Sonsierra - Rioja Alavesa

Una comarca natural excepcional para el tempranillo a refugio de la Sierra de Cantabria y que baja hasta el cauce del Río Ebro

Los Quiñones

Un viñedo perfecto bajo el Toloño

La finca Los Quiñones, con una ermita y una necrópolis, es la joya de Tobelos

Por Diego Marín A.

La finca Los Quiñones es singular sólo con verla. En el término de San Vicente de la Sonsierra, en la falda del monte Toloño, lindando con Labastida (Álava), se sitúa una parcela en la que todavía se distinguen terrazas y se encuentran las ruinas del siglo XI de la ermita de Fonsagrada y una necrópolis que podrían formar parte de un desaparecido monasterio. Aunque el viñedo tiene más de 60 años, en el 2008 estaba abandonado y Tobelos compró sus dos hectáreas, dejando una en barbecho y cultivando en la otra tempranillo, garnacha tinta y blanca y viura.

«Hacemos monovarietales de esta propia parcela y es muy exclusiva por la inclinación y el microclima. Todo esto hace el ‘terroir’, el pH y que, químicamente, el vino sea tan diferente», describe Rubén Provedo. El deseo de Tobelos es poder aportar este viñedo tan singular a Rioja, por eso planea la restauración de la ermita y el conjunto arqueológico, para ponerlo en valor. El tempranillo que allí se cultiva se destina al vino ‘top’ de Tobelos, Leukade, y la garnacha para Tobelos Garnacha, pero la mayor parte de la finca es de viura para el Tobelos Blanco. «Hay diferentes clones de viura, una vieja con un pH increíble, casi perfecto, que, junto a la garnacha blanca, utilizamos para el vino Tobelos Blanco», detalla Provedo.

«El viento del Noroeste que entra por el Toloño es constante, por lo que esta viña se cultiva prácticamente en ecológico por la ausencia de enfermedades. El viento seca y el microclima aporta humedad para que las raíces viejas se mantengan. Es perfecto», explica Provedo. La viña, afirma, «no valía nada» cuando la adquirieron, pero ahora la han revalorizado recuperando las plantas y estudiando el suelo para unas producciones muy pequeñas. Quizá por esta concepción tan romántica del vino Rubén Provedo opina que «tenemos demasiada normativa hoy en día, los viñedos han llegado hasta hoy sin ella». «La preservación llegará cuando el viticultor se sienta seguro de que le pagarán más por la uva que lo que le cuesta producir», opina Provedo.

Las Cruces

El valor familiar y tradicional de una bodega pequeña

Bohedal presume de un viñedo como Las Cruces, a los pies del monte Toloño, en Labastida (Álava)

Por Diego Marín A. | Foto Andrea Aragón

Bohedal es una bodega familiar situada en Cuzcurrita de Río Tirón, aunque la mayor parte de sus viñas se encuentran desperdigadas por sierra Cantabria, en Briñas, Ábalos, Haro y Labastida (Álava), donde cuentan con el viñedo Las Cruces. Está cerca de Briñas, de donde desciende la familia Tejada. Fue José Bezares, abuelo de la tercera generación que ya trabaja en la bodega, quien heredó y empezó a trabajar en los viñedos en el año 1917.

Las Cruces es un viñedo antiguo, de más de 85 años, en el que se cultiva la variedad de uva blanca mayoritaria en Rioja, la viura (unos 4.000 kilos con los que producen 18 barricas), aunque «quisimos extraer algo más que un blanco cotidiano», afirma Leire Tejada, responsable de enoturismo de Bohedal. La bodega es singular, además, porque en sus etiquetas reproducen las almazuelas que las mujeres de la familia elaboraban artesanalmente. Así, el respeto y reconocimiento a la tradición cobra aún mayor sentido en sus vinos.

La climatología es clave. «Estamos justo a los pies del Toloño, que refrigera y protege. Tenemos mezcla de tierra arcillo-calcárea y cantos rodados, así que la humedad se mantiene muy bien, también por la proximidad del Ebro. Todo esto provoca una maduración mucho más lenta pero facilita que el vino posea unas características más concentradas», explica Leire. Los viñedos de Bohedal son, pese a sus diferentes localizaciones, similares. «Cada uno tiene su peculiaridad pero, más o menos, todos tienen las mismas características», describe.

La importancia de una parcela

Bohedal produce 100.000 botellas al año de tres vinos muy diversificados (tintos, blancos y rosados), aunque también elabora monovarietales de graciano y garnacha. La nueva catalogación de ‘Viñedos Singulares’ en la DOC Rioja «es positiva porque el consumidor va a poder apreciar las particularidades de una parcela, aunque tiene la desventaja de la complejidad que tiene elaborar un vino de esas características», considera Leire Tejada, algo que también cree «difícil para agricultores o bodegas pequeñas como es la nuestra».

