Bodegas Olarra, una de las pocas boegas asentadas en Logroño, fue pionera en Rioja en concebir la arquitectura como un elemento innovador y diferenciador. Sus instalaciones, que datan de 1973, se han caracterizado siempre por su belleza y complejidad, lo que les ha valido el sobrenombre de ‘la catedral del Rioja’. El edificio es obra del arquitecto Juan Antonio Ridruejo y abrió un camino, que luego siguieron otras, cuando en aquel tiempo en esta Denominación no había nada arquitectónicamente similar.

Con planta en forma de ‘Y’ y un parque de barricas cubierto por 111 cúpulas hexagonales, las instalaciones de Olarra constituyen un magnífico ejemplo de cómo fusionar diseño y funcionalidad, ya que esta tipología permite preservar la temperatura de los vinos y las condiciones de humedad. Dada su singularidad, «en las visitas guiadas se hace hincapié tanto en el vino como en la arquitectura que configura el Espacio Olarra», explica Maite Soria, responsable del Departamento de Marketing y Enoturismo junto a Almudena Bartolomé. Estos recorridos se llevan a cabo de lunes a domingo con cita previa y bajo disponibilidad.

«Durante la visita comentamos el proceso de elaboración del vino, incluimos la degustación de copas de nuestras marcas Añares y Cerro Añón y ofrecemos un aperitivo», detalla Soria. Esto se complementa con la proyección de un audiovisual y la enotienda. Al margen de estos recorridos, Olarra desarrolla cursos de cata (tanto de iniciación como para niveles avanzados), catas personalizadas y abre sus estancias para la organización de eventos, fiestas privadas, conciertos y exposiciones tanto en los espacios interiores como exteriores. Sus instalaciones están además adaptadas para personas con movilidad reducida. «Innovamos cada año para situarnos en cabeza en materia de enoturismo», declara Soria. Y es que para estas bodegas esta actividad constituye una vía para «fidelizar, captar nuevos clientes y crear marca a través de las redes y del boca a oído».