», afirma Alejandro.
No obstante, desde el 2007 trabajan el graciano como un vino singular procedente de un viñedo singular: «lo elaboramos en un monovarietal 100% graciano y en Navidad va a salir al mercado la añada 2012, del que se producen 1.500 botellas». Este vino «es único por su rusticidad, le aporta notas muy difíciles de encontrar en Rioja, muy especiado, con aromas a pimienta blanca y frutos rojos maduros, muy buen color, buena acidez y envejecido en roble francés», describe López.
Bodegas Bilbaínas ya emplea el lema de «vinos singulares» en sus etiquetas. «Somos una bodega clásica de Rioja y respetamos la actual clasificación pero por la calidad, no por el tiempo en barrica. Y somos una de las bodegas que tienen que liderar el cambio porque el 22% del viñedo de Haro es nuestro y el 100% de Viña Pomal sale de aquí, por lo que también podríamos usar el término de ‘vino de pueblo’», afirma López.
Mártires
Mártires, junto a una ermita del siglo VI, fue un paraje santuario también para los celtas
Por Alberto Gil | Fotos Justo Rodríguez
Martires es un pequeño viñedo (0,9 hectáreas), junto a la ermita de los Santos Mártires Emeterio y Celedonio construida del siglo VI en una altiplanicie de Briones. Una viña especialmente singular porque es una pequeña ‘isla’ de suelos franco arenoso con alto contenido en hierro y minerales, rodeado de las aproximadamente 400 hectáreas de suelos arcillo calcáreos de la localidad. El lugar enamoró a Miguel Ángel de Gregorio que compró este pequeño viñedo a un viejo viticultor de la localidad que había hincado viura en 1970: «La antigüedad de las viñas para definir un gran viñedo es sólo relativa; las cepas de Mártires no son especialmente viejas, pero el paraje es muy singular», explica el bodeguero (Finca Allende). La ermita se construyó sobre ruinas de un antiguo santurio celta (de los Berones) por orden de los antiguos chamanes que detectaban lugares especiales en los que demostrar su ‘magia’: «Estamos en una zona de alto magnetismo, de hecho hay personas a las que se les eriza el vello al venir aquí y esa ‘magia’ sigue hoy presente como lo está también en algunos de los grandes viñedos del mundo, que desde hace siglos fueron identificados como lugares especiales por diferentes culturas», apunta De Gregorio.
De sus palabras dan fe los resto de dos dólmenes neolíticos y, más reciente, uno de los escasos lagares rupuestres medievales que existen en la margen derecha del Ebro. «Por aquí han pasado multitud de culturas, con la viña como protagonista y yo he encontrado en Mártires la posibilidad de elaborar un vino blanco, con viura, a la altura de los grandes del mundo», explica el bodeguero mientras muestra un racimo amarillo tostado colgado todavía en una de las cepas tras la pasada vendimia: «Hay ‘raza’ en estas uvas y ahí está el secreto de este vino». De hecho, Mártires es el blanco de Rioja habitualmente más reconocido por la crítica nacional e internacional.
«Si este sistema de diferenciación sirve para viñedos de una hectárea y extensiones de cien, fracasará»
El debate
Miguel Ángel de Gregorio no pasa de puntillas por el actual debate de diferenciación de vinos en que se haya inmerso Rioja, aunque considera que se va demasiado rápido: «Me cuesta creer que los mismos que han estado negando la identidad, la gran diversidad de vinos que hay en Rioja históricamente, se hayan caído tres veces del caballo como San Pablo y ahora apuesten por diferenciar los terruños». «De todas formas –continúa–, Rioja no tiene tradición en catalogar viñedos singulares, que los hay, pero sí en los vinos de municipio, de pueblo, y yo entiendo que ése debería ser el primer paso». En este sentido, afirma que «si este sistema de diferenciación sirve para viñedos de una hectárea y extensiones de cien, fracasará».
La 'viña de la esquina'
La bodega de Ollauri esconde una parcela de viñas blancas en la que se mezcla la viura con la garnacha blanca
Por Iñaki García | Fotos Justo Rodríguez
Valenciso es una de las bodegas con más solera dentro de Rioja. Nacida en 1998 de la unión de los apellidos de sus dos propietarios, Valentín y Enciso, apuestan por una viticultura respetuosa con la planta y con el suelo, en la que la viña juega un papel fundamental. La mayor parte de su producción está concentrada en sus vinos tintos, de gran prestigio, pero también elaboran un blanco que cuenta con el protagonismo, entre otros, de un viñedo especial situado en la parte trasera de las instalaciones de Ollauri.
«Será el mercado el que ponga a cada uno en su sitio»
Luis Valentín habla con mucho cariño de esta parcela, que no tiene nombre conocido. «Nosotros la llamamos la viña de la esquina porque ésa es la forma que tiene», indica el propietario de Valenciso. De hecho, no se puede determinar con precisión cuándo fue plantada. «No sabemos la edad exacta, pero conocimos a la que era su propietaria y nos dijo que cuando ella era una niña la viña ya estaba plantada, por lo que calculamos que sería entre 1915 y 1920, más o menos», explica.
No es una viña muy grande. «Tiene unos 8.000 metros aproximadamente», expone Valentín. Y, en consecuencia, la producción del Valenciso Blanco no resulta demasiado elevada. «Un año bueno sacaremos aproximadamente unas 3.500 botellas al mercado», apunta el propietario de la bodega de Ollauri. «No hacemos más porque precisamente queremos encontrar más viñas como ésta», añade. En cuanto a las variedades, la parcela en cuestión, alberga viura y garnacha blanca y también cuenta con un pequeño espacio de tempranillos.
Convivencia
En cuanto al debate suscitado dentro de la Denominación de Origen Calificada Rioja, Luis Valentín considera «bueno» que se puedan diferenciar los llamados ‘Viñedos Singulares’, pero cree que no resulta positivo que se sitúen jerárquicamente por encima de los Rioja clásicos que surgen de la mezcla de distintos pagos. «Apoyamos la posibilidad de los vinos de finca, pueblo o subzona, pero en coexistencia en igualdad con los vinos tradicionales de ensamblaje de uvas de distintas parcelas», afirma el propietario de Valenciso. «Habrá viñedos singulares que sean mejores que vinos de mezcla y habrá, de igual modo, vinos de mezcla que sean superiores a los procedentes de viñedos singulares», añade. «Será el mercado el que ponga al final a cada uno en su sitio», remata su reflexión.