En concreto, de la media hectárea del viñedo las Cruces Bohedal elabora Gran Bohedal, un vino blanco fermentado en barrica que nació, precisamente, «por tener un viñedo con unas particularidades muy especiales y no darle la típica salida del vino blanco joven, del año o cosechero». En el 2012 realizaron una primera prueba fermentando la uva en dos barricas bordelesas y actualmente emplean todo el viñedo. «Es un blanco muy especial, mantiene la frescura de la viura porque, para nosotros, es muy importante mantener la identidad de la uva, pero también redondearla, arroparla y desarrollarla gracias a los matices que aportan las barricas».

El resultado es un vino afrutado, seco, balsámico, cremoso, de final largo. «Para mí es un vino para maridar, para comer con carnes blancas, pescados, quesos de curación media, suave o ahumados», afirma Leire. «A cada vino le intentas dar lo mejor, sobre todo en bodegas familiares y pequeñas como la nuestra», opina Leire Tejada.

Cantogordo

Un viñedo con sol y sombra en medio de una bella vaguada

El paraje Cantogordo, en Ábalos, pero cerca de Baños de Ebro y San Vicente, pertenece a Bodegas Marqués de Terán

Por Diego Marín A.

En un punto que casi hace esquina entre San Vicente de la Sonsierra, Baños de Ebro (Álava) y Ábalos, a cuyo término pertenece, se encuentra el paraje Cantogordo, un precioso viñedo en forma de vaguada y dividido por un arroyo. Una parte permanece a la sombra buena parte de la jornada, sobre todo por la mañana, pues sobre ella se ubica un pequeño monte que le tapa el sol. Es la zona fría, dedicada al cultivo de variedades de uva blanca. La otra parte es más cálida, dedicada al cultivo de uvas tintas, más expuestas al calor y recibiendo rayos de sol durante todo el día.

Ésta es, al margen de la belleza del paisaje inmerso en un océano de viñas situado entre el Ebro y la Sierra de Cantabria, la singularidad y belleza de Cantogordo, un viñedo que pertenece a Bodegas Marqués de Terán de Ollauri y al que se refieren como «el viñedo del arroyo».

Olauri y Briñas cuentan con unos términos municipales muy pequeños, por lo que muchas bodegas y viticultores trabajan viñedos de otros pueblos. El de Cantogordo se encuentra a una altitud elevada, sobre los 570 metros, y cuenta con bastante piedra en el terreno. «El suelo es relativamente pobre y drena bien por las piedras que posee», explica José Agustín Marauri, enólogo de Bodegas Marqués de Terán.

La finca cuenta con unas tres hectáreas (catorce fanegas). Las dos partes altas del viñedo son zonas pobres, con plantas de muy poco vigor que pueden tener 70 años. «La producción siempre es escasa ahí, nunca cubrimos ‘el papel’, serán unos 4.500 kilos», asegura el enólogo. Para la elaboración del vino Versum «nos centramos en vendimiar, sobre todo, las cabezadas, no tanto la parte baja porque ahí el suelo es más fuerte y los problemas sanitarios suelen ser más importantes», reconoce José Agustín Marauri.

«El mercado nos exige una diferenciación de los vinos»

«Otra ventaja es que por la orientación de la viña, el aire del barranco, por donde transcurre el arroyo, permite tener aireadas las cepas y eso evita enfermedades fúngicas, podridos y otros problemas», apunta el enólogo de Bodegas Marqués de Terán. Prácticamente todo el viñedo es de tempranillo, aunque existe alguna cepa suelta de graciano y garnacha; en la parte alta un tercio es de uvas blancas, viura y cagazal.

Versum es un vino «de perfil fresco; el suelo pobre y el canto rodado le da cierta finura y mineralidad», explica Marauri. Los bajos rendimientos facilitan que el vino sea maduro, bien integrado, pero, sobre todo, equilibrado en alcohol, acidez y taninos.

Vinos de ensamblaje

«El mercado nos exige una diferenciación de los vinos, sobre todo de los de más calidad, no sólo de las etiquetas que marcan el tiempo de crianza en barrica», opina José Agustín Marauri, quien entiende que hay que dar el paso y abrir una nueva época. No obstante, admite que no le convence que sólo se hable de vinos de parcela o de pueblo: «También habría que categorizar de una manera especial o singular los vinos de ensamblaje, que creo que es lo que ha diferenciado a Rioja, ofreciendo vinos históricos, que envejecen mejor».

Las beatas

El talento del viñedo

Telmo Rodríguez invirtió 20 años en reacondicionar Las Beatas, la finca que da nombre al vino con mayor reconocimiento internacional en la actualidad de Rioja

Por Alberto Gil | Foto Andrea Aragón

Telmo Rodríguez es promotor del ‘Manifiesto Club Matador’, un movimiento que reivindica la personalidad de los viñedos de excepción y el reconocimiento y diferenciación de lo que él denomina «viñedos con talento» de España. Uno de ellos es Las Beatas, una maravillosa meseta de apenas dos hectáreas, una terraza natural entre Labastida y Briñas que escala hacia las primeras estribaciones del Toloño.

Cepas desalineadas, muchas de las cuales el viticultor ha tenido que reponer con el mismo material genético de la finca y que, por su configuración circular, aporta diferentes orientaciones y exposiciones. Rodríguez ha invertido veinte años en acondicionar la finca que adquirió a un pequeño viticultor de Labastida que, alcanzada una edad, no podía seguir trabajando el viñedo con las caballerías: «Le hice una promesa cuando compré la viña –recuerda Telmo Rodríguez–, que , tal y como él había hecho, nunca entraría una máquina en el viñedo».

«Cuando compré Las Beatas le prometí al viticultor que, tal y como él había hecho, nunca entraría una máquina en el viñedo»

El vino Las Beatas, que nació con la añada 2011, es en la actualidad el de mayor reconocimiento internacional de Rioja, un auténtico estímulo para el bodeguero que tiene claro que «no todo es singular». «Diría que en Borgoña lo es el 2% de los grandes crudos, pero en Rioja, desgraciadamente, deberíamos bajar hasta el 0,01 ó el 0,02%».

En este sentido, cuestiona el arranque de viñedos históricos, la destrucción de bancales naturales, los emparrados incluso enla misma zona de Las Beatas, conocida en Labastida como ‘viñas viejas’. Rodríguez está recuperando y preparando para plantar nuevos bancales naturales en una zona de la que hay constancia documental de que existían viñedos ya en el siglo VII: «Es la memoria de una Rioja muy importante, auténtica, con viñedos excepcionales y el gran reto de los jóvenes viticultores es recuperar el talento del viñedo».

El bodeguero celebra el debate que se ha abierto en el Consejo Regualdor para diferenciar viñedos y vinos, aunque tiene claro que «un viñedo singular no se improvisa». «Espero que se hagan las cosas bien; yo entiendo que la recuperación de estos viñedos ayuda a todos, a Rioja en sí misma;no sobra nadie, en todas las denominaciones del mundo hay grandes y pequeños». «Estos viñedos, estos vinos –continúa–, deben ser imagen de Rioja en el mundo y cabe por supuesto la gran industria, pero la imagen de Rioja no puede estar en los vinos de dos euros». Telmo Rodrígue tiene claro que «el futuro es el pasado» y que hay que corregir «el empobrecimiento vitícola consecuencia del progreso que hemos sufrido».

Grano a grano

Coleccionista de pequeños viñedos con «artrosis»

Abel Mendoza elabora de viejas viñas de San Vicente, Ábalos y Labastida su selección personal y su gama Grano a Grano

Por Alberto Gil | Foto Justo Rodríguez

Si tiene usted la ocasión de estrechar la mano de Abel Mendoza entenderá por qué tiene ante sí al viticultor que más, y con más dedicación, trabaja los viñedos.

Abel Mendoza es propietario de 50 parcelas, localizadas en tres pueblos –San Vicente, Labastida y Ábalos– y con cuatro tipos de suelo diferentes. En busca de un viñedo singular, a petición del periodista, arranca su ‘Land Rover’ y, por caminos rurales, recorre parte del término municipal de San Vicente para explicar que «no todo es ni debe ser singular». El viticultor muestra las fincas más cercanas al río, con mayores producciones, y cómo los emparrados han ido ocupando los lugares en las magníficas terrazas donde antes se hincaban viejos viñedos en vaso. En una vendimia como la última pueden verse cantidad de uvas en el suelo: «No todo es bueno ni todo es malo; cada cual entiende como quiere la viticultura y debería haber sitio para todos, pero las buenas son las terrazas que están por encima del Ebro, no las de abajo».

El coche para en un pequeño viñedo de Labastida: cepas retorcidas, pies hincados con desorden ni concierto alguno que nunca permitirán la entrada de maquinaria, «con artrosis» como le gusta decir al viticultor de San Vicente. En torno a un lagar de piedra medieval, es la mejor muestra de que los antecedentes de dichos bancales se remontan muchos siglos atrás. Los suelos son rojizos, con una arenisca suelta, que aguanta lo que la naturaleza le eche: «Aquí no hace falta regular la producción –explica Abel Mendoza–; las viñas dan pocas uvas pero extraordinarias y no sufren estrés por muy cálido que sea el año». Las cepas, mediado ya noviembre, conservan prácticamente íntegra la vegetación: nunca han dejando de ‘funcionar’.

Pesticidas o trabajar los suelos

La arenisca roja de la viña de Abel Mendoza contrasta con un suelo blanco, limpio y sin vegetación alguna entre las calles emparrado en una finca casi anexa. «Son los herbicidas y pesticidas; ahí no hay vida...» Abel Mendoza no es productor ecológico, entre otras cosas porque «no puedo, ya que si el vecino rocía va también a mis viñas». Cree en la biodinámica, no esotérica, pero sobre todo en el trabajo: «A mí labrar y preparar esa pequeña finca (menos de una hectárea) me cuesta 16 horas de trabajo en jornales».

Abel está trabajando en este pequeño viñedo, reponiendo cepas con material de la propia viña y ampliando la plantación. Lleva año y medio con la labor y cree que le quedan otros tres para su recuperación total. De estos viñedos, y de otras terrazas que avanzan hacia la Sierra de Toloño, saca su vinos Selección Personal y la gama Grano a Grano –que despalillan a ‘dedo’ un grupo de veinte personas cada vendimia–: «Hacer vino aquí es muy fácil; sería un ‘criminal’ si no hiciera buenos vinos».

Abel Mendoza no oculta que también trabaja con viñas más cercanas al río: «Hacemos nuestro Jarrarte joven; en Rioja debería haber sitio para todos, pero si las normas beneficiar a los grandes al menos quiero que me liberen del árbol al que estoy atado y que cada cual se defienda como mejor pueda».

La Viña de Andrés

La búsqueda de la excelencia

Benjamín Romeo opina que un vino singular surge de la suma de numerosos factores

Por Iñaki García | Foto Justo Rodríguez

Allá por el año 2001, Benjamín Romeo se propuso hacer un vino de finca especial y a la hora de elegir no lo dudó. Escogió la Viña de Andrés (que adquiere este nombre de su padre). «La elegí porque contaba con una tierra, un espacio y un carácter diferente», expone.

«Las últimas añadas han sido espectaculares»

Esta finca, situada en el término de la Liende de San Vicente de la Sonsierra, está aposentada sobre tierras de arena, gravas y canto rodado y un subsuelo de caliza. «Se injertó con una selección masal de viñas familiares», cuenta el responsable de Bodegas Contador quien certifica que, con el paso de los años, esta viña de aproximadamente 40 años ha ido mejorando sus prestaciones. «Al principio, tenía unas producciones de más de 10.000 kilos por hectárea, pero conforme hemos ido trabajando con ella ha ido evolucionando a mejor y las últimas añadas han resultado espectaculares», apunta. Así, en el año 2014 decide incluir el vino en una colección de viñedos singulares junto a la Canoca, el Bombón y la Dehesa.

Y es que Romeo considera esencial a la hora de buscar la excelencia en un vino tratar con mimo todas y cada una de las fases de elaboración. «Desde la poda a la presentación final para el cliente», apostilla. Por ese motivo, cree necesario realizar una serie de prácticas encaminadas a que ese viñedo en concreto dé los mejores resultados posibles. Y en el caso de la Viña de Andrés ese trabajo se basa en una viticultura relacionada con el respeto a la tierra y a la tradición con una producción mínima.

Además de esas prácticas adecuadas, Romeo piensa que, a la hora de establecer si un viñedo resulta singular o no, se deben tener en cuenta otros factores. «En primer lugar, habría que valorar dónde está el viñedo, el espacio y el suelo, que normalmente tiene que ser pobre para que la producción sea corta», expone. «A eso habría que unir, además, unas viñas de una edad determinada y la variedad, que yo siempre he apostado y apostaré por trabajar con las autóctonas», concluye.

Norte

La unión perfecta entre variedad y origen

Los tempranillos y la Sonsierra se dan la mano en ‘Norte’ para crear uno de los vinos más representativos de Bodegas Pujanza

Por Iñaki García | Foto Justo Rodríguez

A los pies de la Sierra Cantabria, con una entrada presidida por dos imponentes encinas, el paseante descubre una viña de 2,7 hectáreas. Su nombre es Norte y de sus uvas sale uno de los caldos más representativos de Bodegas Pujanza que busca ser muestra de un origen (la Sonsierra) y de una variedad (el tempranillo).

Carlos San Pedro se define como un enamorado del tempranillo. «Es la variedad reina de esta zona, tanto en cantidad como en tipicidad, y eso es lo que la hace tan especial», explica. «Y lo que hace que por aquí existan tantos viñedos singulares», añade el responsable de la bodega, que alaba la elegancia de los vinos de Rioja. «Es lo que nos diferencia de otras denominaciones de origen, ya que no estamos en una zona de grandes cantidades, pero sí de vinos muy finos».

Personalidad y expresión

Norte es una viña situada entre Laguardia y Leza cuyo vino resultante es fiel reflejo de las características de ese terreno concreto. Es, precisamente, uno de los objetivos que se marcó Pujanza desde sus inicios, que sus caldos ofrezcan la personalidad y expresión de cada finca. Es lo busca San Pedro no sólo en este Pujanza Norte, sino en el resto de las referencias con las que cuenta como Hado, Finca Valdepoleo, Cisma o Añadas Frías. «No son mejores ni peores los unos con respecto a los otros, sino diferentes», señala el viticultor.

En Norte, el tempranillo se comporta de una forma muy concreta que le otorga una frescura muy característica al vino resultante. «Es una viña que produce un pequeño porcentaje de nuestra bodega, pero a la que debemos mucha parte de ‘culpa’ de la fama de la bodega», explica San Pedro. «Curiosamente, es el viñedo más joven que tenemos en la bodega porque yo siempre he pensado que lo que hace que una viña sea especial no es la edad, sino el origen», apostilla. De hecho, las cepas se plantaron en el 2002. «Norte nació como un vino conceptual, fresco y aromático y anteriormente lo hacíamos de otro viñedo», relata San Pedro. «Pero gracias al conocimiento que fuimos adquiriendo con el tiempo se buscó otra parcela y se buscó este nuevo viñedo del que sale este vino desde el año 2010», apuntilla.

El responsable de Bodegas Pujanza considera indispensable no tener prisa a la hora de establecer las novedades que, en principio, se quieren implantar dentro de la DOCa Rioja. «Siempre he dicho que somos una denominación de origen muy grande para querer correr», cuenta. «Pienso que lo más importante es ir paso por paso y delimitar, en primer lugar, las subzonas muy bien», recalca. «Pero no las tres subzonas que existen hasta ahora, sino todas las demás que también se dan dentro de esta denominación», remata.

A partir de ahí, San Pedro cree que esa diferenciación de subzonas sería el primer paso que se debería dar. «Dentro de Rioja Baja, por ejemplo, hay zonas diferentes, tal y como ocurre en Rioja Alta y Rioja Alavesa», incide. «La singularidad posterior se la tiene que ganar la viña por sí sola», finaliza.

El Molino

Un deseo hecho realidad

El Molino es una viña situada, al estilo Burdeos, en el entorno de Bodegas Puelles

Por Iñaki García | Foto Justo Rodríguez

En 1844, la familia Puelles adquiere un molino donde estuvieron moliendo durante ciento veinte años. Después quedó abandonado, pero en 1985 la bodega familiar se trasladó a ese mismo enclave de Ábalos. «Comenzamos a construirla, pero íbamos en fases para adaptarla a la normativa», recuerda el viticultor Jesús Puelles. «Yo soñaba con hacer una bodega rodeada de viñedo y fuimos juntando terreno hasta conseguir el espacio que tenemos actualmente, nueve hectáreas, de las que seis corresponden la viña», añade. Y, como no podía ser de otra manera, ese viñedo lleva el nombre del Molino.

Al estilo de los ‘châteaux’ franceses. El deseo de Jesús se había hecho realidad. «La viña se planta en 1999, está situada a aproximadamente 630 metros de altitud en suelos arcillosos-calcáreos, tiene una orientación fantástica y es toda de tempranillos», enumera Puelles a la hora de definir las características del enclave. «Además, trabajamos en viticultura ecológica y la verdad es que estamos obteniendo unos vinos estupendos», apostilla.

«Yo soñaba con hacer una bodega rodeada de viñedo»

En cuanto al debate de los viñedos singulares dentro de la DOCa Rioja, Puelles considera que se perdió una oportunidad de oro allá por el año 2003. «Teníamos que haber liderado una punta para los grandes vinos en España», opina. «La hubiésemos adaptado a la realidad de La Rioja y contaría con espacio central de DO calificada y otro espacio de DO básico en el que se pudiera ir a más kilos por hectárea», añade. «Así coniviviría una viticultura de grandes vinos con otra de vinos muy buenos y buenos», finaliza su propuesta. El viticultor cree que esa clasificación hubiera sido muy aceptada por el consumidor.

En la actualidad, Puelles opina, en primer lugar, que Rioja cuenta con una riqueza de ‘terroirs’ muy amplia como para definirla únicamente en tres subzonas. Además, piensa que la nueva categoría de ‘Viñedos Singulares’ puede ser buena si se hace bien. Pero, «hay que ver en qué queda todo», sentencia.

San Julián

El sueño americano llega a Elvillar en forma de viña

Melanie Hickman adquirió hace dos años San Julián, un viñedo centenario con encanto

Por Iñaki García | Foto Justo Rodríguez

El sueño americano puede cristalizar de mil formas y más allá de las fronteras estadounidenses. De hecho, puede localizarse, por ejemplo, en algún paraje de Elvillar, en plena Rioja Alavesa. Así, para la estadounidense (de Ohio) Melanie Hickman ese sueño tiene forma de viñas y están localizadas en esa localidad. Junto a su marido, David Sampedro, dirige Bodegas Bilhar y tienen en San Julián un viñedo especial y con encanto para elaborar un caldo que saldrá al mercado el año próximo.

Melanie Hickman

La relación de Melanie con San Julián surgió como si de un flechazo se tratara, tanto para ella como para su pareja. «Un día llegó David a casa para hablarme de un viñedo que había visto mientras hacía deporte», recuerda. «Yo antes ya había adquirido otra viña y, en principio, no tenía pensado comprar otra más, pero cuando la vi me encantó», añade.

Tajo, otro viñedo especial

San Julián no es el único viñedo especial con el que cuentan los propietarios de Bodegas Bilhar. Otro claro ejemplo es Tajo, una parcela con la que se elabora uno de los caldos más reconocibles de la bodega, el Phinca Laly. Situada en Elvillar, Tajo es una parcela centenaria plantada en 1915 y heredada por el abuelo de Sampedro. Recibe el sol de la tarde y el vino resultante (tempranillo acompañado de un poco de viura y de graciano) es mucho más especiado y balsámico que el obtenido de San Julián.

Y es que las características de dicho paraje resultaban perfectas para el tipo de viticultura que se realiza en Bilhar, en el que el respeto a la tierra es uno de los pilares fundamentales. «Se encuentra en el límite con Laguardia, es de complicado acceso y tiene más de 100 años de edad», indica David Sampedro. «Los papeles dicen que está plantada en 1910 pero, posiblemente, sea incluso más antigua», apostilla.

Con ubicación Oeste, percibe todo el sol de la mañana en unas vides plagadas de variedades. «Tiene tres tipos de tempranillos localizados, algo de uva blanca, moscatel rojo y algo de graciano y garnacha blanca», enumera Sampedro. «El vino será tipo Burdeos, ya que tendrá su frescura, pero contará con mucha concentración y mucha estructura y la producción aproximada será de 1.500 botellas», recalca.

Mientras ese vino ve la luz, David y Melanie siguen su camino en el sector y ya han empezado a trabajar en las nuevas instalaciones de Bilhar. «Ya tenemos la infraestructura básica para elaborar caldos», expone Sampedro. «Y contamos con un concepto muy sencillo a base de hormigón y madera», apuntilla este viticultor de Rioja Alavesa que considera que la nueva categoría de ‘Viñedos singulares’ «llega tarde» a la DOCa Rioja. «Además, pienso que tendría que ser más restrictiva de lo que parece que va a ser porque no se puede hacer un vino singular con producciones de 8.000 kilos por hectárea ni con viñas de 25 años», opina. «Pienso que si se hace bien nos quedaremos todos en la denominación, pero si se hace mal puede ser una excusa para muchos para tomar el camino de Artadi», finaliza.

El Ribazo

Singularidad presente y futura

Bodegas de la Marquesa comercializará a partir del año próximo ‘El Ribazo’ en España

Por Iñaki García | Foto Andrea Aragón

En Bodegas de la Marquesa mantienen el espíritu que implantó el bisabuelo del actual propietario, el Marqués de la Solana, cuando puso en marcha la empresa. El ‘vino de pago’ es actualmente una de sus prioridades y lo seguirá siendo en el futuro gracias a los viñedos singulares con los que cuenta la bodega de Villabuena, entre los que destacan Finca Monteviejo o El Ribazo.

Este último, El Ribazo, es el origen de un caldo, del mismo nombre, que goza de gran éxito en Estados Unidos pero que, hasta la fecha, no se ha comercializado en España. «Pero salga adelante o no el tema de los viñedos singulares, a partir del próximo año comenzaremos a venderlo aquí», señala Juan Pablo de Simón, gerente de la bodega de Rioja Alavesa. «Queremos un vino que refleje lo que es esta finca y que se diferencie del Crianza y del Reserva», apostilla.

«Para los viñedos singulares se tienen que definir muy bien los criterios y controlarlos»

El Ribazo tiene una extensión aproximada de doce hectáreas, de las que ocho son tempranillos, dos son de mazuelo y otras dos, de graciano. «Tiene un suelo espectacular, arcilloso-calcáreo, y una orientación muy buena», recalca De Simón. «Es una viña plantada en su mayoría en 1984 y no tiene una gran producción, pero tampoco lo pretendemos», añade. La idea es presentar, por lo tanto, un vino singular y «de gran calidad».

Al tener este objetivo en mente, De Simón se muestra a favor de la implantación de los viñedos singulares en la denominación. «Rioja ha sido siempre muy inmovilista y yo estoy de acuerdo con estos cambios porque, además, puede ser una manera de defender precios», indica. «Eso sí, considero que se tienen que definir muy bien los criterios que se van a tener en cuenta y, sobre todo, se deben controlar», concluye.

El Bosque

El bosque de tempranillos y de raíces profundas

Marcos Eguren cuenta en un paraje de 1,48 hectáreas de San Vicente con el «suelo perfecto» para un vino especial

Por Iñaki García | Foto Andrea Aragón

En un paraje de San Vicente de la Sonsierra, Marcos Eguren respira profundo mientras habla con orgullo de una finca de 1,48 hectáreas. «Se llama El Bosque y es un viñedo único», señala el enólogo de Viñedos Sierra Cantabria.

Marcos Eguren

Un viñedo, un vino

La filosofía de Marcos Eguren a la hora de elaborar sus caldos está muy marcada y un pilar fundamental es la máxima que reza: «Un viñedo, un vino». Así lo refleja en sus vinos. «Llevamos aplicando este pensamiento desde 1991 y ahora mismo tenemos aproximadamente una docena de vinos procedentes de viñedos únicos», recalca Eguren al mismo tiempo que anuncia nuevas incorporaciones a esa gama. «El año que viene vamos a sacar otro de un viñedo muy viejo de entre 80 y 90 años que va a ser espectacular», vaticina.

Lo que los ojos ven a simple vista ya llama la atención. «La parcela, plantada en el año 1973, está en el meandro del río Ebro», señala Eguren. Sin embargo, más allá del paisaje, el suelo es la estrella. «Normalmente, es un viñedo de poca producción, ya que el terreno es de grava y raíces muy profundas, muy pobre e ideal para hacer un vino de calidad, siempre y cuando la viticultura esté en consonancia con el entorno y con el ecosistema», añade el enólogo, que resalta el drenaje como uno de los factores más determinantes del éxito, además de las ya citadas raíces. «Van buscando todos los macro y microelementos», apunta.

Además, la propia formación del suelo hace de sustrato para mantener la estructura adecuada de un terreno de cepas muy equilibradas. «Que nos dan unas uvas no demasiado grandes, pero con una complejidad y una untosidad tan determinadas que configuran un vino único», recalca Marcos Eguren.

De este espacio tan especial sale un vino singular llamado, como es menester, ‘Finca El Bosque’ que también vive un tratamiento especial a la hora de vendimiar. «Despalillamos grano a grano para escoger los que están completamente sanos y los que cuentan con el mejor equilibrio», cuenta el enólogo. «Todo el proceso se acompaña de la gravedad para evitar la intervención sobre el grano», apostilla.

Viñedos únicos

Marcos Eguren ve con buenos ojos la opción de implantar novedades dentro del Consejo Regulador. «Tengo claro que algo hay que hacer, pero no sé si es lo del tema de los viñedos singulares», apunta. «Sí que es cierto que no resulta lógico que nosotros llevemos muchísimos años elaborando vinos de viñedos únicos y que no lo podamos reflejar», apostilla. El enólogo tampoco se atreve a apostar por la forma más adecuada de determinar qué vinos entran dentro de esa nueva categoría y cuáles no. «No sé cómo se debería estipular, lo sí que considero es que no se deben hacer las cosas demasiado rápido, sino bien», apunta. «Está claro que todos debemos coexistir dentro de una denominación, pero también creo que debería darse alguna diferenciación», apostilla. «Veremos en qué queda todo», remata su pensamiento.

Malpica

Viñedos emblemáticos

Bodegas Faustino aglutina en Malpica las peculiaridades de La Rioja Alavesa

Texto y foto: Sergio Martínez

Rioja cuenta con numerosos rincones cuya singularidad será reconocida a partir de ahora con una diferenciación plasmada en la botella. Peculiaridades que convierten en únicos a vinos con auténtico aroma a viñedo. Bodegas Faustino, sin embargo, defiende que su finca de Malpica no es singular, sino emblemática. Representativa de las características de La Rioja Alavesa, que confluyen con intensidad en la joya de sus viñedos.

La uva de Malpica lleva nutriendo los vinos de Bodegas Faustino desde hace décadas, tratándose de un viñedo de entre 25 y 40 años que ha aprendido a autogestionarse, a mantener un equilibrio propio, como explica Juan Luis de Mingo, ingeniero agrónomo de Bodegas Faustino: «La finca cuenta con una plantación muy equilibrada, integrada con la microfauna y microflora, algo que le da a la planta unos matices típicos del ‘terroir’ de la zona».

El valor principal de Malpica es su capacidad de condensar las especificidades de su entorno, «es ejemplar, con todas las pecualiridades de lo que es Rioja Alavesa», apunta Juan Luis de Mingo. Los mejores vinos de Faustino salen de Malpica precisamente por ello: «Son equilibrados, indicados para guarda y grandes reservas, elaborados con tempranillo pero sin olvidar el graciano o el mazuelo, que ofrecen combinaciones que gustan a nuestros enólogos».

Por todo ello, Juan Luis de Mingo prefiere a título personal la definición de «viñedo emblemático», ya que lo que «debe representar es esos matices de la tierra y de la zona». Tal y como ocurre en Malpica.

La Mimbrera

Un tesoro recuperado en Ábalos

Tom Puyaubert, Exopto, sintió «un flechazo» al descubrir ‘La Mimbrera’

Por Iñaki García | Foto Andrea Aragón

Tom Puyaubert llegó a La Rioja hace 16 años para trabajar en una tonelería. Venía de Burdeos y siempre se había interesado por el mundo del vino, pero al llegar aquí ese interés fue más allá. «Cuando vi que me iba a quedar, decidí probar y en el año 2003 empecé a comprar uva», indica. Poco a poco, este joven ha ido dando pasos dentro del sector hasta aglutinar actualmente, con su bodega llamada Exopto, 15 hectáreas de viñedo. «Y con ellas hacemos unas 90.000 botellas», expone.

Tom Puyabert

Durante diez años, y debido a su procedencia, Puyaubert había basado su gama de vinos en el ‘coupage’, en el aprovechamiento de las características de diferentes uvas, zonas y parcelas. «Sigo pensando que es una forma de trabajar muy interesante», recalca el francés. Sin embargo, en el 2014 descubrió «un tesoro», una parcela situada en Ábalos llamada La Mimbrera. «Llevaba abandonada unos 10 o 15 años, es de difícil acceso y sólo tenía en pie las viñas en dos extremos», relata. «Pero, sin haber hecho nada en ella vi que la uva, tempranillos y garnachas, estaba perfecta y me di cuenta de que era una parcela que tenía algo», añade. «Fue un flechazo y pienso que eso es lo que tiene que suceder cuando te propones hacer un vino de parcela o singular; más allá de unos requisitos concretos, tiene que existir una vinculación», finaliza.

«No podemos dejar que se pierda ese patrimonio que tenemos»

Con los extremos, Puyaubert está elaborando un vino que próximamente saldrá al mercado y, al mismo tiempo, ha vuelto a plantar la zona media de la viña. «No podemos dejar perder este patrimonio tan bueno que tenemos en La Rioja», afirma el francés. «Hay que luchar por él», concluye.

El Abundillano

Un vínculo con sabor a garnacha

El Abundillano fue el primer viñedo que tuvo Roberto Oliván, de Tentenublo, en propiedad

Por Iñaki García | Foto Justo Rodríguez

Roberto Oliván es un claro ejemplo de la nueva hornada de viticultores. Joven, con ilusión. A simple vista se aprecia que es un apasionado de lo que hace, de su profesión, y eso es, precisamente, lo que quiere transmitir en sus caldos. Un claro ejemplo de esa mentalidad es Escondite del Ardacho El Abundillano, un caldo que se fragua en un viñedo de casi una hectárea de Viñaspre.

«Cuando quieres sacar al mercado un vino de parcela puedes optar por elegir la mejor viña o aquella con la que tienes un vínculo especial», explica el responsable de Tentenublo Wines. «Y yo, en este caso, he elegido la segunda opción», añade. Y es que El Abundillano fue el primer viñedo que Oliván tuvo en propiedad. «Lo tengo desde que tenía 16 recalca». Y no es un viñedo cualquiera, ni mucho menos. «Son viñas de entre 90 y 110 años de edad, tiene, aproximadamente, un 90% de garnacha y el resto son tempranillos y malvasías; y se fermenta todo junto», apunta. «El suelo es de margas areniscas del Terciario y está situado a unos 570 metros de altitud», remata.

Sus palabras revelan el gran cariño de Oliván tiene a ese viñedo y el vínculo que le une a él. «Pero no sólo a éste, también a otros como, por ejemplo, el primero que compré con mi dinero», ejemplifica.

Fiel defensor de estos vinos de parcela, el responsable de Tentenublo Wines ve con buenos ojos el movimiento que se está viviendo en las últimas fechas dentro de la DOCa Rioja, pero opina que no se están haciendo los cambios de la manera más adecuada. «Pienso que se está empezando la casa por el tejado», considera. «Habría primero que hablar de vinos de pueblo, de parcela...», añade. «Además, y por lo que he podido ver, pienso que hay viñedos que se van a quedar fuera de la categoría ‘singular’ y deberían estar dentro», remata.